¿Por qué a Wanda?

El ojo de Horus

¿Por qué a Wanda?

¿Por qué a Wanda?

Durante la última Dictadura cívico-militar en nuestro país, los torturadores y genocidas cometieron atrocidades pocas veces vistas, por el sadismo, la alevosía y la crueldad. Sin embargo, algunos asesinos parecen, todavía hoy, emperrados en repetir ese mismo espantoso modus operandi. En la Cámara Cuarta comenzará la próxima semana el juicio a los cuatro acusados por el crimen de Wanda Navarro, ocurrido el 23 de agosto del 2018, en Jesús María. Ese día, esta adolescente de solo 15 años caminaba hacia el Ipem Giovanni Bosco, de Colonia Caroya, del que era alumna, cuando fue secuestrada. Dos días después, su cuerpo semidesnudo fue encontrado tapado con ramas en la zona de la estancia la Florida.

La compleja investigación del fiscal Guillermo Monti desembocó en la detención de los tres imputados por el demencial acto, que además incluyo un abuso sexual con acceso carnal y la mutilación del cuerpo. Los acusados son Mario García, Maximiliano Vargas y Claudio Schmidt, quienes habrían cobrado por matar a la joven, haciendo las veces de sicarios, en lo que se conoce como un «crimen por encargo».

La cuarta acusada, y presunta instigadora, es Romina Vernaola, ya condenada por vender drogas, y también conocida con el apodo de «la reina del norte». La «sombra narco» se instaló casi desde el primer momento, y tal vez el juicio a iniciarse pueda romper un impresionante cerrojo de silencio y permita conocer la verdad sobre lo sucedido. Una hipótesis es que Vernaola contrató a los tres delincuentes para que «den un susto», pero claramente todo se les fue de las manos. Aparentemente la víctima los conocía y, de mantenerse las imputaciones, podrían ser condenados a prisión perpetua.

Ser y parecer

Encuestas serias muestran que la imagen negativa que una parte importante de nuestra sociedad tiene sobre «la Justicia» se mantiene por encima del 80%. Y, la verdad, semejante descreimiento es una pésima noticia para la salud institucional de nuestro país. Sobre las causas, podemos especular con varias, que van desde los magistrados que en realidad se comportan como operadores políticos y garantizan la impunidad de personas y corporaciones impresentables, hasta los privilegios a los que la «sagrada familia» se aferra como un neonato a su madre.

Hace algunos días se conocieron los resultados finales del concurso que consagró a los futuros fiscales de instrucción. Varios lugares quedarán disponibles próximamente y, entonces, este examen de antecedentes y teórico, que además incluye una entrevista para quienes superan un corte, se volverá especial. Lo cierto es que los participantes «bochados» se quejaron agriamente por «cosas raras»: quejas que se escucharon en el radio pasillo de Tribunales; pero todo en off, según dijeron, por miedo a represalias.

Asimismo, alta resonancia tuvo un escrito anónimo que se refirió al orden de mérito como resultado de un concurso que no fue ni imparcial ni transparente. Desde el Consejo de la Magistratura, la presidenta del Cuerpo, la doctora María Marta Cáceres de Bollati, rechazó estas acusaciones y afirmó que se había hecho de manera correcta, y que los participantes desaprobados podían apelar por las vías formales.

Más allá de este episodio, es una pena que puertas adentro la autoimagen también resulte abollada y sume a la creencia de muchos que la Justicia es algo intocable, que no es pareja para todos y que no todos somos iguales ante la ley. Como reza un viejo dicho, muchas veces, hay que ser y parecer.

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