Este lunes Noruega celebró unas elecciones parlamentarias que decidieron un nuevo gobierno. Tal y como pronosticaban todas las encuestas, resultó triunfante una coalición de partidos de izquierda y verdes, encabezada por el Partido Laborista, derrotando al oficialismo de derecha. Por primera vez, en décadas, hay gobiernos de centro izquierda en todos los países nórdicos. Luego de ocho años como primera ministra del país, la conservadora Erna Soldberg dejará su cargo. Su sucesor será Jonas Gahr Store, líder del laborismo noruego, que basó su campaña en un discurso contra la desigualdad y la centralización, y abogando por una agenda climática más justa. De hecho, no fueron pocos quienes calificaron a los comicios de elecciones climáticas”, en consonancia con las últimas votaciones que se celebraron durante los últimos años en los países nórdicos. La posición de los partidos respecto del cambio climático y de la explotación del petróleo fue clave de cara al electorado.
La cuestión del petróleo fue central en la campaña, tanto como lo es en la economía de Noruega. En un país de cinco millones de habitantes, el sector petrolero genera trabajo para 160.000 personas, al mismo tiempo que aporta 14 puntos al Producto Bruto Interno (PBI) y más del 60% del total de sus exportaciones. En un contexto de lucha contra el cambio climático y de calentamiento global, los sectores más progresistas de la izquierda noruega señalan la hipocresía” de sostener una agenda verde, incentivando el uso de automóviles eléctricos, a la vez que continúan estimulando la industria petrolera. Los laboristas sostienen la necesidad de mantener el rubro de la misma manera por lo menos hasta 2050. Pero la fragmentación electoral y el complejo sistema de alianzas parlamentarias los obligarán a construir acuerdos con partidos que tienen posiciones radicalmente contrarias a la industria de la explotación del crudo. Los Verdes y el Partido Rojo, que son contrarios a la industria petrolera, crecieron de cosechar apenas 1 diputado cada uno en 2017, a alcanzar unos 20 entre ambos.
La parte central de la plataforma de los Verdes, obviamente, es la lucha contra el cambio climático. Piden detener la extracción de petróleo para 2035. Mientras que el Partido Rojo es el heredero del Partido Comunista noruego, y es la formación política más a la izquierda de todo el espectro del país. En los últimos años moderó considerablemente sus posturas, por lo que en estas elecciones se convirtió en un inesperado árbitro” y pieza clave en el armado del nuevo Ejecutivo. El Partido del Centro, de tendencia agraria, y la Izquierda Socialista, también fueron fundamentales para la conformación de la nueva coalición. Al igual que el resto de los países nórdicos, el intrincado sistema de alianzas hace difícil que cualquier gobierno pueda tener una libertad de acción considerable para hacer cambios sustanciales respecto de sus antecesores. Esta vez no será la excepción, y las mayores discusiones hacia adentro de la misma coalición oficialista serán sobre que hacer con la industria del petróleo y la agenda climática.
El gobierno conservador, que se mantuvo en el poder durante ocho años por primera vez en la historia del país, atravesó diferentes crisis durante su mandato. Entre ellas, la provocada por las migraciones, la caída del precio del barril de petróleo, y, la más reciente, la de la pandemia del covid-19. Noruega es, apenas detrás del Vaticano e Islandia, el país de Europa con menor número de muertos causados por el covid respecto de su población, mientras que su economía muestra niveles prepandemia.
De acuerdo con los sondeos, la mayoría de las opiniones se muestran favorables al manejo de las crisis realizado por el gobierno. No obstante, se lo critica por un exceso de optimismo” respecto de la pandemia. El ministro de Salud había afirmado a mediados de agosto que se iba a poder bailar pegados” y volver a las one night stands” a finales de septiembre. Pero, a causa del aumento en los contagios, el gobierno debió postergar varias veces la liberación total de las restricciones sanitarias.
Los cuatro socios de la coalición conservadora terminaron de estallar en enero del 2020, cuando el ultraderechista y xenófobo Partido del Progreso rompió con el gobierno a causa de la repatriación de una mujer ligada al autodenominado Estado Islámico. La extrema derecha apenas alcanzó el 10% de los votos, muy lejos del récord de 2009, cuando habían llegado casi al 23%, e incluso también por detrás del 15,2% que habían obtenido en 2017. Tras la irrupción de la pandemia, la inmigración dejó de ser una cuestión importante en la discusión pública del país.
El Partido del Centro, que nunca había pasado del 10%, estuvo cerca del 20%, siendo clave para el nuevo gobierno. No es contrario a la inmigración, pero si es populista antieuropeísta, y su mayor bandera es la descentralización del poder hacia las localidades pequeñas, lejos de los grandes centros urbanos. Tienen un discurso anti elite y anti ciudades, similar a otros partidos europeos de este tipo.
Noruega es el país más rico de los países escandinavos, además, es el único de ellos que no forma parte de la Unión Europea. Lo que se discute, claramente, es diferente a lo que sucede en el resto de Europa. Los problemas son otros, las propuestas, también.