Tras la invasión de Rusia a Ucrania y el estallido de la primera guerra en Europa desde las sucedidas tras la desintegración de Yugoslavia durante los 90, algo parece haber cambiado para siempre en el escenario internacional. Es probable que, cuando los historiadores estudien lo sucedido durante estos años, la guerra ruso-ucraniana ocupe un lugar central como un parteaguas en el orden internacional.
Mucho se ha hablado estos días respecto del “retorno de la historia”. La dialéctica que funcionó durante todo el siglo XX, de la guerra o disputa hegemónica entre Estados, pareció olvidada durante los primeros años del siglo XXI, durante la llamada “guerra contra el terror”. Hoy, nuevamente los Estados vuelven a ser protagonistas del escenario global. Más allá de cuanto dure el conflicto bélico, es muy probable que sus consecuencias hacia adentro de Rusia, pero sobre todo en el resto del mundo, sean de largo alcance.
El descontento social generado por las sanciones económicas seguramente será un aliciente más para el Kremlin a la hora de decidir sostener o no el enfrentamiento bélico. Será importante observar de qué manera el sistema económico internacional se verá afectado por las sanciones occidentales. La decisión de congelar todas las reservas rusas y desconectar al país del sistema SWIFT no sólo tendrá consecuencias en Rusia, sino en el resto del mundo. La Federación Rusa tiene más de 630.000 millones de dólares en reservas nominadas, incluyendo euros, oro y dólares. A su vez, el Kremlin respondió haciendo lo propio con el grueso de las inversiones extranjeras en su territorio, lo que afectará la economía occidental. Sin embargo, es difícil ver que los resultados sean positivos para Rusia en el corto plazo.
La posibilidad de congelar reservas inmediatamente deja, además, a países como China, en una situación compleja de cara al futuro: ¿con que fin seguir acumulando reservas o bonos de deuda si pueden ser depuestos en cualquier momento de manera coordinada? En lo que respecta a la dimensión económica de cómo funciona el mundo, las consecuencias de la guerra también serán tan grandes como impredecibles.
Las sanciones de todo el arco político occidental, puede llegar, también, a fortalecer a Putin puertas adentro. El principal peligro, además, es hacer de la Rusia de los próximos años una nueva Alemania tras el Tratado de Versalles. Si Putin logró llegar al liderazgo que tiene, en parte, es por las humillaciones sentidas por Rusia tras el colapso de la Unión Soviética en 1991. Someter al país a un aislamiento casi total de Occidente podría tener serias consecuencias; entre ellas, exacerbar el ultranacionalismo de amplios sectores de la población rusa. Por otro lado, también podría empujar aún más a Moscú a acercarse a Beijing. Incluso, un país como Suiza dejó de lado su histórica neutralidad para sumarse a las sanciones de la Unión Europea contra Moscú.
Más allá de las consecuencias geopolíticas del conflicto es importante también pensar en lo que están viviendo los seres humanos que viven allí. Según números de Naciones Unidos ya se cuentan con centenares los muertos civiles. Además, con más de 500.000 desplazados por estas horas, es probable que, de continuar la guerra algunas semanas más, este número se eleve a millones. Esto generaría una crisis migratoria en el centro mismo de Europa con consecuencias humanitarias catastróficas.
Zelensky fue claro al afirmar que las potencias occidentales “dejaron solos” a los ucranianos. Esa misma línea parecen seguir respecto de los futuros migrantes, cerrando con antelación sus fronteras y evitando el ingreso de estos a sus países, como ya hizo el Reino Unido. Por ahora, Polonia está mostrando una cara diferente a la que mostró hace algunos meses cuando impedía el ingreso de migrantes provenientes de Bielorrusia. Esta vez está brindando asilo a los miles de ucranianos que se acercan a sus fronteras.
El lingüista y académico estadounidense Noam Chomsky contaba un chiste que decía que, si hace 50 años, le criticabas los campos de mano de obra esclava soviética a un estalinista, este te diría: bueno, ¿Qué pasó con los linchamientos contra afroamericanos en el sur de los Estados Unidos? Que una determinada potencia imperialista cometa atrocidades contra otros pueblos del mundo, no puede ser nunca un justificativo para que otra potencia con vocación imperialista haga lo mismo con otros pueblos. Es decir, condenar una cosa, no necesariamente significa que se esté condonando otra. El repudio a la guerra injustificada y excesiva es más necesario que nunca.
En este momento, lo principal es tener en cuenta las aristas humanas del conflicto. Los invisibles de toda guerra, que terminan siendo meros números, como decía Stalin: una muerte es una tragedia, un millón es una estadística. Es fundamental nunca perder de vista que un millón de muertes son un millón de tragedias. Ya habrá tiempo para discutir el resto.