Las protestas” en la República Popular China también tienen características chinas”, por ahora se trata de un movimiento surgido y que opera solo en las redes sociales. Los jóvenes han bautizado a su grupo como tang ping”, cuya traducción en inglés es lying flat” (estar tirado”). Se revelan, principalmente, contra el sistema de producción y de consumo imperante. Lo que se denomina como 996, un número que tiene particulares connotaciones hacia el interior del gigante asiático, ya que indica la jornada laboral que ya es la norma mayoritaria en gran parte de las empresas del país: esta implica un horario de 9 de la mañana a 9 de la noche, durante 6 días a la semana, dando poco o prácticamente nulo lugar para el esparcimiento. Quienes se han rebelado contra este agotador modo de producción son quienes, a su vez, se ven mayormente perjudicados: la juventud. Al igual que en el mundo occidental, cuyo sistema de producción y expectativas a futuro hoy están puestas en crisis, sucede algo similar en la potencia ascendente.
Los jóvenes ven mermados en gran medida sus ingresos, y, por primera vez en dos generaciones, están convencidos que no tendrán un futuro mejor que el de sus padres. Uno de los desafíos constantes del gobernante Partido Comunista de China (PCCh) es mantener -o disminuir- los precios de la vivienda. El acceso a una casa propia es uno de los problemas más grandes que tienen las nuevas generaciones. Por ello, el gobierno anunció que invertiría más de 200.000 millones de dólares en planes de vivienda a bajo costo para construir 10 millones de casas en los próximos dos años. Sin embargo, esto no se compara con lo que sucede con la misma problemática en occidente. Por un lado, China es el país con la mayor proporción de viviendas vacías del mundo, con alrededor de un 20%, por delante de Japón y los EEUU, que bordean el 12%. Por otra parte, el 70% de los millenials” nacidos entre los 80 y los 90 ya son propietarios de una vivienda en China, mientras que, en países como EEUU, Canadá o Reino Unido, esta cifra apenas supera el 30%.
La contracara de esto es la exigencia y las presiones laborales a las que, aseguran, se ven sometidos diariamente. El fundador del nuevo movimiento es Luo Huazhong, un joven de 31 años que, en 2016, descubrió que podía arreglarse haciendo trabajos esporádicos y con sus ahorros. Dejó de trabajar diariamente y comenzó a llevar un nuevo estilo de vida minimalista, al que denominó tang ping”. En abril de este año escribió sobre su nueva vida en un foro de internet, Baidu Tieba. Inmediatamente, miles de jóvenes encontraron la respuesta a lo que estaban buscando, una forma de salir de una vida de trabajo duro, sacrificio y dedicación incentivada por el Estado, por la generación de sus padres y abuelos, y por las empresas. El movimiento llegó a tener tanta repercusión que obligó a que muchos de los periódicos oficialistas, e incluso dirigentes del PCCh, se pronunciaran al respecto.
Más allá de las críticas, el diario Guangming Daily, órgano oficial del PCCh en Beijing, publicó una editorial donde aseguraba que el tang ping no debería descartarse sin reflexión: si China quiere cultivar la diligencia en los más jóvenes, debería intentar primero mejorar su calidad de vida”.
Gracias a este sistema, las empresas tecnológicas chinas han logrado mejorar su productividad hasta el punto de competir con las de Silicon Valley. Gigantes como Ali Baba, WeChat, TikTok o JD.com son algunas de las apps más utilizadas del planeta y facturan cientos de billones de dólares, aumentando sus números de manera exponencial año a año. Los miembros del tang ping”, aproximadamente unos 200.000 de acuerdo con foros de internet donde se nuclean, muchos de ellos trabajadores de estas megaempresas, no parecen impresionarse por las cifras monetarias astronómicas. Prefieren una vida más simple, con menos consumos, pero con mayor tranquilidad personal. Por ello, sus críticos los acusan de ser bajo perfil”, en un país donde el consumo de marcas de lujo crece día a día.
Se definen como un movimiento no violento”, de resistencia pacífica”. Por ahora, no convocan ni a protestas ni a huelgas, sino, simplemente, a no trabajar, o trabajar menos, lo justo y necesario para poder pagar sus necesidades básicas.
Lo que sucede con los horarios laborales en China, especialmente en lo que respecta a las empresas del sector tecnológico, es un motivo de preocupación para los millenials” y los centenials”.
Los jóvenes no se muestran dispuestos a dejar de lado sus momentos de ocio, o su vida misma, en pos de la productividad que les exige el sistema. Mucho menos, a cambio de una vida con más privaciones económicas que la de la generación de sus padres.
China es un país que en los últimos 40 años sacó a 700 millones de personas de la línea de pobreza. En ese aspecto, el éxito del modelo es incontestable. No obstante, deberá necesariamente revisar una serie de prácticas de cara al futuro para no perder el apoyo de las nuevas generaciones.
La ola de descontento generalizado que se da alrededor del mundo puede llegar a replicarse en China; por ahora, es solo un movimiento incipiente y pacífico, pero con cada vez más adeptos reacios a ser valorados por su mera capacidad de producción y de consumo. Occidente también deberá tomar nota.