Hay que leer a Juan Solá

Hay que leer a Juan Solá

“Ñeri”, es la última novela de Juan Solá (Entre Ríos, 1982) publicada por la prestigiosa editorial Hojas del Sur. En 2016, Solá obtuvo una gran notoriedad en el ámbito literario con “La Chaco”, novela que ya cuenta con siete ediciones y trata, como bien lo indica poética y metafóricamente su contratapa, de “una mariposa que nunca se olvidará que fue gusano… testimonio descarnado de Ximena, que se sabe demasiado distinta para creer en la libertad, pero lo suficientemente valiente como para perseguirla”.
Solá pinta con trazos precisos y notorios, la sociedad patriarcal actual, sus contradicciones y sus injusticias, su maldad y su miseria. Lejos de “estar a la moda” o hacer un aprovechamiento literario de la coyuntura, la novela se sostiene por sí misma con una escritura fresca, directa y profunda. La voz que allí escuchamos no sólo cumple las normas de la verosimilitud mimética, sino que aparece de manera auténtica: ni panfletaria ni simplista.

En “Ñeri”, el lector va encontrarse con una travesía. El itinerario que realiza Rafael, el protagonista, es doble: por un lado el viaje y salida de la cárcel, y por otro, la travesía interior, desandando los recuerdos, las heridas que aún sangran y gritan su realidad extrema de violencia en el país lejano de la infancia.

Rafael es un muchacho pobre que vive con sus hermanos y hermanas en una casilla del conurbano. Hay una madre que hace lo que puede y un padre violento, alcohólico, que abusa de sus propias hijas. El argumento, aparte de expresar una lamentable realidad, se presta evidentemente para el golpe bajo literario. Sin embargo, Juan Solá maneja con destreza los aspectos más oscuros del argumento. A veces una sola línea, dos o tres renglones son suficientes para dejar que el lector complete el horror. No hay un regodearse en la miseria: hay un mostrarla de manera clara y distinta, pero, al mismo tiempo, en dosis necesarias y contundentes.

Muchas veces estas escenas, o diálogos que expresan la violencia social, son acompañadas también por gestos o palabras de ternura, pequeñas complicidades entre hermanos o vecinos que generan una mezcla literaria abrumadora. La familia que habita en la casilla va poco a poco desmembrándose, partiéndose, y cada hermano va realizando un itinerario diferente. Rafael va conectando de algún modo todas esas historias. La hermandad de los hermanos no puede alterar la realidad, solamente puede brindar un poquito de amor que nunca alcanza.

Solá va hilvanando, entonces, diferentes historias en donde Rafael hace las veces de conector. El tejido social se va rasgando y la escritura del autor es una aguja aguda y feroz que va recomponiendo las historias, tejiendo con dos hilos magistrales: el dolor y la ternura.

Novela de nuevo realismo social, que parte del contexto de la crisis de 2001 en Argentina. Hablamos entonces de los pobres de la democracia. Aquellos pobres a los que, como dice el autor en una parte de la novela, se les estaban muriendo los sueños. Los personajes de “Ñeri” no llegan, no triunfan: sobreviven. Van con su carga de sueños moribundos evitando a toda costa que se les mueran. En este sentido, la novela, tiene siempre al lector en terapia intensiva. Los personajes están ahí trabajando sus sueños, luchando, pero toda la realidad circundante es grave, peligrosa.

Y en todo ese embrollo interior de dolor y violencia hay humor y ternura. Surge la complicidad y la solidaridad de los desamparados. Allí, es donde el título encuentra su razón. Ñeri: una suerte de compañeros/as, hermanos/as, amigos que ayudan a sobrevivir las formas de la soledad y la violencia.

En el capítulo cuatro de la segunda parte, aparecen una serie de cartas íntimas, en donde el tono de la escritura cambia y, si bien al principio puede parecernos un salto en el estilo, todo se resuelve en el transcurrir de la novela. Allí, el escribiente dice: “No me olvidé de vos, me acordé de mí”. Me arriesgo a pensar que es una buena razón, un criterio hasta hermenéutico para la comprensión de los postergados y vejados personajes de “Ñeri” y también de “La Chaco”. Solá, se acuerda de los “condenados de la tierra”, o, mejor dicho, los hace a ellos, en cuanto personajes, acordarse de ellos mismos, reflexionar sobre su propia vida, su aparecer social: “…pero dejame decirte que ser puto y del interior debe ser de las cosas más tristes que pueden sucederle a alguien”.

Una escritura contundente. Al mismo tiempo, lejos del énfasis y la exageración. Economía verbal, una buena historia y cuidadísima edición. Juan Solá no es un escritor que promete, es un escritor que ya está dando que hablar. Hay que leerlo. Si prometió algo, parece que ya lo está cumpliendo.

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