La Cumbre de las Américas en la ciudad de Los Ángeles: una cumbre que no llega exenta de polémicas, ausencias y recriminaciones varias. El faltazo más relevante es el del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). El mandatario mexicano fue claro al respecto de sus razones para no asistir: «No se invita a todos a la Cumbre porque se les considera dictaduras o porque no son buenas las relaciones que tienen con esos países.
¿Quién autoriza a una nación a excluir a otra? ¿Hay gobierno mundial? No”. La exclusión de la cumbre de países considerados dictaduras por Washington, como Nicaragua, Cuba y Venezuela, generó que México no asista en señal de protesta. Sin embargo, otros países con gobiernos considerados progresistas o de izquierda, como el Chile de Gabriel Boric, la Argentina de Alberto Fernández, o el Perú de Pedro Castillo, sí asistirán.
Tampoco irá el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Luis Arce, en solidaridad con Managua, Caracas y La Habana, gobiernos amigos de La Paz. Y a pesar de las amenazas de no acudir, Jair Bolsonaro se hará presente y se espera que tenga una reunión bilateral con Biden, al igual que Boric.
La presencia del brasileño es particularmente relevante debido a que fue el último líder de los países del G20 que reconoció la victoria del actual presidente estadounidense en los comicios de 2020.
En un contexto internacional extremadamente complejo para Washington, construir una buena relación con los países latinoamericanos es fundamental. En el caso de Brasil, Biden ve a Bolsonaro como una especie de “Trump latinoamericano”, no confía en su homologo como interlocutor válido en la región. Incluso, no son pocos quienes especulan con que su Administración se siente más cómoda con un probable triunfo de Lula Da Silva en octubre.
A su vez, el liderazgo de Biden, que tantas esperanzas había despertado en gobiernos latinoamerianos, como el argentino, no ha dado los resultados esperados. A pesar de que el mandatario estadounidense apoyó a la Casa Rosada en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, algo reconocido por el propio presidente Fernández, éste ha dejado entrever que se siente “decepcionado” por la Casa Blanca; incluso llegó a amenazar con no asistir, siguiendo a AMLO.
Fue, justamente, tras una llamada del mexicano cuando Fernández, que a su vez es presidente de la CELAC, anunció su asistencia a la Cumbre. AMLO le instó a ir en representación de los países del organismo, aduciendo, además, que Fernández no tiene ningún “impedimento constitucional”, como sí tiene México (la constitución mexicana deja expreso que el gobierno no puede intervenir en asuntos internos de otros pueblos; por ello, en lugar del presidente asistirá el canciller Marcelo Ebrard). Más allá de ese tecnicismo, no deja de ser interesante ver cómo AMLO ha logrado constituirse en una especie de líder regional del campo progresista en un contexto particular. El sector de izquierda se encuentra disperso, sin liderazgos naturales ni claros.
El presidente mexicano sabe que Estados Unidos lo necesita, en especial, debido al problema migratorio. Es allí desde donde puede comprenderse el comportamiento de AMLO, que ha aprovechado muy bien esta situación para consolidar su liderazgo en América Latina al hablar con sus homólogos previo a la Cumbre, como lo hizo con Fernández, Arce o con Nayib Bukele, entre otros.
Pocas horas antes del comienzo de la Cumbre, el presidente de El Salvador no confirmaba ni descartaba su asistencia. Esto se da en medio de fuertes cuestionamientos respecto de su política de Derechos Humanos, en lo que concierne al combate contra las maras y demás grupos pandilleros salvadoreños. Además, Bukele se muestra proclive a convertir a su país en un terreno más de disputa entre Washington y Beijing, al coquetear permanentemente con China y desafiar al gobierno de Biden.
Tanto Boric como Fernández pidieron que se incluya a todos los países, y se espera que vuelvan a elevar esa petición durante sus intervenciones en la Cumbre.
La relación de Washington con América Latina tiene distintas aristas. En medio de la guerra de Ucrania, que oficiará como ruido de fondo en la Cumbre, la inseguridad alimentaria y el cambio climático serán temas clave de agenda. Al mismo tiempo, la problemática de la migración y las caravanas migrantes preocupan particularmente a la Administración Biden. Por ejemplo, el pasado lunes, en el sur de México, una caravana de 11.000 venezolanos comenzó su camino hacia EEUU. De acuerdo con las estimaciones oficiales, todos los días intentan cruzar la frontera aproximadamente 7.000 migrantes indocumentados. La Casa Blanca teme que esto impacte negativamente en su imagen, que se enfrenta a una dura prueba el próximo noviembre en las elecciones de medio término, donde el Gobierno Biden podría perder la mayoría en ambas cámaras.
Mas allá de quiénes terminen asistiendo, para que una Cumbre de las Américas sea verdaderamente inclusiva debe, valga la redundancia, incluir a todos los países latinoamericanos sin importar su signo político o ideológico. Sólo así se podrá comenzar a pensar en una relación igualitaria entre los Estados Unidos y el resto de los países americanos.