Sin pena ni gloria
Puertas adentro del Poder Judicial, la mayoría de los jueces, fiscales y trabajadores admiten que “la balanza” funciona cuando y como quiere, confirmando por si hiciera falta que la Ley no es pareja para todos, y que no todos somos iguales ante la Ley. Lo que debería ser “un relojito suizo” en realidad es una chatarra oxidada que pierde herrumbre por un montón de lados, salvo honrosas excepciones de magistrados que como pueden, se mantienen incólumes y fieles a la Constitución, a los Códigos y a sus juramentos. De hecho, la percepción mayoritaria de la sociedad es que La Justicia muchas veces es capaz de “transar” sin culpas ni límites y hasta exhibiendo histriónicamente sus miserias. Basta revisar como ingresaron en el año 2016 el actual presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, y el ministro Carlos Rosenkrantz. Ambos aceptaron hacerlo por decreto del ex Presidente Macri, antes que el pudoroso Senado blanqueara y corrigiera semejante despropósito. Algo parecido intentó el actual Presidente Milei con Ariel Lijo y García Mansilla (a quien la Corte llegó a integrar), pero sin la gracia de la Cámara Alta.
Hace algunos días, reapareció en los medios el cordobés Juan Carlos Maqueda, quien formó parte de la Corte desde el 30 de diciembre del 2002 (propuesto por el presidente de la crisis Eduardo Duhalde), hasta el 27 de diciembre del año pasado. En estos casi 22 años, Maqueda integró una de las mejores formaciones junto a Lorenzetti, Elena Highton, Zaffaroni, Carmen Argibay, Fayt y Petracchi. Pero con el paso de los años, esta Corte muy respetable se fue desintegrando y desgajando y también la imagen de los jueces que permanecieron.
En el caso de Maqueda, recordemos que provenía del Peronismo cordobés y que había sido, entre tantos cargos políticos que ocupó, ministro de educación durante la primera gestión del ex gobernador De La Sota. Seguramente y con tantos años que estuvo en la Corte, Maqueda pudo conocer el derecho y el revés de infinidad de maniobras corporativas y de relaciones espurias que poco y nada tienen que ver con la razón y la verdad. Recordemos también que en el año 2013 fue uno de los jueces que firmó la inconstitucionalidad de la Reforma del Consejo de la Magistratura votada en el Congreso. Finalmente, hace algunos años resultó salpicado por presuntas irregularidades en la Obra Judicial del Poder Judicial, investigación que se diluyó como agua entre los dedos.
Por supuesto en las altas esferas de este “sagrado” Poder, suele suceder que a la vista se dicen cosas que son rápidamente negadas cuando “la cámara se apaga”. Al menos en la Corte, Maqueda siempre mantuvo un bajo perfil y nunca rompió el molde de lo establecido. Se fue acomodando y es así que estuvo en una de las mejores, y también en una de las peores como lo es la de los últimos años. Podríamos decir entonces, y a modo de “vistazo general”, que su trayectoria por el Alto Cuerpo Judicial pasó sin pena ni gloria.
¡Volvió!
Muchas veces la vida sube y baja como una montaña rusa y por eso la gente sabia dice con toda razón: “Nunca digas nunca”, o “De esta agua no he de beber”. Ángel “Pato” Cabrera nació en una familia humilde de Villa Allende y con el don y el talento de pegarle como pocos a la pelotita de golf. Y así fue que de tanto trabajar en el Córdoba Golf Club como caddie, fue aprendiendo y entonces a nadie sorprendió cuando empezó a ganar y ganar, siguiendo el mismo camino que ya transitaba otro ilustre como Eduardo “el Gato” Romero. Por supuesto, la cima de tanta gloria se produjo en el año 2007 cuando ganó el U.S. Open con un golpe de ventaja sobre el gran Tiger Woods, y en el año 2009, cuando se quedó con el traje verde del Master de Augusta tras un memorable desempate con Kenny Perry.
Sin embargo, y así como les ocurrió a otros grandes deportistas, la “vida fácil” lo fue trastocando con un desafortunado manto de omnipotencia y de fernet y otras bebidas que lo llevaron a perder la cordura y a maltratar a su esposa primero, y a otras dos mujeres después, quienes en definitiva ya cansadas y hartas de tantos atropellos, lo denunciaron y lo llevaron a tribunales. Así fue que en julio del año 2021, luego de un intento de permanecer en EE.UU. para “zafar” de la justicia cordobesa, fue condenado a 2 años de prisión efectiva en la Cámara Segunda del Crimen.
Un año después, en la Cámara Octava recibió una segunda condena de 2 años y 4 meses de cárcel. Y fue en este juicio, cuando sin vergüenza le dijo a los jueces: “Muchos dicen que la cárcel es mala, pero no es así. A mí la cárcel me hizo muy bien. Lo que había estado haciendo era una locura”. Finalmente en agosto del 2023, el Pato recibió el beneficio de la libertad condicional y entonces la duda era si había aprendido la lección y sería capaz de recuperarse como persona y como golfista.
Hace algunos días, y ya totalmente inserto en el circuito Senior de Estados Unidos, ganó dos Majors del PGA Tours Champions y en Wisconsin logró un “albatros”, algo que es dificilísimo y sólo posible para los talentosos como él. Dicho en vocabulario futbolero, el Pato se puso la camiseta 10 y la está descosiendo y de paso recuperando la chequera.
Ángel Cabrera recién tiene 55 años, está totalmente vigente entre los veteranos y en su camino pasó 32 meses entre las rejas. Repite y repite: “Estaba perdido y no escuchaba a nadie”. Seguramente hoy su vida tiene otro sentido, “se ha encontrado” y entonces así ganó el trofeo más importante de todos. Ahora es feliz, sabe dónde está, qué es lo que quiere y cómo encontrarlo. Al Pato Cabrera no se lo contó nadie…estuvo arriba, se pegó un porrazo y volvió a subir. Y siempre es buena noticia saber que “las vueltas de la vida” dan revanchas, que se pueden o no aprovechar. Sin dudas, Cabrera lo hizo y por eso podemos decir que tanto como persona y como deportista, el Pato ¡volvió!