No es ninguna novedad el robo de autopartes de vehículos secuestrados por diferentes razones que son llevados a corralones municipales y comisarías. De hecho, ya hubo varios juicios con condenas a funcionarios, policías y particulares, quienes, aprovechando el amontonamiento y descuido de autos y motos (sumado a las demoras burocráticas para las correspondientes restituciones a los dueños) robaron y hurtaron repuestos y hasta coches completos. Por lo general, éstos ocultaban luego esas maniobras delictivas con ocasionales incendios misteriosos a fin de «tapar» los robos y borrar las pruebas. Claro que, cuando un robo de estas características sucede en un pequeño pueblo como lo es General Baldissera (ubicado en el sur provincial, a 320 km de nuestra ciudad y de alrededor de 3.000 habitantes), entonces el hecho se vuelve increíble porque en estas comunidades casi todo se descubre y se sabe al detalle.
Desde hace algunos días, el fiscal Pedro Guerra de Corral de Bustos intenta identificar a quien o a quienes robaron una batería y cuatro ruedas de una Volkswagen Amarok, que había sido llevada a la comisaría local luego de protagonizar un grave siniestro vial por el que el conductor fue imputado de homicidio culposo. Con el avance de la causa judicial, y con las pericias mecánicas concluidas, se dispuso la devolución del rodado a su dueño. Pero cuando éste concurrió a la dependencia policial para retirar su camioneta se encontró con la desagradable sorpresa del faltante de la batería, de la rueda auxiliar y de otras tres que estaban colocadas.
Ante semejante situación hizo la denuncia, agravada además por la irresponsabilidad o complicidad de los policías que no supieron explicar lo ocurrido. Ahora bien, cuando comenzó la búsqueda de lo robado, sucedió algo más desopilante aún. Los neumáticos robados estaban puestos en una Amarok de los Bomberos, cuyo cuartel está al lado de la comisaría. Mientras la batería permanece desaparecida, por ahora los 25 integrantes del Cuerpo miran al cielo mientras patean cascotitos haciéndose los distraídos, pero agigantando aún más la sospecha de que todos, o casi todos, saben realmente qué pasó. Por supuesto, habrá imputaciones ni bien se rompa el silencio de este curioso robo que, al menos, sirvió para romper la rutina habitual del pequeño y calmo poblado.