Que Jair Mesias Bolsonaro no respetaba los principios básicos de la democracia, y que incluso reivindicaba abiertamente la época más oscura de la historia de Brasil, nunca fue ningún secreto. De todas maneras, las últimas revelaciones demuestran que estaba dispuesto a ir un paso más allá y a atacar hasta el final los pilares mismos del sistema político democrático del país que presidía.
En el centro de una crisis política que sacude los cimientos de la democracia brasileña, el expresidente, un almirante retirado, cuatro generales y 20 civiles se encuentran bajo acusación por su presunta participación en un meticuloso plan destinado a anular las elecciones que llevaron a la victoria a Lula da Silva el 30 de octubre de 2022. Un detallado informe de 135 páginas, elaborado por un magistrado, imputa al ex mandatario militar, quien ocupó la presidencia entre 2018 y 2022, de liderar un intento de golpe de Estado, o auto golpe, con el propósito de subvertir el resultado electoral.
El 8 de enero de 2023, dos años después de la toma del Capitolio en los Estados Unidos, un grupo de militantes radicales vinculados a Bolsonaro intentó replicar la misma estrategia en el Planalto, la sede de la Corte Suprema y el Parlamento brasileño. Aunque la insurrección fue rápidamente sofocada, las consecuencias legales para sus instigadores apenas han comenzado. Sin embargo, este hecho concreto es apenas una parodia de lo que efectivamente quería llevar adelante Bolsonaro cuando todavía contaba con las herramientas del Estado federal.
Mauro Cid, secretario personal del ex presidente y miembro del ámbito militar, confesó su participación en hechos que recién ahora comienzan a convertirse en públicos. Su celular, crucial en la investigación, se erige como la principal evidencia en el caso contra el ex mandatario.
Tras pasar cuatro meses detenido por falsificación de la cartilla de vacunación, Cid optó por colaborar con la justicia y revelar detalles sobre el intento de interferir en las elecciones, un delito de considerable mayor gravedad que podría acarrear penas significativas para todos los involucrados, incluyendo a Bolsonaro.
En una reunión de gabinete del 5 de julio de 2022, registrada en video y ampliamente difundida recientemente en los medios de comunicación y redes sociales, Bolsonaro discutía con sus funcionarios sobre un supuesto «fraude» urdido por el Tribunal Supremo para garantizar la victoria de Lula «en primera vuelta». Aunque este escenario no se produjo, ya que Lula ganó en el ballottage por escaso margen, las palabras proféticas de Bolsonaro en ese momento resuenan hoy: «No tengo dudas de lo que están pasando. Mucha prueba no tengo. Voy a bajar la rampa de aquí (el Planalto) preso por actos antidemocráticos”. Los actos antidemocráticos podrían haber pasado a mayores si el entonces presidente hubiera contado con una complicidad más amplia dentro del sector castrense.
El 18 de julio de 2022, Bolsonaro, en una reunión con embajadores extranjeros, ya había mostrado sus dudas sobre el sistema de votación de Brasil, a pesar de reconocer la falta de pruebas de su presunta falibilidad. Este hecho fue difundido en su momento, los diplomáticos no daban crédito de lo que les estaba diciendo el presidente. Esta acción resultó en la inhabilitación del ahora ex presidente para presentarse a elecciones hasta el año 2030, pudiendo volver a presentarse recién cuando tenga 75 años.
Después del ballottage del 30 de octubre de 2022, en el que Lula se consagró presidente, Bolsonaro convocó en diciembre a una reunión con la cúpula de las Fuerzas Armadas. Durante la misma, presentó un decreto presidencial que anulaba las elecciones, ordenaba la detención de dos jueces del Tribunal Supremo y del presidente del Senado, además de convocar a nuevas elecciones sin fecha determinada. Aunque el jefe de la Marina expresó su apoyo, las otras dos fuerzas militares abogaron por respetar la continuidad institucional.
En un intento por obtener el respaldo del jefe del Ejército, Bolsonaro modificó algunos aspectos del decreto, especialmente las detenciones de opositores, pero mantuvo la idea de anular las elecciones. No obstante, el general Marco Antonio Freire Gomes se mantuvo firme en su decisión de respetar el proceso electoral, resistiendo las presiones bolsonaristas encabezadas por Cid, según contó el mismo arrepentido a la justicia. Queda claro que sin su arrepentimiento, los hechos serían muy difíciles de probar e incluso, quizás nunca se hubieran conocido con tanto detalle. Actualmente, Cid es el enemigo público número uno de los trolls bolsonaristas en redes sociales y de los seguidores más acérrimos que aún mantiene el ex presidente ultraderechista.
A pesar de las denuncias de Bolsonaro sobre una supuesta persecución política en su contra, las pruebas recopiladas parecen contundentes. Mientras tanto, Lula da Silva lidera un gobierno en ascenso, con creciente popularidad y sólidos indicadores económicos, mientras el bolsonarismo se sumerge en conflictos internos y críticas. El fenómeno político que parecía que venía a cambiar para siempre el escenario brasileño da signos de agotamiento y de poco margen de recuperación de cara al futuro.
Haber despreciado las instituciones democráticas y la voluntad de la mayoría del pueblo brasileño no es gratis para Jair Bolsonaro y sus seguidores más íntimos.