De no mediar imprevistos, el jueves 27 de febrero del próximo año comenzará el juicio por el femicidio de la influencer y estudiante de arquitectura Catalina Gutiérrez quien sólo tenía 21 años de edad. Es probable que se haga un abreviado y por lo tanto podría terminar ese mismo día. De todos modos, el final ya está cantado porque el acusado, también estudiante y compañero de la víctima, Néstor Aguilar Soto, está imputado por homicidio doblemente calificado por alevosía y violencia de género, que prevé la única condena posible de prisión perpetua.
Este femicidio todavía resulta increíble, ya que Aguilar Soto, también de 21 años y oriundo de Bariloche, y al menos en la apariencia, tenía una relación cercana con Catalina, e incluso los padres de ella lo conocían porque además habían compartido alguna comida. Es más, aquella noche del 17 de julio pasado, ella lo había ido a buscar a su departamento para juntos ir al Patio Olmos, donde se encontrarían con los otros amigos del grupo de estudio. Sin embargo, Catalina desconocía que Aguilar Soto estaba obsesionado con ella, y que a pesar de saber que tenía novio y de conocerlo , había decidido decirle que era “el amor de su vida”.
Así habrían ocurrido los hechos, con una discusión y un descontrolado ataque de parte de él al sentirse rechazado, y una desesperada defensa por parte de Catalina, quien finalmente murió asfixiada por estrangulamiento, tal como confirmó luego la autopsia. Tras matarla, él metió el cuerpo en el asiento trasero del Clío de Catalina, y en un descampado de barrio Ampliación Kennedy, le prendió fuego por dentro en un intento de tergiversar lo sucedido, lo que finalmente no prosperó. En tal sentido, y más allá de su propia confesión cuando no pudo sostener la mentira, la prueba que reunió el fiscal José Mana es elocuente, tanto los objetos encontrados en el lugar del crimen como las filmaciones que lo muestran en el momento del intento de coartada.
El juicio se realizará en la Cámara Once y participarán jurados populares. Es muy probable entonces que Aguilar Soto pida perdón, admita la autoría sin vueltas y diga: “Yo la maté”.