Se puede hablar de que, en los últimos días, se produjo un acontecimiento histórico para la libertad de expresión en todo el mundo: Julian Assange volvió a ser un hombre libre. El fundador de Wikileaks partió del Reino Unido tras ser liberado bajo fianza por el Tribunal Superior de Londres, como resultado de un acuerdo con Estados Unidos que le permitirá declararse culpable de un cargo específico y quedar en libertad. Un acuerdo es siempre eso: un acuerdo, no la verdad de los hechos; pero este acuerdo le ha permitido salir de las cárceles, tras unos larguísimos 12 años de prisión.
La acusación de conspirar para obtener y difundir información considerada relevante para la defensa nacional estadounidense, luego de que Wikileaks divulgara documentos militares confidenciales de ese país, se mantiene, y Assange ha tenido que inculparse para lograr el acuerdo que le permitió abandonar, tras cinco años -1.901 días- ls pequeña celda de una prisión británica, luchando contra su extradición a Estados Unidos, debido al temor de enfrentar una larga condena en una cárcel estadounidense.
Como parte del acuerdo alcanzado, Assange no será detenido en EEUU, y se le reconocerá el tiempo que estuvo encarcelado en el Reino Unido como parte de su pena. El martes, el avión de Assange hizo escala en Bangkok para repostar antes de dirigirse a Saipán, una isla en las Islas Marianas del Norte, un territorio de EEUU en el Pacífico Sur.
El acuerdo le evitó a Assange nada más y nada menos que una condena de 175 años de prisión, que era la prevista. El australiano admitirá su responsabilidad en una violación de la Ley de Espionaje. Originalmente, los fiscales estadounidenses habían buscado enjuiciarlo por 18 cargos, mayoritariamente bajo dicha ley, debido a la divulgación de documentos militares confidenciales vinculados a las guerras en Irak y Afganistán. En un comunicado detallando los 18 cargos en 2019, Washington acusó al fundador de Wikileaks de conspirar para acceder ilegalmente a bases de datos militares estadounidenses con el fin de obtener información sensible. Assange siempre negó las acusaciones, argumentando que las filtraciones constituían un acto de periodismo.
Lo cierto es que, finalmente, bajo los términos del acuerdo, Assange no será encarcelado en EEUU, ya que se le acreditarán los aproximadamente cinco años que pasó bajo custodia en el Reino Unido. EEUU ha sostenido durante años que los documentos filtrados por Wikileaks, revelando detalles sobre las guerras, pusieron en peligro vidas humanas.
Fundador del sitio web en 2006, Assange afirmó que Wikileaks había publicado más de 10 millones de documentos, muchos de ellos informes oficiales confidenciales que abordaban temas de guerra, espionaje y corrupción. Wikileaks dio a conocer cientos de miles de documentos filtrados por la ex analista de inteligencia del ejército estadounidense Chelsea Manning. Entre ellos, los documentos sobre la guerra en Afganistán detallaban incidentes no reportados previamente, donde el ejército estadounidense había causado la muerte de cientos de civiles. Además, los informes de la guerra en Irak revelaron que la cifra de civiles muertos ascendía a 66.000, una cifra superior a la reportada anteriormente.
En 2019, el Departamento de Justicia de Estados Unidos calificó estas revelaciones como «una de las mayores filtraciones de información clasificada en la historia» del país. Según los abogados del gobierno estadounidense, la publicación de dicha información habría expuesto a individuos en Afganistán e Irak a riesgos significativos de daño, tortura o incluso muerte.
De acuerdo con la acusación presentada, Wikileaks publicó aproximadamente 75.000 informes sobre actividades relevantes relacionadas con Afganistán; 400.000 informes sobre actividades en Irak; 800 evaluaciones de detenidos en la prisión de Guantánamo; y 250.000 cables del Departamento de Estado. También se publicaron documentos respecto de la campaña electoral de 2016, como correos filtrados de la candidata demócrata Hillary Clinton a su jefe de campaña, o los nombres, direcciones e información de contacto de más de 13.000 miembros del Partido Nacional Británico, una agrupación política de extrema derecha y contraria a la inmigración.
Julian Assange emergió como un faro controvertido en el mar tempestuoso del periodismo moderno. Su saga legal y moral logró captar la atención del mundo, no sólo por las acusaciones en su contra, sino por el profundo impacto que su trabajo tuvo en la percepción pública de la transparencia gubernamental. El acuerdo reciente con las autoridades estadounidenses, permitiéndole admitir responsabilidad en un cargo bajo la Ley de Espionaje, despierta preguntas cruciales sobre la frontera entre la información de interés público y las responsabilidades legales.
El caso Assange no sólo pone a prueba los límites legales de la libertad de prensa, sino que también abre un debate aún irresuelto sobre el rol de los medios en la era digital.
Assange, con su visión implacable de exponer verdades ocultas, desafía no sólo la ley, sino también las percepciones convencionales sobre el deber del periodismo en sociedades democráticas. En un mundo donde la información es poder, su caso se convierte en un hito significativo que podría moldear las narrativas futuras sobre el acceso a la información y los derechos individuales en la era digital.