Mucho se ha hablado, se habla y, muy probablemente, se seguirá hablando del “fenómeno Milei”. Los analistas políticos y los periodistas que comentan el día a día de la política argentina vienen tratando de explicar el apoyo de casi un tercio del electorado argentino al fundador de La Libertad Avanza.
Javier Milei es un fenómeno que no puede explicarse desde lo racional sino desde lo emocional. No hay lógica que pueda revelar el súbito protagonismo de un mediocre economista que, hasta hace un par de años, deambulaba por los canales porteños de televisión con un peinado tan estrafalario como sus ideas.
Milei expresa la bronca ciudadana frente a un sistema político agotado, sin capacidad para satisfacer las demandas sociales, a una dirigencia ineficiente y corrupta, salvando honrosas excepciones. Dicho eso, ha llegado la hora de analizar qué pasaría si llegara a ser presidente de la Nación.
El autodenominado “libertario” fue el candidato más votado en las Paso del 13 de agosto, con un 29,86 por ciento. Desde entonces y hasta ahora, es decir, a poco más de un mes de las elecciones presidenciales, ha crecido, según los estudios de las encuestadoras más serias que publican sus datos.
Es difícil que gane en la primera vuelta del 22 de octubre, pero casi seguramente estará en el ballottage del 19 de noviembre, enfrentando a Sergio Massa o a Patricia Bullrich. La pregunta ya no es sobre las causas del “fenómeno Milei” sino sobre las consecuencias de su probable llegada a la Casa Rosada.
Aunque usted no lo crea
Hoy por hoy y a sabiendas que faltan dos debates presidenciales y toda una campaña electoral de un mes, aunque usted no lo crea, la alternativa más firme para que Milei no sea presidente es… Sergio Massa. Sí, el candidato de Unión por la Patria y, a la vez, el ministro de Economía del oficialismo.
Massa es, pues, el otro fenómeno político de estos tiempos. Casi tan inexplicable como Javier Milei. Fue el segundo candidato más votado en las Paso, con un 21,43 por ciento, relegando a Patricia Bullrich a un incomodísimo tercer lugar, con apenas un escuálido 16,81 por ciento de los votos.
Desde entonces, la situación económica y social del país, lejos de mejorar, ha empeorado, notoriamente. La devaluación del peso y la inflación consiguiente, han provocado una pérdida del poder adquisitivo de los salarios y ha empujado a la pobreza y a la indigencia a miles de argentinos.
En cualquier democracia del mundo, los malos gobiernos pierden las elecciones. Pues bien, el gobierno de Alberto Fernández ha sido de los peores en los cuarenta años de democracia. No obstante, su ministro de Economía y, a la vez, candidato, tiene posibilidades de entrar al ballottage. ¡Un fenómeno!
A semejanza del “fenómeno Milei”, el “fenómeno Massa” no se entiende lógicamente. Sin dudas, es mejor candidato que ministro. Haciendo gala de una excepcional capacidad de iniciativa y reinvención de sí mismo, mantiene a flote una candidatura que, si no fuera por él, ya hubiera naufragado.
La implosión de Bullrich
Ahora bien, la fenoménica competitividad de Sergio Massa se basa, sobre todo, en la implosión de la candidata de Juntos por el Cambio. Tras una victoria pírrica sobre Horacio Rodríguez Larreta en las Paso, Patricia Bullrich no ha podido o no ha sabido encontrar el rumbo de su campaña.
Primero eligió a Milei cono su adversario y lo atacó duramente. Milei la ninguneó y la consideró su “segunda marca”. De repente, cambió y, ahora, ataca al kirchnerismo, sin entender que Cristina Fernández de Kirchner no está ni estará en la campaña. Mientras, nadie la elige como contrincante.
Su manifiesta incapacidad para exponer algunas propuestas concretas ha provocado montañas de memes. Los spots publicitarios de su campaña son anacrónicos, lejísimo del marketing electoral de las campañas de Mauricio Macri en 2015 y, también, en 2019. Su versión “tiktokera” linda la ridiculez.
En ese marco, Massa hace anuncios de campaña que comprometen fondos públicos, como la eliminación del impuesto a las ganancias a los trabajadores asalariados o la devolución del IVA en las compras de alimentos a jubilados, monotributistas trabajadores que no pagan ganancias.
Con razón, se lo puede acusar de demagogo. Pero no se puede negar que estos anuncios, a pesar de la inflación, le pueden permitir la recuperación de muchos votos del peronismo que no acompañaron en las Paso. Superando un asequible 30 por ciento, estaría en la segunda vuelta del 19 de noviembre y esa sería otra historia. ¡Un fenómeno!