Un avión F-22 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos derribó un objeto volador no identificado (OVNI, o UFO, por sus siglas en inglés) en Canadá, el sábado pasado, según el ministerio de Defensa norteamericano, el objeto fue monitoreado por 24 horas, pero los informes respecto de su procedencia no arrojaron resultados concretos. El día anterior, Washington había derribado otro artefacto volador sobre la provincia (estado) de Alaska, y, dos días después, otro más sobre el lago Hurón, en Michigan. Además, durante todos estos días se han producido avistamientos en Ohio y otras provincias. También Canadá denunció otras presencias extrañas en su espacio aéreo, mientras que Estados Unidos cerró el suyo en algunos territorios, como el de Montana (en el centro del país).
Todos estos hechos se dieron pocos días después del “affaire” con el supuesto “globo espía” chino, derribado de la misma manera. Beijing afirma que se trataba de un globo meteorológico, pero, para Washington se trató de un elemento de espionaje. Nadie tiene muy en claro, aún, si estos hechos se encuentran relacionados.
¿Qué está sucediendo con los OVNI? Los gobiernos todavía no dan respuestas que convenzan ni al público ni al resto de la comunidad internacional, y poco se sabe al respecto. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, afirmó que aún no tenían claro qué era específicamente el objeto “del tamaño de un auto pequeño” que sobrevolaba el país a gran altura, se infiere que era similar al derribado por EEUU en Alaska; pocas horas después, el gobierno chino anunció que derribaría un objeto de similares características sobre su espacio aéreo, algo que finalmente sucedió unas horas después, pero sin que se publicaran informes respecto de su origen o finalidad. Lo curioso es que, durante la noche del sábado, las Fuerzas Armadas de la República Oriental del Uruguay publicaron un comunicado afirmando que investigarían denuncias de supuestas luces extrañas en las dos orillas del país, incluso un funcionario del área de Turismo del gobierno uruguayo aseguró haber sido testigo del fenómeno. Desde la Fuerza Aérea de los EEUU dicen “no descartar nada”, y que eso debía ser tarea de las áreas de inteligencia. Luego la Casa Blanca desmintió que se esté evaluando la posibilidad de que sean objetos extraterrestres, aunque tampoco dio datos concretos de qué son, ni de que país o corporación provienen, ni por qué motivo surcaban los cielos norteamericanos sin permiso.
Algunas teorías conspirativas hablaban de un supuesto “cover up” (operación de encubrimiento), debido a que el 3 de febrero descarriló en Ohio un tren con 100.000 litros de cloruro de vinilo, una sustancia altamente cancerígena. Al igual que lo que sucede con los OVNI, existe poco y nada de información oficial y fidedigna al respecto, pero especialistas están alertando de un «Chernóbil 2», cuyas consecuencias inmediatas ya son que hay ganado y peces muertos en cien millas a la redonda.
No es la primera vez que el mundo vive una histeria OVNI. Hubo muchos casos, pero el que mayor fascinación sigue despertando es el sucedido en Roswell, Nuevo México (EEUU), el 2 de julio de 1947, en plena posguerra y comienzos de la Guerra Fría, con algunas similitudes. En su momento, el ejército norteamericano declaró que el “plato volador” estrellado no era más que un globo meteorológico. Algunos apuntaron a que se trataba de un globo del ultrasecreto Proyecto Mogul, cuyo objetivo era investigar la actividad nuclear soviética. Efectivamente, informes de la Fuerza Aérea de EEUU publicados en septiembre de 1994 y junio de 1997 afirmaban que lo estrellado en Roswell eran los restos de un vuelo del Proyecto Mogul, entonces de alto secreto, y, por lo tanto, imposible de divulgar. A pesar del trasfondo geopolítico, de espionaje y Guerra Fría, la hipótesis alienígena sigue despertando mayor fascinación debido a que, claramente, es la más cinematográfica. El caso Roswell se considera el inicio de la ufología moderna.
Éstos de nuestros días pordrían tratarse de una especie de juego de espionaje en una “nueva guerra fría” entre las potencias, aunque no deja de llamar la atención que, con toda la tecnología disponible, los Estados utilicen objetos fácilmente detectables en los espacios aéreos de los países que, en teoría, quieren espiar. Otra pregunta que surge es: ¿espiar qué, exactamente? Hoy hay más preguntas que respuestas, pero no deja de ser interesante que, durante 2022, las denuncias de soldados estadounidenses respecto de haber visto OVNI se dispararon a más de 500. Si bien en 26 casos se determinó que eran drones, y en 163, globos, el resto permanece sin resolver. Ese mismo año hubo una audiencia casi inédita en el Senado, donde se buscó dar respuestas a avistamientos OVNI o UAPs (Unexplained Aerial Phenomena, fenómenos aéreos inexplicados). Allí hubieron, otra vez, más dudas que certezas.
La Casa Blanca considera a este tipo de fenómenos como potenciales amenazas a la seguridad nacional, por lo que la acción prácticamente inmediata es la de derribarlos primero, y preguntar después. Lo más probable es que sigamos con muchas preguntas, pero sin demasiadas respuestas.