Hace apenas un mes, el Teatro del Libertador San Martín designó a un nuevo director, que en realidad es un viejo conocido del coliseo mayor de la cultura cordobesa: se trata de Maximiliano Olocco, un productor de una destacada trayectoria dentro del ámbito nacional e internacional.
Olocco ya estuvo al frente del Libertador como director entre 2016 y 2020, justo antes de la llegada de Adrián Ávila Arzuza, quien ahora renunció al cargo antes de este regreso en un contexto particular, marcado por la crisis económica que azota al país. Durante aquella gestión de Olocco –que siempre estuvo ligado a la reconocida Fundación ProArte Córdoba, de la que fue productor artístico-, se realizó una histórica restauración del Teatro del Libertador, que ahora volvió a recibirlo con los brazos abiertos. Olocco viene también de una familia vinculada a la música en casi todos sus géneros, con las históricas disquerías homónimas como emblema, que se convirtieron en una referencia para diferentes generaciones de cordobeses.
Mi primera pregunta es por tu decisión de volver al Libertador en este contexto tan particular del país…
Yo ya no pensaba volver de nuevo a trabajar tan intensamente en la gestión cultural, pero me convocó nuevamente Raúl Sansica, presidente de la Agencia Córdoba Cultura. Mi gestión anterior había terminado en 2020, después de una restauración histórica del teatro, donde hicimos todo lo que pudimos hacer y dije “bueno, ya está”. Pero Raúl me convenció de que se abría una nueva etapa y me dijo que quería que colaborara con su gestión. Y la verdad que es una persona de mi absoluta confianza, lo conozco de toda la vida, es gente de teatro, del ambiente, no es un extraño al medio. Esto es fundamental porque si no hablas el mismo idioma es muy difícil gestionar con gente que arriba a esa función nada más que a través de la política y no con la idoneidad suficiente como para conocer los códigos, el “metié” específico de lo que se vive dentro de un teatro, que es muy difícil de entender.
También habrá pesado tu amor por el Libertador…
A mí me encanta el teatro, he vivido toda mi vida en el teatro, desde que tenía cinco años he tenido mi primer contacto y la verdad que me apasiona el teatro. Tiene una mística que te atrapa: en el momento en que te captó es muy difícil que te suelte. Uno empieza a amar cada pared, cada fresco, cada butaca. Yo paso por los pasillos y empiezo a escuchar los ensayos de la música y me quedo unos minutos escuchando: es como magia, es un mundo de maravilla con un mecanismo de relojería en donde todo va hacia el objetivo final que es que el público disfrute de un espectáculo de alta calidad artística. Para que eso se logre hay un trabajo enorme de una cantidad de sectores y de gente que trabaja incansablemente dentro del teatro, tanto en áreas administrativas como de producción y de gestación de cada uno de los espectáculos, además de los artistas propiamente dichos y los técnicos que tienen que ensamblarse como un todo para que en esa hora o dos horas que puede durar algún espectáculo, la gente quede maravillada. Pero hay meses de trabajo detrás que se consume muy rápidamente y la gente que es ajena al ambiente desconoce todo esto. Y además es un mecanismo tan preciso y tan delicado que cualquier área que no funcione como debe ser afecta al producto final.
Es complicado igualmente gestionar en estos tiempos…
Es complicado, no hay dudas al respecto, pero tenemos una ventaja comparativa. Primero, tenemos personal altamente calificado en todas las áreas: los recursos humanos son fundamentales y los tenemos. Tenemos garantizado un presupuesto anual que si bien no puede ser muy elástico por las circunstancias propias del país, está sostenido con la palabra pública del propio gobernador Martín Llaryora, lo cual también nos diferencia de algún modo con otros ámbitos nacionales o alguna que otra provincia. Esto también es una ventaja porque podemos tener certezas de que gran parte de la programación, si no existe algún evento extraño en la economía, va a poder ser sostenida. Esto nos da previsibilidad, si bien siempre hay cierto margen de flexibilidad para adecuarse a las circunstancias, porque los argentinos tenemos mucha práctica en esto de adecuarnos a distintos contextos. De esta manera, podemos ir armando alguna ópera, algún ballet, alguna producción grande que en otras condiciones o en otras circunstancias serían muy difíciles de realizar.
Contanos algunas ideas que traes para la gestión
Por un lado, está la formación de públicos nuevos, ya que queremos volver a recrear los conciertos didácticos y las visitas guiadas. También queremos volver a armar el Museo del Teatro, ya que cuando hicimos la obra de la restauración tuvimos que desarmarlo entero, sacar todo lo que había dentro del teatro para poder intervenirlo. Y bueno, ahora tenemos todo de vuelta pero estamos clasificando, ordenando, limpiando, restaurando, para una vez que todo ese proceso esté terminado, poder reinaugurarlo y darle un espacio más contemporáneo a ese museo, que tiene muchísimos años porque lo fundó don Manuel Infantería en los años 70 y siempre anduvo muy bien, siempre generó interés en el público. Esa es una de nuestras prioridades, yo calculo que el año que viene podremos reinaugurar el Museo del Libertador.
Está bueno explicar ¿cómo funciona el Libertador? No todo el mundo sabe que tiene nueve cuerpos artísticos y 600 trabajadores…
La premisa que siempre he impulsado en la dirección y que siempre ha primado en este teatro es el alto nivel de calidad. Esto se logra primero teniendo buenos directores de cuerpos y luego haciendo concursos muy serios en la selección de quienes se incorporan a los cuerpos artísticos. Nunca nadie ha dicho que acá ha habido algún arreglo de ninguna naturaleza, los jurados siempre han sido impecables y los concursos son inobjetables y si alguno ha tenido alguna duda ha recurrido y en general se han desestimado porque todo el proceso se realiza con un seguimiento muy serio del asunto. O sea que llega el mejor calificado y si no da con el estándar que los jurados quieren, se desestima y queda de desierto el concurso y se arma una nueva convocatoria. Ha pasado más de una vez, la calidad está garantizada. Si además tenés directores en cada uno de los cuerpos que sigan con ese estándar, pues bueno, el resultado no puede ser malo. Y te digo, la crítica de la gente, el público y sobre todo los directores invitados del exterior o de la misma Argentina que vienen desde otras plazas y dirigen nuestros cuerpos siempre es elogiosa. O al revés, cuando los cuerpos nuestros van a actuar al teatro Colón o al CCK o a distintos ámbitos de la nación, se quedan todos pasmados por los niveles de calidad artística que tienen. Te diría que nuestra Orquesta, nuestra Banda Sinfónica, por ejemplo, para citar los dos organismos más grandes que tenemos, junto con el Coro Polifónico, tienen la categoría de la Orquesta Sinfónica Nacional, que es la orquesta estable del Teatro Colón. Estamos entre las dos o tres mejores orquestas del país, sin dudas. Y la banda está a la misma altura, algunos dicen que es la mejor de Latinoamérica, no lo afirmo yo: lo han dicho directores extranjeros que han venido a dirigirla.
En ese sentido estamos muy tranquilos. Nuestro deseo y el deseo también de la Agencia y del Gobernador es que salgamos al interior la mayor cantidad de veces posible, porque nuestros elencos no son elencos de la ciudad sino de la provincia de Córdoba, están sostenidos por los impuestos provinciales y por ende deberíamos recorrer toda la provincia. No es fácil por múltiples razones, entre ellas la logística porque no todos los espacios pueden contenernos: necesitamos salas que te permitan tener escenarios de la magnitud para que entre una orquesta sinfónica y una acústica acorde a ese tipo de organismos. Yo no puedo poner una banda sinfónica debajo de un teclado de zinc porque sé que va a sonar muy mal. Tampoco puedo hacerlo de manera acústica al aire libre. Entonces tengo que lograr equilibrios. Sonorizar los espacios es otra problemática. No es sencillo sonorizar una orquesta sinfónica, es mucho más fácil con una banda de rock o de pop o de jazz, que naturalmente están hechas para ser amplificada. Cuando vos hablas de un organismo como la Banda Sinfónica o la Orquesta Sinfónica naturalmente es acústico, sin amplificación, entonces necesitan un ámbito apropiado. Esto de algún modo te limita y que no podes ir a cualquier lado, pero nuestra intención es hacerlo.
¿Cómo darle un tinte personal a la gestión?
A mí no me preocupa el tinte personal porque creo que esto es un trabajo en equipo. Aquí no es lo que yo diga o lo que a mí se me ocurra, sino lo que se pueda generar en todo el ámbito de trabajo entre los directores de los cuerpos, nuestra gente de producción y programación y nuestra técnica, que permite que armemos equipo y decidir qué es viable que no lo es. Además, están los recursos: yo puedo imaginar la mejor de las puestas, pero puedo no tener los recursos necesarios para hacerla. Entonces tenemos que agudizar el ingenio y la creatividad para lograr un alto estándar artístico con la menor cantidad posible de recursos económicos, porque los recursos humanos los tenemos.
¿Cuáles son los objetivos de tu gestión?
Los desafíos de la gestión serían optimizar los recursos, que siempre son escasos aunque tenemos los recursos humanos, pero hay que tratar de unir ambas cosas con las inquietudes de los directores y de los programadores para lograr un equilibrio. Hay ejemplos que son significativos. Yo no puedo tocar cualquier partitura, por ejemplo: hay programas que a mí me cuesta conseguir porque alquilar las partituras cuestan $ 3.000.000 por los derechos de autor. Entonces, ¿qué tengo que hacer? O logro que algún sponsor pague esa programación o la cambio porque esos recursos me parecen más significativos ponerlos en la producción de un ballet o de una ópera, más que pagar los derechos de autor de la obra A o de la obra B. Son carísimos los derechos de autor, son muy caros. Entonces, todos esos son factores que contribuyen a que uno defina con estos recursos que tengo ¿qué es lo que puedo lograr? Y te digo que se pueden lograr cosas estupendas sin necesidad de gastar fortunas.
Yo lo que puedo darle al teatro es una impronta de cierta ejecutividad, porque vengo de haber dirigido empresas, de ser productor, tengo una mirada del adentro y del afuera, digamos, desde el punto de vista de la producción y de la gestión. Pero esto es un trabajo absolutamente de equipo.
¿Hay algún hito previsto en la programación de este año?
Lo que pasa es que, como todavía no lo he comunicado hacia los sectores involucrados, prefiero que sea una sorpresa para un futuro muy próximo. Tengo que terminar de cerrar, estamos programando una ópera, pero no te quiero decir ni el título ni el cuerpo, porque estoy cerrando toda esa producción. Una ópera o un ballet importante necesitan un tiempo de producción que es vital. Yo no puedo armar una ópera en 60 días, no puedo armar un ballet en 60 o 90 días, salvo que sea una reposición. Pero si tengo que hacer una nueva producción, necesito mínimo entre seis meses y, como caso extremo, cuatro meses. Ese es el tiempo. Si yo no crucé la línea de los cuatro meses, ya no estoy a tiempo de poder hacer una producción en serio. Hay tiempos de producción, de vestuario, de escenografía, de ensayos, de selección de quiénes van a ser los cantantes, quién va a ser el puestista, es decir, una infinidad de cosas que necesitan tiempo. Mucho más fácil es un concierto, en una semana se puede gestar y se gesta bien. ¿Por qué? Porque son todos músicos profesionales de alto nivel, con cuatro ensayos ya sale de primerísima.
¿Cuál crees que es el rol del Libertador en la sociedad cordobesa?
Yo creo que el lugar que ocupa el Libertador se lo ha ganado a través de estos 133 años, de un comienzo tímido, en donde las señoras de la Sociedad de Beneficencia inauguraban el teatro con algún acto, luego algún baile, alguna recepción de algún presidente que vino a visitar la ciudad… hasta bailes se han hecho acá adentro. Desde ese origen a la actualidad, desde que se fundó la primera Orquesta Sinfónica, se fueron sumando elencos y la actividad del teatro fue creciendo, como también su nivel de profesionalidad, su calidad fue siempre ascendente. Esto generó un polo de desarrollo de actividad que el público, la ciudadanía, lo fue tomando. Hay que decir además que no es un mérito sólo de la gente que trabaja en el teatro, sino del público que lo adoptó y permanentemente viene.
Nosotros somos muy sensibles a la situación económica y por ende generamos programas gratuitos y también programas pagos a entradas más que populares. Entradas que cuestan un tercio de lo que cuesta una entrada al cine con un espectáculo en vivo. Digo, la más barata y la más cara puede estar en una o dos entradas a un cine. O sea que estamos hablando de precios ridículos para lo que es una producción del Libertador. Si nos comparamos con otras salas del país, como el Tetro Colón, estamos a valores abismales de diferencia. Nosotros somos sensibles a la situación social y entonces ponemos un freno al costo de las entradas, aunque también queremos que haya espectáculos pagos para jerarquizar la actividad de los artistas.
Esto no implica que haya eventos especiales, como los conciertos didácticos, los conciertos para jubilados que queremos volver a recrear. Esto genera públicos nuevos porque queremos que los chicos, las escuelas vengan y se desmitifique el temor reverencial que el edificio puede generar. El teatro lejos de ser un ámbito que rechaza a la gente debe ser un ámbito que la cobija. Y el tipo que entró por primera vez no se va a olvidar, no hay manera de que no quede maravillado.