El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, pudo zafar del pedido de remoción que llevaron adelante legisladores de la oposición en la Asamblea Nacional el pasado martes.
Mientras se producían violentos choques entre los manifestantes y la policía en la ciudad de Quito, los parlamentarios votaron sobre la destitución del presidente. En paralelo a lo que sucede en las calles, un sector de legisladores opositores que responden al ex presidente Rafael Correa, actualmente exiliado en Bélgica, consiguieron los apoyos necesarios para votar la destitución de Lasso y la convocatoria anticipada de elecciones.
Intentaron hacerlo mediante un mecanismo constitucional denominado “muerte cruzada”, sin embargo, todavía parecen estar lejos de contar con los votos necesarios para poder activarlo en el Congreso. Esta figura consiste en la potestad con la que cuentan tanto el mandatario de la República como el presidente de la Asamblea Nacional para interrumpir el período constitucional de los legisladores y del jefe del gobierno. Posteriormente a esto se convoca a elecciones para la reposición de estos cargos vacantes.
El oficialismo logró salir airoso y Lasso continuará en su cargo, al menos por ahora. La oposición, encabezada por el correismo, no alcanzó los 92 votos necesarios en ninguna de las tres etapas de la discusión parlamentaria. De acuerdo con la Constitución, la muerte cruzada sólo se puede invocar una vez durante los primeros tres años de mandato del presidente. Luego de la votación, Correa escribió en su cuenta de Twitter que “perdió Ecuador”, ya que, de acuerdo con su lectura, “habrá tres años más de un gobierno descerebrado”.
El tema indígena
La discusión legislativa se dio pocas horas después que el gobierno de Lasso anunciara que no continuaría el diálogo con el Movimiento Indígena luego de la muerte de un militar durante un ataque a un convoy, que, además, dejó doce heridos. Ya son, por lo menos, seis los muertos durante las protestas en Ecuador contra el gobierno de Guillermo Lasso. Durante las últimas jornadas, incluso, hubo rumores de niños que murieron asfixiados por los gases lacrimógenos, lo que desató la indignación de los manifestantes, que atacaron los autos de la policía. Además, la cifra de heridos ya suma más de 200 en los quince días de protestas.
De acuerdo con el oficialismo, el correismo es quien se encontraba en un principio detrás de las revueltas, y su objetivo es el de destituir a Lasso. Hoy, está claro que quienes encabezan las revueltas son los representantes de la Confederación de Nacionalidades Indigenas (CONAIE).
Se había establecido una mesa de diálogos entre estos y el Gobierno, pero Lasso decidió interrumpirla de manera unilateral, exigiendo la salida del jefe de la CONAIE, Leonidas Iza. La organización indígena pidió respeto para su “máximo líder”, e Iza afirmó que teme por su vida, tildando al gobierno ecuatoriano de “autoritario”.
Lo cierto es que la oposición no es un bloque homogéneo y que Rafael Correa tampoco conduce a todos, ni mucho menos. De hecho, el movimiento indígena Pachakutik llevó a Yaku Perez de candidato presidencial en los últimos comicios, donde el correísmo fue derrotado frente a Lasso.
Al mismo tiempo, el Movimiento Indígena es un ferviente opositor a Correa desde, por lo menos, 2009. El principal motivo de la disputa, en un primer momento, fueron los daños ambientales causados por la política petrolera, defendida fervientemente por el ex presidente. Cuando se produjo el quiebre, Correa acusó a los indígenas de actos de “sabotaje y terrorismo” cuando trataron de bloquear el bombeo de petróleo, y llegó a culpar a la gobernadora de Orellana, miembro de Pachakutik, de estar detrás de los intentos de “desestabilización” al gobierno y a la economía. Correa tuiteó el 2 de junio, previo al estallido de las protestas, que Pachakutik apoyaba “descaradamente” al gobierno, y los acusó de corrupción y recibir dinero a cambio de esto.
Las protestas están encabezadas por los integrantes de los pueblos originarios y su objetivo es el de exigir reformas sociales, políticas, y económicas. Esto se da en medio de una economía golpeada por la crisis producto de la pandemia, agravada tras la guerra de Ucrania, y sumada a la política económica neoliberal implementada por Lasso.
Debido a las revueltas y a los cortes, se han tenido que suspender actividades comerciales, productivas y económicas en general en distintas ciudades del país. Por ello, no hay duda de que la crisis se agravará a medida que continúen las protestas; además, debido a los daños económicos incalculables que está causando la situación: las perdidas ya son superiores a los 150 millones de dólares, mientras que se teme que haya desabastecimiento de petróleo en el corto plazo si las protestas continúan.
El gobierno de Lasso se ha mostrado incapaz de contener, mucho menos de solucionar, los reclamos de los manifestantes. Lo que está pasando en Ecuador no es tan diferente a lo que sucedió años atrás en Chile o en Colombia. Los pueblos se revelan frente a las grietas del sistema neoliberal, la desigualdad que produce, el daño al ambiente, y las ganancias exacerbadas para unos pocos. Los perdedores del supuesto crecimiento económico y las víctimas de la cultura del descarte nuevamente hacen oír su voz en América Latina. Por ahora, Lasso y el sistema sobreviven a costa del pueblo ecuatoriano, que continúa peleando en las calles por futuro donde entren todos.