El jueves pasado, el primer ministro de Haití, Ariel Henry, presentó su renuncia de manera oficial, coincidiendo con la investidura de un Consejo compuesto por nueve personas, entre figuras políticas y representantes de la sociedad civil, siete de los cuales cuentan con derecho a voto y dos que se encuentran en carácter de observadores. Este Consejo asumió el liderazgo en medio de la crisis de violencia que aqueja al país caribeño. Patrick Boisvert, quien fuera ministro de finanzas bajo el mandato de Henry, fue designado como primer ministro interino. El Consejo eligió el pasado martes al político Edgard Leblanc Fils para presidir el organismo. Durante este año, grupos delictivos han ganado control sobre vastas áreas de Haití, incluyendo aproximadamente el 90% de su capital, Puerto Príncipe.
Los nueve miembros del Consejo juraron su cargo y fueron investidos el jueves pasado. Este grupo cuenta nuevamente con el respaldo de Estados Unidos y la Comunidad del Caribe (Caricom), la cual ha estado vigilando de cerca el proceso de transición debido a la preocupación por la inestabilidad que la crisis en Haití pueda generar en los países vecinos. En teoría, representan a los principales partidos políticos, a la sociedad civil y al sector privado del país. La ceremonia de juramento, que originalmente estaba planeada para llevarse a cabo en el Palacio Nacional, tuvo que trasladarse a la oficina del primer ministro, conocida como Villa d’Accueil, debido a la amenaza de grupos violentos. El miércoles, se escucharon disparos cerca del Palacio, y la policía tuvo que utilizar gases lacrimógenos para dispersar a una multitud que se había congregado en los alrededores. Las pandillas habían amenazado con sabotear la ceremonia, y uno de los líderes más influyentes de estos grupos emitió una amenaza en un video en redes sociales que parecía estar dirigida al Consejo.
Los pandilleros exigen participación en las decisiones respecto del futuro del país. La situación en Haití se torna aún más tensa conforme los líderes de las bandas más influyentes expresan su determinación de influir en el ámbito político. Vitel’homme Innocent, cabeza de la banda Kraze Barye y vinculado al secuestro de misioneros estadounidenses en 2021, insta al consejo a abordar la crisis de forma urgente, mientras la coalición Viv Ansanm, liderada por el ex policía Jimmy Cherizier, demanda amnistía y un plan para reintegrar a los jóvenes miembros de las bandas.
Cherizier, conocido como «Barbacoa», advierte con contundencia que, o todos participan en la mesa de negociaciones, o la mesa será destruida con todos sus integrantes. La presión aumenta y las consecuencias de ignorar a las bandas podrían ser catastróficas en el contexto de un país que parece ser completamente ingobernable. Cherizier es el líder pandillero más importante del país. Ex integrante de la Policía Nacional, fue despedido de la institución tras un ataque mortal contra civiles en el barrio de Puerto Príncipe, La Saline, en noviembre de 2018. Este hecho resultó en la muerte de más de 70 personas, numerosas violaciones y centenares de viviendas destruidas. En 2020, creó la formación de G-9 y Familia, un conglomerado de nueve pandillas que eran cercanas al entonces presidente Jovenel Moïse, quien, en su momento, le brindó importante apoyo económico, logístico y militar a las pandillas de Cherizier.
Haití, el que fuera el primer país independiente de la región tras la revolución de que comenzó en 1791 y culminó en 1804, es hoy la nación más empobrecida de toda América. Para hacerse una idea de la magnitud de la tragedia que asola al país hace tanto tiempo, basta ver que, de acuerdo con datos de las Naciones Unidas, de una población de aproximadamente unos 11,6 millones de habitantes, cerca de unos 360.000 haitianos son desplazados internos. Más del 60% de la población vive bajo la línea de la pobreza mientras que más del 25% es indigente. De acuerdo con datos de Unicef, casi tres millones de niños y niñas necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir.
El país no lleva adelante comicios desde noviembre de 2016, donde resultare electo Moïse. El 7 de julio de 2021, el mandatario haitiano fue asesinado en su residencia por un grupo armado sin identificar integrado en su mayoría por mercenarios colombianos. Algunas informaciones recientes sugieren que su propia esposa, Martine, quien resultó herida en el tiroteo, pudo haber estado implicada en el magnicidio. Lo cierto es que, tras dos años de investigación, la cuestión parece aún muy lejos de resolverse. Por supuesto, en un escenario tan violento y cruento como el haitiano, esto no genera, precisamente, certezas sobre el futuro institucional del país.
Entre otras tareas, el Consejo debe convocar a elecciones para 2026. No está nada claro, aún, si lograrán hacerlo. Primero, deberán pacificar gran parte del territorio nacional que se encuentra bajo el control de facciones armadas. Es probable que deban convocar a, por lo menos, un sector de los líderes pandilleros para pactar una especie de tregua. Tras años de inestabilidad política y social sin precedentes, Haití comenzó una transición, la gran pregunta que todos tanto dentro como fuera del país se hacen es: ¿hacia dónde?