Prácticamente en el mismo momento político que el presidente brasileño Lula da Silva viaja a Beijing, tras anunciar que Brasil ingresará a la “Belt and Road Initiative – BRI” (Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como la Nueva Ruta de la Seda), el gobierno argentino cierra filas con Washington y, sin anunciarlo, congela los proyectos pendientes con la República Popular China hasta nuevo aviso.
Es decir, la compra de aviones para la Fuerza Aérea, las centrales nucleares en la provincia de Buenos Aires, el flujo comercial en la hidrovia, además de otros proyectos de financiamiento acordados como parte del ingreso de Argentina a la BRI en febrero de 2022.
Los condicionamientos a los que se encuentra sometido nuestro país son grandes, debido, sobre todo, a la deuda contraída con el FMI por la Administración Macri y a la restricción externa. En ese sentido, las opciones de la diplomacia argentina son limitadas.
La Administración Biden, en un principio, había apostado por Lula, recibiéndolo en el Salón Oval y repudiando inmediatamente el intento de insurrección sucedido en Brasilia el 7 de enero, apenas seis días después de su asunción. Los Demócratas ven en el bolsonarismo a una especie de trumpismo sudamericano, por lo cual ésto no sorprende; sin embargo, las razones del apoyo al tres veces presidente de Brasil van más allá. En el contexto de competencia de Washington con Beijing, donde el valor de América Latina vuelve a cotizar, el Departamento de Estado no puede darse el lujo de perder influencia sobre la principal economía sudamericana. Cuentan que la perplejidad de Biden y sus asesores fue de gran magnitud cuando se enteraron que Lula viajaría a China después de su visita a la Casa Blanca, y no sólo eso: que ingresaría a su país en la BRI.
La apuesta de Estados Unidos, tras conocer esto, es la de buscar un aliado más “incondicional” en Argentina.
Por supuesto, hay varias cuestiones fácticas que son imposibles de congelar en los vínculos que sostiene Argentina con China, y eso, la Administración Biden lo entiende perfectamente. La relación comercial, que es de una gran importancia para la Argentina, ya que China es el segundo socio comercial del país, es irreversible en el mediano plazo. A su vez, el actual gobierno de Estados Unidos también comprende que Argentina no está en condiciones financieras de rechazar el swap de 18.500 millones de dólares que otorgó China al Banco Central argentino recientemente. Pero sí se ha mostrado con intenciones claras de oponerse a que Beijing ofrezca los aviones Jf-17 a la Fuerza Aérea Argentina, acceda al control de la Hidrovía -la vía de navegación comercial más importante del Cono Sur- y construya centrales nucleares en Buenos Aires. Estos tres proyectos profundizarían los lazos de una manera que sería poco tolerable para Washington.
En la reunión que mantuvieron a finales de marzo Joe Biden con su par argentino, Alberto Fernández, el president argentino le agradeció al estadounidense el apoyo del Consejo de Seguridad Nacional a las negociaciones argentinas con el FMI, haciendo mención particular a Jake Sullivan -jefe del Consejo de Seguridad de Biden-, y a Juan Gonzalez -consejero de Seguridad para América Latina de la Administración Biden-, en contraposición a la postura más tecnócrata de Janet Yellen, la secretaria del Tesoro, quien, a su vez, controla la silla estadounidense en la junta directiva del Fondo. Fernández fue claro ante Biden al respecto y citó todos los nombres propios: “Le quiero agradecer su respaldo político y decir que el Consejo de Seguridad Nacional siempre me apoyó con el FMI. Sullivan y González siempre estuvieron para colaborar. No me pasó lo mismo con la Secretaría del Tesoro. La secretaria Yellen tenía otra mirada de cómo debía hacerse el acuerdo con el Fondo”. Por supuesto, no hubo respuesta del presidente estadounidense.
De acuerdo con las fuentes más cercanas (tanto de la Casa Blanca como a la Casa Rosada) quedó claro en esa reunión que habrá un apoyo del gobierno demócrata hacia Argentina, pero a cambio de concretar sus alineamientos geopolíticos en un contexto de competencia y disputa global abierto en varios frentes.
La posición argentina respecto de la guerra en Ucrania es clara desde hace tiempo y se encuentra alineada con Washington; no obstante, lo que más le interesa a Biden actualmente es que los proyectos de cooperación que mantiene Argentina con China se congelen. Fernández pidió ayuda a su homólogo debido a la gran sequía -la peor de los últimos 20 años- que afectó la cosecha 2023, lo que significarán 20.000 millones de dólares menos. Biden apoyo al país, asegurando que ve un promisorio “futuro en materia de producción de proteínas, minerales y energía” pese a las “dificultades que la coyuntura plantea por la sequía”.
Ese futuro, para los Demócratas, dependerá de cómo juegue la Argentina en un escenario internacional tan incierto como complejo. La diplomacia argentina debe estar a la altura de los desafíos, al dirigencia política, en gran parte, no parece estarlo.