En las últimas semanas Corea del Sur estuvo en la centralidad de muchos análisis gracias al mundo del entretenimiento. Una seria surcoreana, El juego del calamar”, se convirtió en la más vista de la historia de la plataforma, generando un furor pocas veces visto en el rubro. Sin entrar en ningún tipo de spoiler, podría decirse que, entre otras cosas, uno de los aspectos que ha hecho que gran parte del mundo siga la producción audiovisual con voraz atención es que muestra -con grandes dosis de violencia- la brutal desigualdad que existe en el país. En los últimos días, esto ha cobrado una mayor dimensión, al ver como medio millón de trabajadores surcoreanos salieron a las calles de Seúl para protestar sobre sus condiciones de trabajo. La particularidad es que lo hicieron ataviados con los atuendos que utilizan algunos personajes de la serie. El gobierno decidió enviar más de 12.000 efectivos policiales para controlar” los sucesos. Las manifestaciones no fueron pacificas, ya que se registraron varios enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
Se trató de una huelga de la central de trabajadores de Corea del Sur, la Confederación de Sindicatos de Corea, que nuclea a más de un millón de trabajadores registrados. Los reclamos, básicamente, podrían resumirse en algunos puntos fundamentales. La necesidad de abolir el trabajo irregular, es decir, no registrado; empoderar a los trabajadores en decisiones claves sobre la restructuración económica de las empresas; y la nacionalización de sectores estratégicos del país, así como también de servicios básicos como la vivienda y la educación. Tal y como se muestra en una escena de la serie particularmente dura, no por su violencia física sino más bien por mostrar crudamente otro tipo de maltrato, es la dificultad para acceder a la salud para la gran mayoría de los coreanos. En el país, al igual que la educación, es paga, y los costos suelen ser astronómicos, inalcanzables para el grueso de los trabajadores surcoreanos. El ingreso per cápita de Corea del Sur es de US$ 48.309. No obstante, el país tiene el 0,35 del índice de Gini, según la OCDE, es decir, pro debajo del 0,46 de Chile y México o del 0,39 de Estados Unidos, pero muy lejos del 0,29 de Francia o el 0,26 de Dinamarca.
El país se ubica 24 en el puesto mundial que mide la libertad económica entre países, y número 7 si se toma en cuenta sólo a los de la región. Al mismo tiempo, está entre las 10 principales economías del mundo, especialmente debido a su potente y dinámico sector tecnológico. El país cuenta con una tasa de desempleo de apenas el 3,6%, y también es uno de los 10 países con esperanza de vida más alta del planeta. La contracara de esto es que, de acuerdo con la OCDE, el país registra una de las tasas de tensión laboral más altas del mundo, con el 51% de los trabajadores afirmando que se les exige más de lo que pueden dar, y con 3 de cada 4 menores de 35 años asegurando que se irían del país si pudieran. Lo cierto es que luego de dos décadas creciendo anualmente a un promedio cercano al 10%, Corea del Sur fue uno de los países más afectados por la crisis financiera asiática de 1997. En 1998, su PBI cayó casi un 6%, según datos del Banco Mundial. Si bien, el país logró recuperarse, no volvió a registrar las tasas de crecimiento previas, por lo que el recuerdo de la crisis contribuye a que los jóvenes no vean las mismas oportunidades de futuro que la de sus padres o abuelos.
No parece ser casual que, al igual que la otra gran ficción surcoreana de los últimos años, la película Parásitos”, el tema central de la serie sea la desigualdad. Mientras que el film mostraba a una familia trabajadora viviendo de los deshechos y en los sótanos de los ricos, El Juego del Calamar” narra la historia de 456 personas que eligen -más o menos- voluntariamente, participar en una competencia mortal con el único objetivo de entretener a multimillonarios que los observan, y en el camino, ganar un premio que los aleje de sus deudas y su sórdida realidad. Corea del Sur es una de las principales economías del mundo y el crecimiento que ha experimentado en las últimas décadas es uno de los más vertiginosos jamás registrados. Sin embargo, esto no se traduce necesariamente en la calidad de vida de la mayoría de la población. Una importante porción de los surcoreanos ya no soporta la competencia excesiva, las condiciones laborales paupérrimas, y la desigualdad a la que se ven sometidos diariamente.
De acuerdo al Banco de Corea, el 30% de los surcoreanos tiene trabajos para los cuáles se encuentra sobrecalificados. Esto, sumado a la excesiva competencia laboral y para entrar a las universidades, genera un malestar social poco cuantificable o medible. Según la OCDE, Corea del Sur es uno de sus miembros con mayor inequidad de ingresos, donde quienes más ganan lo hacen cinco veces más que quienes menos dinero perciben por su trabajo. La sensación entre la gran mayoría de los surcoreanos es que, si naciste pobre, es altamente improbable que puedas acceder a vivienda, educación, salud, o a mejorar tu situación social por más esfuerzo que hagas. El Juego del Calamar” tuvo éxito porque la realidad que relata, más allá de las exageraciones y los elementos grotescos, no es muy distinta al grueso de los trabajadores del mundo capitalista. Una realidad donde la libertad existe solo en los papeles, pero que rápidamente encuentra limitantes fácticas en lo económico. La vida dentro del capitalismo realmente existente, muchas veces se parece demasiado a un juego donde cada vez más personas no tienen más opción que apostar todo a una derrota prácticamente segura.