El discurso de Lula da Silva durante su tercera asunción como presidente de Brasil fue diametralmente opuesto al de Bolsonaro. En materia de política exterior, buscará la reinserción de Brasil en el mundo en el marco de un contexto multipolar; mientras que su antecesor se vio cada vez más aislado y se apoyó en dirigentes desprestigiados internacionalmente, como Viktor Orban de Hungría, Donald Trump o Vladimir Putin en Rusia. A la asunción de Lula asistieron 17 jefes de Estado, sumado a otros representantes, entre ellos, de países la Unión Europea (UE), como el ministro delegado de Comercio Exterior del gobierno de Emmanuel Macron, Olivier Becht.
En ese sentido, se debe explicar el foco en la cuestión ambiental que recupera Lula, y que había enfrentado abiertamente Bolsonaro, especialmente en lo referido a la problemática de la Amazonia. Al igual que para los países de la UE, el cambio climático vuelve a ser una preocupación y una política de Estado en Brasil. En su discurso, además, puso la igualdad racial en el centro. Al igual que enfocó sus esfuerzos futuros en la recuperación del ingreso de los trabajadores, afirmando que no se les puede exigir que esperen a quienes no tienen aseguradas todas las comidas diarias.
Entre sus primeras medidas se encuentran la recuperación del ministerio de la Mujer y de Cultura -eliminados durante el bolsonarismo- y la creación del ministerio de los Pueblos Originarios. El número de ministerios aumentó, con respecto del anterior gobierno, de 23 a 37. Entre ellos, habrá 11 mujeres, integrantes de pueblos originarios y afrobrasileños, mostrando la pluralidad real del país, otro claro contraste.
Si bien hay nueve ministerios para los partidos que lo apoyaron durante su campaña electoral (entre ellos el Movimiento Democrático Brasileño, el Partido Socialdemócrata y Unión Brasil) la mayoría de los cargos pertenece al Partido de los Trabajadores (PT), dominante en la coalición gobernante. Fernando Haddad, quien perdiera la elección en 2018, es el flamante ministro de Economía, aunque la cartera estará dividida en cuatro ministerios, en contraste con los gobiernos anteriores y una muestra de la complejidad de la coalición que ya gobierna Brasil.
Mas allá de la impronta moderada que tuvo su discurso de asunción, no hubo dudas respecto de los trece decretos firmados en las primeras horas de su tercera presidencia. Entre ellos, la derogación de medidas bolsonaristas como la libre tenencia de armas o del techo de gastos por parte del Estado. Tampoco descartó que la Justicia avance contra el ex presidente y su entorno por distintas causas judiciales. Se revaloriza tanto el Mercosur como los BRICS, y se intentará un rearmado de la UNASUR con Brasil como cabeza. En ese sentido, Lula vuelve a retomar la relación con Argentina que había quedado herida. Al día siguiente de su asunción, mantuvo una reunión bilateral con Alberto Fernández, y viajará a Buenos Aires el 25 de enero para continuar con los diálogos. La moneda común y el gas son los principales temas para el corto y el mediano plazo en lo que respecta a la relación con la Argentina.
En la política social, cumpliendo con sus promesas de campaña el gobierno pagará 600 reales de ayuda a familias de bajos ingresos, en un programa que se volverá a llamar Bolsa Familia, como el que existió durante su primer mandato. Previo a su asunción había logrado aprobar en el Congreso un salario equivalente a 120 dólares, con un adicional de 30 dólares por hijo, destinado a todos los trabajadores sin ingresos registrados. También retiró del mercado a las empresas estatales Correios, y la Empresa Brasileña de Comunicación, que habían sido puestas en venta por Bolsonaro. En línea con la nueva política medioambiental, restableció el Fondo Amazonía, destinado al desarrollo productivo de las comunidades indígenas viviendo en el Amazonas.
Los desafíos del presidente no son pocos. Por un lado, debe mantener unida a una coalición heterogénea y con intereses, por momentos, extremadamente divergentes. Deberá conciliar los intereses del agronegocio que, en principio, apoyan y hasta integran el gobierno, con la protección del Amazonas y la política medioambiental. No menos complejo será balancear el gasto público con una política social económica expansiva, con la mejora del ingreso de los sectores populares como principal objetivo. En política exterior, a su vez, si bien retoma la revalorización del Mercosur y los BRICS como principal objetivo, los vínculos con la Unión Europea serán claves durante los próximos años.
El regreso del ex dirigente sindical y ya tres veces presidente no deja de ser impresionante, y por distintos motivos, tanto políticos como personales, propios de su figura. Tras la destitución de Dilma Rousseff, Lula fue tratado peor que un criminal convicto. En el medio falleció su esposa, fue encarcelado, no lo dejaron asistir al entierro de su nieto (que murió mientras se encontraba en prisión), le prohibieron ser candidato y decían que su vida política estaba terminada.
Hoy Lula da Silva vuelve a ser Presidente del Brasil, por tercera vez en su larga carrera política, una que marcó a América Latina, de distintas formas, durante las últimas tres décadas.