Sin dudas el tema internacional de este año que termina fue la guerra de Ucrania, que todavía se encuentra en desarrollo. Nada parece presagiar que vaya a terminar en el corto plazo, ni que 2023 sea un año mucho más pacífico en ese sentido. Putin afirmó que Rusia sería capaz de aguantar un conflicto a largo plazo “como Pedro El Grande, que estuvo 21 años en guerra”, y, de acuerdo con el panorama general, sus palabras no parecieran estar tan erradas.
Si se toman en cuenta los sondeos publicados, tanto por medios oficialistas del Kremlin como por opositores, el apoyo a la guerra dentro del territorio ruso sigue siendo mayoritario, y la confianza en el Gobierno no ha caído de forma acorde con lo que se esperaba en Occidente.
En 2022 Rusia utilizó en Ucrania más artillería que toda la que utilizó la Unión Soviética durante sus primeros dos años de participación en la segunda Guerra Mundial, entre 1941 y 1942. Este dato no sólo impresiona, sino que habla a las claras de un conflicto bélico en el que nadie parece estar ganando realmente en ninguno de los terrenos. Como siempre, la realidad es más compleja que eso.
Más de 30 países han impuesto sanciones sobre Moscú desde que se produjo la invasión. Rusia dejó de importar productos en una cifra superior al 50%, el mercado interno se desplomó y el país se encuentra en déficit. Sus exportaciones también cayeron, más del 90% de su gas es exportado mediante gasoductos que van hacia Europa; sin embargo, China se ha convertido, por necesidad, en su principal socio comercial y económico. En el caso de Europa, países como Alemania se han volcado hacia Estados árabes -como Qatar- con quienes celebraron un acuerdo para importar gas licuado por los próximos años, con el objetivo de reemplazar lo que le compraba a Rusia. No obstante, en el corto plazo, el invierno y los próximos meses que se vienen prometen ser de los más complejos que haya vivido Europa en las últimas décadas.
La crisis energética es tan grande que la Unión Europea pide permanentemente ahorrar en electricidad, se habla de prohibir determinados modelos de televisores y de aires acondicionados que gasten más de lo permitido, y se hacen campañas incansables para solicitar a los ciudadanos que sean conscientes a la hora del consumo energético. La propaganda rusa se aprovecha de esta situación para mostrar una Europa en proceso de derrumbe.
Lo cierto es que no fue, precisamente, un gran año, ni para Europa ni para los Estados Unidos.
Occidente atravesó la inflación más alta de las últimas cinco décadas, que no tiene vistos de frenar. Recientemente, para cerrar el año, Zelenski dio un enérgico discurso en el Congreso estadounidense, destinado a buscar emocionar tanto a demócratas como a republicanos; estos últimos, paradójicamente, o no, los más críticos del apoyo de la Casa Blanca a Ucrania.
El panorama económico europeo no es mucho más alentador para el mediano plazo. Alemania tuvo, por primera vez desde comienzos de los 2000, déficit. En las elecciones italianas de octubre se hizo con el gobierno Giorgia Meloni, admiradora de Mussolini, euroescéptica y con antiguos vínculos con el Kremlin (aunque actualmente ferviente defensora de Zelenski). Por otra parte, Gran Bretaña atraviesa su mayor crisis social desde los años de Margaret Thatcher, con tres primeros ministros distintos a lo largo del año.
2022 fue el primer año con una guerra a gran escala desarrollándose en Europa desde el conflicto de los Balcanes a comienzos y mediados de la década de los 90, tras la disolución de la ex Yugoslavia. De todas maneras, por sus propias características, se trata de una guerra que tiene más que ver con lo que sucedía en los tiempos previos a la primera o a la segunda Guerra Mundial.
¿2023 será mejor? Hoy nadie puede saberlo, pero sí hay muchos indicios que nos hablan al respecto.
En un contexto en el que las tensiones no dejan de emerger, no sólo en Ucrania sino también en otras regiones del Globo, como en Taiwán o en el Mar de China Meridional, donde la disputa parece profundizarse día tras día, no está nada claro de qué manera actuarán las grandes potencias en el corto plazo, pero las proyecciones de cara al 2023 no son realmente muy buenas: en un contexto tan complejo, impredecible y cambiante, es prácticamente imposible predecir qué es lo que sucederá este año que inicia, aunque sí es posible prever que tendremos tantos conflictos como el que pasó.