Por Prof. Rosa Cattana (Río IV), Agrupación «Arrugas Más, Arrugas Menos»
Las viejas estamos verdaderamente hartas de que nos hablen como si fuéramos niñas o estuviéramos seniles. Esa manera paternalista y ninguneante constituye una forma sutil de violencia, una ausencia de reconocimiento de la capacidad de una persona solo por el hecho de ser mayor. El lenguaje es el espejo del pensamiento.
Claro que los viejos también están hartos, pero hablo en femenino porque estas son parte de las reflexiones que hemos tenido en la agrupación “arrugas más, arrugas menos” Se trata de una agrupación feminista de mujeres mayores. Estamos hartas de que utilicen diminutivos cuando se dirigen a nosotras, -poné el bracito, tomá la pastillita. Se emplean frases cortas, simples, como si no retuviéramos la información, de un modo irrespetuoso con nuestra mente, utilizando repeticiones innecesarias. Se adopta un tono entre infantil y enervado, siempre más alto de la cuenta, presuponiendo sordera concomitante con la edad.
Se nos dan aclaraciones que no hemos solicitado, ni necesitamos. Se nos tutea sin permiso, mostrando una confianza de la que no se dispone.También resulta insufrible la utilización de la primera persona del plural: “¿Cómo estamos hoy?”, “¿Nos duele todavía?”. ¿Qué finalidad tiene el uso de un pronombre colectivo para dirigirse a una única persona? ¿Por qué nos convertimos en seres sin nombre, asimilados a un plural anónimo?.
La utilización de la palabra “abuela” es otra de las muestras fehacientes de la colectivización de que somos víctimas. El uso sistemático del plural: nuestros mayores, nuestros abuelos. Esta manera de comunicar forzada y paternalista obedece a una visión estereotipada de la vejez que devalúa, en función de prejuicios subjetivos, las capacidades de todo un colectivo tan heterogéneo como la sociedad misma en la que está enclavado. Este lenguaje edadista e infantilizador, según varios estudios, está vinculado al maltrato psicológico o emocional. Y está comprobado, también, que el edadismo disminuye notablemente la calidad de vida de las personas mayores y consecuentemente disminuye la esperanza de vida.
El Covid-19 ubicó a las personas mayores como trending topic. Difícilmente se haya mencionado tanto a este grupo como durante la pandemia, sobre todo en el primer año. Los medios de comunicación han sido quienes mejor han expresado la discriminación de personas por razones de edad y condición de viejo o vieja. Hemos escuchado o leído innumerable cantidad de veces que periodistas, funcionarios y personal de salud se refirieron a nosotras, las personas mayores de 60 años, como abuelas, abuelos, abuelitos. Quienes utilizan estas formas, seguramente creen que es una forma de llamarles con cariño e incluso respeto, pero lo cierto es que está lejos de eso, ya que solo contribuye a un estigma que no hace nada bien a las personas mayores. No parece difícil entender que ni todas las mujeres son madres ni todos los varones son padres. A nadie se le confunden estas categorías. ¿Qué hace entonces que las personas mayores por obra y gracia de la edad se conviertan en abuelas y abuelos?, ¿qué la convierte en abuela? Su supuesta vulnerabilidad. Y ahí está el meollo del lenguaje.
Algunos ejemplos de frases que hemos escuchado durante la pandemia son: “Importante ayuda para los abuelos ante el COVID”, “Pautas para tratar a los abuelos en aislamiento”, “El drama de los abuelos que no pueden ver a sus nietos”. Uno que causó mucha gracia “habla la hija de la abuela que está internada”. El lenguaje es político. Lo que no nombramos no existe. Y lo que nombramos mal, tampoco. Al calificar a las personas con un rol que no necesariamente tienen o quieren cumplir, lo que estamos haciendo es invisibilizarlas.
El 15 de junio es el “día internacional del buen trato a las personas mayores”. La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), declaró ese día como el día mundial de toma de conciencia contra el abuso y el maltrato en la vejez. Está claro que hay otras formas de maltrato con consecuencias inmediatas mucho peores de las que pueda generar la manera en que nos denominen, pero escribo esta nota dirigida a todas aquellas personas que son totalmente incapaces de pegarnos, robarnos, insultarnos, sin embargo, nunca se pusieron a reflexionar acerca de si la manera en que nos tratan es buena o no para nuestras vidas.
Como dice nuestra amiga periodista y gerontóloga Sol Rodríguez Maiztegui, no nos ocupemos tanto en celebrar el día de los abuelos y abuelas; de los jubilados y jubiladas; roles limitantes, que encorsetan el potencial de las personas mayores ¡mejor! agendemos y reflexionemos sobre estas dos fechas que han sido establecidas por la ONU: 15 de junio “Día del buen trato a las personas mayores” y 1 de octubre, “Día internacional de las personas mayores”.
Derechos de los consumidores mayores
El Ministerio de Industria, Comercio y Minería a través de la Dirección General de Defensa del Consumidor y Lealtad Comercial del Gobierno de Córdoba, pusieron en marcha el programa: “Derecho del Consumidor en la Tercera Edad” con una charla informativa y participativa en el Centro de Jubilados de barrio Las Palmas.
Esta iniciativa busca prevenir e informar a las y los usuarios y consumidores mayores cuáles son sus derechos en las relaciones de consumo y brindarles las herramientas para defender sus intereses. El programa contempla la visita a diferentes centros de jubilados de la ciudad de Córdoba y del interior.
Desde la dirección se invita a los organismos municipales, provinciales y nacionales vinculados con la tercera edad, a que se sumen a esta iniciativa.