Engañado, asesinado y calcinado
Comenzará mañana en la Cámara Sexta del Crimen integrada por los jueces Pablo Brandán, Enrique Buteler y Esteban Díaz Reyna, con jurados populares, el juicio a seis acusados por un espantoso asesinato ocurrido el 14 de febrero del 2023, en la zona de Bajada de Piedra, junto a barrio Yapeyú, en el este de la ciudad. El caso fue tan estremecedor que los investigadores no podían creer la “ingeniería diabólica” armada por dos presos alojados en la cárcel de Cruz del Eje y ejecutada por tres sicarios que cobraron entre $200.000 y $400.000 para asesinar a Daniel Coria y luego quemar su cuerpo hasta reducirlo a restos carbonizados imposibles de identificar. De hecho, pudo ser reconocido por la llave de la moto que había dejado en la casa de su hermana, y que fue hallada entre los restos óseos.
Aparentemente, el recluso Pablo “Pistola” Silva, “se la tenía jurada” a Coria y entonces lo contactó a través de otro preso, Matías “Marley/Diente” Palacios. Le ofrecieron hacer un “trabajo vinculado con autos” y con gente que él no conocía. Coria no advirtió que lo estaban engañando y entonces alrededor de las 21.30 de aquella noche del 14 de febrero, se subió a un auto en el que iban Carlos “Manco” Figueroa, su hermano Héctor “Pirilo” y su hijo Michael “Maicol”. Todo sucedió muy rápido, porque lo llevaron a un descampado y lo mataron a balazos. Luego pusieron unas ruedas viejas alrededor del cadáver, lo rociaron con combustible y lo quemaron. El plan se completó cuando el hermano de “Pistola” Silva, Martín Silva, le pagó lo prometido a los Figueroa.
Por supuesto, este juicio que se iniciará a las 9 de mañana, se hará bajo estrictas medidas de seguridad, sin público y con la sola presencia de la prensa especializada. La acusación será llevada adelante por el fiscal Martín Berger y la imputación para los seis involucrados es la de homicidio doblemente calificado por precio o promesa remunerativa y con la participación premeditada de dos o más personas. Se trata de un delito que sólo prevé la prisión perpetua como única condena. Sin dudas, el plan criminal y la coordinación rozaron la perfección y Coria jamás se imaginó lo que le esperaba. Por eso fue engañado, asesinado y su cuerpo calcinado.
No pudo
Hace algunos días, los jueces Juan Manuel Ugarte, Marcelo Jaime y Eugenio Pérez Moreno de la Cámara Octava del Crimen, dieron a conocer los fundamentos de la condena a prisión perpetua que impusieron a Daniel Ignacio Chazarreta, quien abusó sexualmente de una niña (S.L.A) entre los 6 y 11 años de edad. La dura condena a perpetua se debió a que fue declarado responsable por el trágico suicidio de la víctima cuando tenía 16 años, tras no poder superar el trauma emocional provocado por tantos años de tocamientos. Recordemos que en la justicia provincial y nacional, el primer caso de similares características y que también terminó con la máxima condena para el acusado (Walter Insaurralde), fue el de la adolescente Sathya Aldana en julio del 2021, en la Cámara Tercera.
En el caso de Chazarreta, era supuestamente un “buen” vecino de la familia de la menor en barrio Altamira, y abusaba de ella cuando se quedaba a su cuidado (y cuando su esposa estaba ausente). En una relación totalmente asimétrica, le decía que lo que le hacía era como “en las novelas” y luego la amenazaba con matar a su hermanito para que no contara nada. Cuando S.L.A tuvo 11 años, y gracias a las clases de Educación Sexual Integral en la escuela a la que concurría, se pudo dar cuenta que había sido víctima de un abusador. Este descubrimiento le permitió contar a sus amigas -y luego a una tía- el espanto que había sufrido. Sin embargo, y a pesar de recibir ayuda en el Polo de la Mujer, comenzó con autoagresiones “por sentirse culpable de no haberse defendido”. En realidad nadie había sospechado sobre semejantes atrocidades, en un contexto de confianza entre sus padres y el victimario. Lo cierto es que afectada por el stress post-traumático, S.L.A vivía un infierno en su mundo interior y sentía el impulso de castigarse, de “desquitarse” por haber permitido los abusos. Como si fuera poco, Chazarreta seguía viviendo cerca de su casa y la amedrentaba con insultos y gestos ofensivos. Agobiada anímicamente, fue entonces que en febrero del 2024 ingirió medicamentos y ocurrió lo peor.
En el juicio y además de su testimonio documentado, “vívido y claro”, la prueba pericial fue galopante y demoledora. Tanto que el condenado pasó de negar los hechos a pedir “disculpas por los problemas ocasionados” y justificándose que “si hubo toqueteos, no fueron ni por morbo ni para satisfacer deseos sexuales”. La conducta de Chazarreta fue la propia de un perverso y depravado y por eso fue condenado por unanimidad. Sus abusos fueron demasiado para una niña indefensa que intentó salvarse…pero no pudo.