A partir de “fake news” difundida en redes sociales, el Reino Unido vive la peor ola de racismo y ataques en más de 20 años. Hace una semana el país se encuentra incendiado y al borde de un caos aún mayor. Todo empezó en un “summer camp” de Taylor Swift. ¿Qué está pasando? La violencia estalló después de que tres niñas –Alice Dasilva Aguiar, de 9 años; Elsie Dot Stancombe, de 7; y Bebe King, de 6– fueran apuñaladas hasta la muerte en un campamento de verano con temática de Taylor Swift, aunque no auspiciado oficialmente por la artista, realizado en Southport, una ciudad tranquila al norte de Inglaterra.
Tras la vigilia pacífica que se hizo, un grupo de agitadores y fanáticos de extrema derecha desató el caos en escenas que se han repetido durante una semana. La “fake news” que empezaron a hacer circular decía que el autor de los crímenes había sido un inmigrante musulmán. Nada de esto es cierto. El sospechoso fue identificado como Axel Rudakubana, de 17 años. Aunque los sospechosos menores de 18 años tienen anonimato, los jueces decidieron revelar su nombre para detener la propagación de información falsa. Es un cristiano con padres de Ruanda. Se trata de un ciudadano británico nacido en Gales, cristiano e hijo de padres cristianos. Sin embargo, a pesar de los intentos por desacreditar a los provocadores, ya era demasiado tarde. El daño ya se había hecho.
Se vandalizaron mezquitas, casas, se atacaron barrios de mayoría musulmana, se propinaron golpizas en grupo a inmigrantes y a musulmanes, se pintaron cientos de “grafitis” exigiendo que se vayan del país a gente que incluso nació allí y ya es de segunda o de tercera generación. Los manifestantes cantaban «There ain’t no black in the Union Jack» («No hay negro en la Union Jack”, la bandera británica), un histórico canto de la extrema derecha neonazi del país.
Las ubicaciones y los horarios de los disturbios se compartieron días antes a través de las redes sociales y servicios de mensajería como WhatsApp y Telegram, lo que llevó a que las empresas de redes sociales se vieran arrastradas a la conversación nacional sobre la violencia. En particular, X, la red social de Elon Musk, ha sido criticada por figuras de todo el espectro político por permitir que líderes de extrema derecha, como Tommy Robinson, puedan postear libremente allí, donde ha publicado una serie de mensajes alentando las protestas violentas.
La decisión del flamante primer ministro laborista asumido el pasado 5 de julio, Keir Starmer, el domingo, de reafirmar que los manifestantes son «matones de extrema derecha» fue contundente; pero esa declaración inicial a su vez luego fue criticada por cuentas de ultraderecha, lo que llevó a la circulación del hashtag #FarRightThugsUnite (Matones de extrema derecha, unanse) en X. El propio Musk escribió en su cuenta de la red social durante el fin de semana que «la guerra civil es inevitable», en respuesta a una publicación en la plataforma que culpaba a los disturbios de la “migración masiva y las fronteras abiertas”.
Los planes para marchar se han difundido en aplicaciones de mensajería como Telegram varios días antes, animando a los asistentes a ocultar sus rostros o utilizando un lenguaje codificado que incita al odio hacia la inmigración sin llamar explícitamente a la violencia. Mientras tanto, figuras destacadas de extrema derecha fomentaron la organización de protestas anti-inmigrantes online, usando una retórica cargada de odio anti-musulmán o anti-inmigrante, mientras se distancian de la violencia y los ataques a la policía después de que ocurren.
Lo cierto es que apenas el 6% de la población británica profesa la religión del Islam, de los cuales el 15% viven en Londres -donde el alcalde Sadiq Khan, es musulmán-, y, una cifra más insignificante aún es que los musulmanes representan menos del 1% del total de todos los condenados por delitos cometidos en Gran Bretaña. Es decir, la incidencia de los inmigrantes y los musulmanes en el delito nacional es prácticamente insignificante. Sin embargo, esta es agrandada históricamente por los medios y los dirigentes ligados a la extrema derecha.
Las redes sociales han jugado un papel central en la escalada de violencia. La capacidad de plataformas como X para difundir mensajes de odio y coordinar actos violentos revela la necesidad urgente de una regulación más estricta para controlar el discurso de odio y prevenir la incitación a la violencia en estos espacios digitales. Aunque los musulmanes y los inmigrantes representan una fracción menor de la población y de los delitos cometidos, han sido desproporcionadamente atacados. Esta discrepancia subraya cómo los prejuicios y estereotipos distorsionan la percepción pública y fomentan el racismo y la xenofobia. La crisis actual resalta la importancia de promover una educación que fomente la tolerancia y el entendimiento intercultural. Es crucial avanzar hacia una sociedad que valore y respete la diversidad, en lugar de permitir que el odio y la desinformación alimenten el conflicto y la división de un mundo ya al borde de un estallido permanente.