La República Popular China (RPCh) se encuentra en un momento extremadamente particular. El país atraviesa las protestas más multitudinarias desde, por lo menos, 1989, cuando se produjeron las revueltas de la plaza de Tiananmén. Sin embargo, si bien hay descontento de algunos sectores respecto del rumbo político y la desaceleración económica que se muestra en distintos indicadores, el principal motor de las manifestaciones no es ese, sino la política de Covid Cero implementadas por el gobierno desde el comienzo de la pandemia. Estas llevaron a confinamientos duros, mucho más cerrados que los que se vieron en los países de Occidente. En ciudades como Beijing o Shanghái, las protestas se extendieron en lugares como Rīo Lágrima o Calle Urumqi, las cuales fueron inmediatamente desvinculadas en los motores de búsqueda y en las redes sociales de cualquier tipo de referencia al descontento con el gobierno. Por ejemplo, en la red social Weibo, similar a Twitter, no se podía encontrar nada de las manifestaciones apenas minutos después de sucedidas. También fueron borrados de WeChat, alegando que “incumplen las reglas o que son contenido sensible”.
Mencionando sólo lo estrictamente sanitario, las políticas en ese aspecto no pueden considerarse, de ninguna manera, un fracaso. Menos de 6.000 personas murieron de Covid en un país de más de 1.400 millones de habitantes. China reportó el lunes 40.052 contagios. Sucede que mientras el gobierno central flexibilizó algunas restricciones, fueron las provincias y los municipios quienes se pusieron más rígidos, compitiendo entre ellos para ver quién tenía los mejores datos respecto de infectados, internaciones y muertes. De alguna manera, para intentar congraciarse con Beijing. Sin embargo, la población salió en masa a protestar debido a los cambios permanentes de reglas y a los confinamientos sin final claro. Al contrario de lo que pudiera pensarse, la RPCh es un país donde los gobiernos tanto regionales como municipales tienen una autonomía considerable respecto del poder central, por lo que se trata de estamentos de poder bastante descentralizados. En ese sentido, si bien la responsabilidad política es de Beijing, y, en este caso, de Xi Jinping, a quienes algunos manifestantes incluso le pedían la renuncia, quienes tomaron gran parte de las decisiones fueron los estamentos subnacionales.
Es difícil saber realmente cuál es el número de manifestantes, debido, en gran parte, a la falta de información proveniente de China o a la censura gubernamental del PCCh, pero también a la exageración o desinformación de cadenas occidentales. Lo cierto es que el escenario es lo suficientemente grave como para que, incluso las bolsas asiáticas hayan sido golpeadas. Todas abrieron con fuertes bajas a comienzos de esta semana debido a la incertidumbre de lo que sucede en el gigante asiático. En la capital china, estudiantes de la Universidad Tsinghua y de la Universidad de Beijing, dos de los principales establecimientos educativos del país, produjeron masivas manifestaciones. En ambos casos, las consignas llegaban hasta pedir la renuncia de Xi.
Otro de los epicentros de las revueltas es Shanghái, la ciudad de 25 millones de habitantes, que atravesó este año una dura cuarentena de más de dos meses, que incluso provocó desabastecimiento de productos de primera necesidad como alimentos o medicamentos. En Urumqui, en la región de Xinjiang, al noroeste de China, 10 personas murieron el pasado jueves en un incendio en medio del confinamiento, por lo que en Shanghái los manifestantes llevaban flores a una calle del mismo nombre. Si bien el fuego se produjo por accidente, esto contribuyó a profundizar el descontento de los ciudadanos chinos respecto de las políticas de confinamientos y de Covid Cero. También hubo protestas en las ciudades de Chendu, al suroeste del país, y en ciudades del centro como Xi’an o en la misma Wuhan, donde la pandemia comenzó allá por finales de 2019. No es usual que este tipo de movimientos sucedan en China, un país que no experimenta grandes protestas o revueltas desde hace ya más de 30 años.
Aunque hace poco, Xi había prometido que “no se modificará” la política anti coronavirus, debido al creciente descontento, el gobierno decidió flexibilizar gran parte de las medidas sanitarias, suavizando algunas restricciones, como por ejemplo los bloqueos a edificios de viviendas donde se encuentran infectados por el virus. Por supuesto, también respondió inmediatamente con represión y detenciones a un gran número de los ciudadanos que salieron a protestar. Desde el punto de vista político, social, y económico, la política de Covid Cero parece ya ser completamente inviable debido a sus consecuencias extra sanitarias. El descontento de los ciudadanos chinos no deja de crecer en un contexto de desaceleración económica mundial, que también afecta de forma marcada al gigante asiático. Esto, además, se suma a la crisis del inicio de la pandemia y a la provocada por la guerra en Ucrania. Xi Jinping esperaba tener, finalmente, un año estable en el contexto de su reelección y consolidación como el máximo líder del país en décadas, sin embargo, no está siendo el caso.