Tras la disolución de la Asamblea Nacional francesa y el consecuente adelantamiento de las elecciones legislativas por parte del presidente Emmanuel Macron, la extrema derecha gala se encuentra frente a una situación histórica. La Agrupación Nacional de Marine Le Pen, junto a sus aliados, se posicionaron primeros, con más del 33% de los sufragios, pero seguidos de muy cerca por la izquierda del Nuevo Frente Popular, que alcanzó un nada desdeñable 28%, superando a la alianza Ensemble, de Macron, que se quedó tercera, arañando apenas el 20%.
La participación fue del 67%, particularmente alta para los estándares del país. Por las particularidades del sistema electoral francés, ahora se abre un nuevo scenario, donde todos aquellos que hayan superado el 12,5% se medirán en un ballottage el próximo domingo. De los 577 escaños en disputa, apenas 76 candidatos fueron electos en primera vuelta, 39 de la Agrupación Nacional, 32 del Nuevo Frente Popular, y apenas 2 de Macron. Por su parte, la izquierda anunció que retirará a todos sus candidatos en los distritos donde hayan quedado terceros, para favorecer a Ensemble e intentar evitar un triunfo de la ultraderecha. Macron, por ahora, no ha sido tan claro al respecto e intentará competir.
No está claro si el acuerdo se aplicaría automáticamente en caso de que el candidato de izquierda perteneciera al partido de extrema izquierda Francia Insumisa (LFI), de Jean-Luc Melenchon, uno de los principales miembros del Nuevo Frente Popular. Melenchon es una figura polarizadora en la política francesa, capaz de suscitar tanto entusiasmo como rechazo entre los votantes con sus propuestas audaces sobre impuestos y gastos, así como su retórica de lucha de clases.
El ministro de Finanzas, Bruno Le Maire, un aliado del partido de Macron, descartó la posibilidad de pedir a los votantes que apoyen a un candidato de LFI. «LFI representa un peligro para la nación», afirmó en una entrevista. Marine Tondelier, de los ecologistas Verdes, que integran la alianza de izquierda, dijo que estaba “absolutamente anonadada” por la postura de Le Maire, calificándola de “cobarde y privilegiada”.
Lo cierto es que el votante de la izquierda y el de la ultraderecha se parecen más entre sí, que a los votantes de Macron. Por ello, un acuerdo entre partidos no necesariamente sería de utilidad para trasladar los votos de manera automática, y así bloquear el ascenso de la extrema derecha.
Debido a las particularidades del sistema institucional, una derrota obligaría a Macron a nombrar a un primer ministro del partido ganador, lo que pondría al frente del gobierno a un adversario político. Le Pen afirmó que buscará formar gobierno aunque no logre mayoría simple, mientras que su delfín, Jordan Bardella, de 28 años, aseguró que quiere ser primer ministro del país. Para el joven ultraderechista, la irrupción de la izquierda de Melenchon representa “una amenaza existencial”.
A pesar de sus insalvables diferencias ideológicas, ambas formaciones son disruptivas y rompen con el status quo de la política gala de las últimas décadas. Aunque Le Pen ya no aboga explícitamente por un «Frexit», es crítica con los principios fundamentales del proyecto europeo. Su partido ha expresado su intención de debilitar la Unión Europea, y recuperar mayor control sobre las fronteras y la soberanía francesa. En caso de llegar al poder, junto con aliados como Giorgia Meloni, de Italia, y Viktor Orban, de Hungría, sus políticas podrían tener un impacto significativo en Europa.
Un dominio parlamentario de la Agrupación Nacional también podría ser bien recibido por el presidente ruso Vladimir Putin: Le Pen ha sido brevemente crítica con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, y previamente recibió un gran préstamo de un banco ruso, además de expresar admiración por Putin. Bardella ya dijo que de ninguna manera permitirá que un soldado francés ponga un pie en Ucrania, y se ha mostrado en contra de continuar con las ayudas económicas y militares.
El bloqueo frente a la extrema derecha funcionó de manera eficaz en el passado, pero las circunstancias han cambiado, el escenario se encuentra mucho más polarizado y los extremismos han crecido exponencialmente. El gobierno de Macron, que tiene mandato hasta 2027 inclusive, es ya profundamente impopular, y visto como alguien ajeno a las preocupaciones de los trabajadores y del pueblo llano. Esto, junto a un lavado de imagen llevado adelante por Le Pen, ha hecho que la Agrupación Nacional dejara de ser “paria”, para pasar a ser vista como una opción viable por los franceses.
A su vez, la popularidad de Melenchon obligó a los socialistas a unirse en un frente electoral con él, a pesar de considerarlo, hasta hace poco tiempo, como un extremista radical. Las recientes elecciones francesas han marcado un hito con el ascenso histórico de la ultraderecha, que genera un nuevo panorama político, donde la izquierda y el centrista Macron se enfrentan a decisiones estratégicas cruciales para la segunda vuelta, buscando evitar su consolidación.
Con el futuro político de Francia en juego, los próximos días y semanas serán decisivos para definir el curso del país y su posición dentro de Europa, mientras figuras como Le Pen y sus aliados buscan transformar radicalmente el escenario político europeo.