“Buscar refugio en el lugar, para mí debe ser/ refugiarme en mi arte,/ reclamar una voz nueva/ que hable desde dentro de la crisis/ para dar testimonio de lo que es/ vivir en un mundo enrarecido”. Así se expresa la gran poeta norteamericana Margaret Randall (Nueva York, 1936). Un libro con un estilo calmo en tiempos tumultuosos. Casi un diario personal, un registro en tiempos de pandemia que la misma autora expone en el prólogo: “Escribí estos poemas durante un momento extraordinario entre marzo y mayo de 2020, cuando de pronto el mundo se vio en una situación sin precedentes en los tiempos modernos… Yo me quedé en casa y escribí poemas”.
El libro me llegó también en tiempos de pandemia un año después de su edición. Sonó el timbre de la puerta y el correo dejó en mis manos un paquete. Cumplí con todos los ritos del momento. Rocié el envoltorio con alcohol, saqué el libro, lo rocié a su vez con el mismo elemento, lo dejé sobre la mesa del comedor, y luego de lavarme las manos, lo observe como quien observa a un animalito dormido.
La factura del libro es excelente y proviene de una coedición entre dos sellos editoriales: Abisinia, dirigida por Fredy Yezzed en Argentina, y Escarabajo, en Colombia, a cargo de Eduardo Bechara Navratilova. La traducción (impecable) es de Sandra Toro.
Margaret Randall es poeta, escritora, fotógrafa, militante feminista y activista social. Entre las numerosas distinciones recibidas, en 1990 le otorgaron el premio Lillian Hellman y Dashiell Hammett para escritores víctimas de la represión política. En 2004, el Centro PEN de Nueva México le dio el premio Dorothy Doyle por una vida dedicada a la escritura y al activismo a favor de los derechos humanos.
Lejos de todo barroquismo, y de todo dramatismo elegíaco, asistimos a una escritura reposada, pero al mismo tiempo combativa y firme. De algún modo, sapiencial, por la experiencia de los años vividos. Hay en todo el itinerario del libro, una especie de constatación de la realidad. Realidad de carácter universal, dado que el Covid-19 cubrió todo el espectro del planeta como lo indica el vocablo “pandemia”.
Esa mirada reposada pero atenta de Randall parece que describe una situación por todos conocida, pero al mismo tiempo que la describe, añade ese exacto condimento poético que transforma la crónica personal en poesía. A veces, una imagen, una metáfora, una hebra de luz hace dar vuelta todo hacia el poema. Generalmente, estos giros, estas señales luminosas, están vinculadas con el título del poema. Es decir, ya, de entrada, la autora, nos anuncia, el “hacia dónde” se dirige. Incluso, no escatima la denuncia social, el señalamiento directo: “Si cada abrazo virtual fuera capaz de/ perforar esta piel universal del miedo/ y cada distancia de dos metros entre seres humanos/ en nuestras caminatas solitarias/ se redujera a la seguridad verdadera, a la certeza de salud,/ habría menos espacio/ para la ofensa deliberada que brota/ del micrófono del presidente” (Si cada barbijo viniera con un poema).
Randall recorre lo que ya todos conocemos. Los ritos, las costumbres a las que estamos obligados para evitar el contagio. Pero mientras hace el recuento, a veces como una cámara de filmación en presente indicativo, incorpora elementos de su propia historia y de la historia política de los pueblos que ella ha conocido de modo directo. Incorpora a su vez, una serie de pensamientos y reflexiones que siempre decantan de manera sutil en una imagen poética: “Nuestro desafío: construir/ fuerza ofensiva a partir de/ una posición defensiva,/ como el polen de una flor/ cuando la abeja/ entra” (Como el polen de una flor).
Lejos de todo oportunismo, “Estrellas de mar sobre una playa. Los poemas de la pandemia”, son un conjunto de poemas realizados con la sabiduría de alguien que conoce la palabra poética y el furor del mundo. Conforme vamos pasando las hojas del libro, nos vamos alejando de la pandemia y acercándonos a la poesía. Es también la dura constatación de un mundo en cambio que ha cambiado. Interrogante que la misma autora nos ofrece: “Oigo decir a la gente que esta epidemia mundial/ está cambiando todo./ ¿Es así?/ Y si está cambiando todo,/ ¿me cambiará? ¿te cambiará?” (El giro rápido de un tornillo).
Lo que podemos constatar, es que la manera de relacionarnos ha cambiado. Y con el paso del tiempo, los que ya cruzamos algunas décadas, encontramos en este verso de Randall, una nostalgia que nos deja perplejos y que muchos hubiésemos querido referir con tanta claridad: “Extraño esa facilidad de vivir que conocimos”.