Finalmente, el presidente del Estado de Israel, Isaac Herzog, le encargó al inefable Benjamin Netanyahu la conformación de un nuevo gobierno. Tras las elecciones del pasado 1° de noviembre, el ex premier volverá a encabezar un gobierno, esta vez, el que será -a priori- el de más extrema derecha en toda la historia del país. “Bibi” tiene 28 días para formar la coalición que debería sacar al país del bloqueo político que atraviesa desde hace cuatro años. En un régimen parlamentario como el israelí, con todas sus particularidades políticas, étnicas, culturales y hasta religiosas, la arquitectura de alianzas para la conformación de un gobierno es aún más compleja que en otras democracias parlamentarias. Gran parte del éxito de “Bibi” históricamente se basó en su gran capacidad de unificar a distintas fuerzas de diversas procedencias políticas. Esta vez, sin embargo, se trata de una coalición bastante más homogénea que las anteriores que lo tuvieron como protagonista. Es que el gobierno incluirá a dos partidos ultra ortodoxos, y, además, al Sionismo Religioso, una alianza de derecha radical con posturas supremacistas judías, ultra nacionalistas, anti árabes, xenófobas y homofóbicas.
Benjamin Netanyahu, con 12 años en el poder hasta ahora, ya era el primer ministro que más tiempo había estado en el cargo, habiendo superado incluso a quien fuera el primero en ocupar el lugar, el histórico David Ben Gurión. En las elecciones de abril y de septiembre de 2019 ningún candidato había conseguido formar gobierno, por lo que el líder del Likud continuó en el cargo. Luego de celebrar nuevamente comicios en mayo de 2020, Netanyahu asumió su quinto mandato. De acuerdo con lo que se había acordado en la coalición, en noviembre de 2021 debía ser reemplazado por Benny Gantz. Sin embargo, la alianza se desintegró, volvieron a llevarse a cabo elecciones en marzo de 2021 y, otra vez, nadie alcanzó por sí solo los votos. Entonces, “Bibi” se vio forzado a dejar el poder y pasó a ser el líder de la oposición. A pesar de los juicios pendientes por corrupción, sobornos, abuso de confianza y fraude, Netanyahu nunca perdió gran parte de su poder, sonando siempre la posibilidad real de su retorno a los primeros planos de la política israelí.
En las elecciones del 1° de noviembre, el Likud de Netanyahu fue la formación política más votada, con 31 legisladores; mientras que Sionismo Religioso logró un inédito tercer lugar, con 14 escaños, por lo que serán un actor fundamental de cara al nuevo gobierno. El partido de centro Yesh Atid, del primer ministro saliente, Yair Lapid, quedó segundo, con 24 escaños, pero tanto sus socios izquierdistas como los árabes nacionalistas -que ni siquiera lograron representación parlamentaria- cayeron demasiado, por lo que se están imposibilitados de conformar un nuevo gobierno. Los otros partidos que completan los comicios son Unidad Nacional, del actual ministro de Defensa, Benny Gantz, con 12 diputados; los mismos que obtendrían los ultraortodoxos de Shas. Luego siguen el también ultraortodoxo Judaísmo Unido por la Torá con ocho asientos; el Nuestra Casa es Israel (Yisrael Beytenu) de Avigdor Lieberman con cinco, y los laboristas con cuatro.
La Administración de Joe Biden ya manifestó su preocupación respecto de que el nuevo gobierno israelí deberá “respetar a las minorías”. “Bibi” se sentía considerablemente más cómodo con Donald Trump en la Casa Blanca, algo que los demócratas, por supuesto saben. El líder de Sionismo Religioso es Itmar Ben Gvir, de 46 años, quien aseguró que habrá “un gobierno completamente de derechas”. Ben Gvir es discípulo de un rabino racista, Meir Kahane, quien fue expulsado del Parlamento israelí debido a sus posturas supremacistas y extremistas. Su partido, Kach, fue prohibido por las leyes anti terroristas israelís en 1994 y luego calificado de «grupo terrorista» por el gobierno de los Estados Unidos. Kahane fue asesinado en Nueva York en 1990. Ben Gvir afirmó que “trabajaré incluso para los que me odian” pero la retórica utilizada durante toda su vida política, incluyendo la última campaña, no parece ir en esta dirección. Son conocidas sus posturas odiantes respecto de la comunidad LGBTIQ+, o de los árabes en general y palestinos en particular. Las ideas de Ben Gvir son tan radicales que incluso fue eximido por el ejército de realizar el servicio militar obligatorio. Durante la campaña, sacó una pistola en el barrio palestino de Seij Jarrah, en el Jerusalén Este ocupado, donde había sido recibido con piedras.
En 1994, un compañero de partido de Ben Gvir, Baruj Goldstein, entró en una mezquita de Hebrón y asesinó a 29 palestinos que estaban rezando hiriendo, además, a más de un centenar. Su retrato colgaba en el salón de Ben Gvir hasta 2020, poco antes de entrar en el Parlamento. En un contexto internacional donde los partidos o las alianzas gubernamentales integradas por formaciones políticas de extrema derecha no son excepcionales, el caso de Israel no sorprende demasiado. Sin embargo, debido a las propias particularidades de conflicto permanente que atraviesa la región, preocupa por diversos motivos. Todo indica que habrá una radicalización de las posturas respecto de Palestina y de todas las comunidades minoritarias israelíes. Así, con un Netanyahu de 73 años comenzará a cobrar importancia el otro hombre fuerte del nuevo gobierno, con posturas aún mas extremistas y radicalizadas. Todo augura tiempos oscuros para los derechos humanos y la tolerancia en la región.