La mirada incómoda

La mirada incómoda

Por Martín Iparraguirre | De nuestra redacción

Por estos días, en la página web del Festival de Cine Márgenes, se puede acceder a la película cordobesa “El hijo del cazador”, de Germán Scelso y Federico Robles, una de las más interesantes del año que se dispone a terminar y sin dudas la más incómoda por su evidente intensidad política, derivada de un protagonista complejo por demás y el inteligente montaje que proponen los directores para abordarlo. Ocurre que “El hijo…” es un documental sobre Luis Quijano, hijo del gendarme Luis Alberto Cayetano Quijano, uno de los represores más duros del centro de detención clandestino La Perla en la última dictadura cívico militar argentina.

Ya en su estreno en el Festival de Mar del Plata 2018, donde participó de la Competencia Argentina, sacudió al público presente por los claroscuros del personaje: un hombre que reniega de la dictadura y de su herencia paterna pero que al mismo tiempo comparte una mirada ideológica afín al ideario militar de esos años, algo que lo vuelve inasimilable para los parámetros con que solemos pensar la historia. Si bien la película tiene una indiscutible dimensión testimonial novedosa, ya que muestra una perspectiva ausente en el debate político sobre los años más oscuros que vivió nuestro país, la de los hijos de los genocidas; su genialidad y clave emotiva se encuentra en la intimidad que Scelso y Robles consiguen construir con Quijano, al punto de capturar en primer plano la transformación de una persona a partir de la toma de conciencia de los crímenes que vió y las consecuencias históricas que implicaron.

Aquí, ambos directores analizan las estrategias narrativas de una película que no dejará indiferente a ningún espectador.  

 

HDC: ¿Cuál fue la estrategia narrativa que utilizaron?

 

-Cuando recién conocés a Luis, parece alguien muy tranquilo, pacífico, con una forma de hablar muy didáctica y racional. A medida que vas pasando con él más tiempo, empezás a ver cómo se abren otras capas más ambiguas o contradictorias de su personalidad o forma de pensar; capas de las cuales él es muy consciente. Por lo tanto, nos pareció que esa dualidad era también una buena manera de presentar el personaje ante los demás y que los espectadores pudieran tener la experiencia que nosotros habíamos tenido en el rodaje, de disentimiento a la vez que de empatía con Luis.

 

HDC: ¿Por qué dejaron para el final las opiniones que generan más irritación en el público?

 

Sobre la secuencia final, se suceden una serie de comentarios que oscilan entre la corrección política con respecto a la memoria de los desaparecidos y la declaración a favor de la pena de muerte y otros castigos ejemplares. Es decir que la estrategia que en el desarrollo de la película se da en forma sutil y espaciada, en la secuencia final se agudiza y se concentra. En resumen: para poder observar y escuchar a Quijano, primero hay que empatizar, y si lo que ocurre al final de la película estuviera por ejemplo al principio o en medio de la narración, esa empatía o atención que se le presta sería más difícil, porque se repudiarían sus comentarios antes de que se le pueda prestar una mirada, al menos, compasiva.

 

HDC: También me gustaría preguntarles sobre sus elecciones formales, ¿por qué eligieron ese primer plano con fondo negro para las entrevistas?

 

La puesta en escena de la entrevista principal es un no-lugar; así, ponemos el foco en donde queremos: en los gestos y el texto hablado del personaje. Es una película hecha de gestos y palabras. Y sobre todo lo que buscábamos con ese plano es interpelar a quien mira la película, dejando a Quijano muy cerca del espectador, físicamente cerca. Cuando la ves en pantalla grande en la sala de cine, Quijano parece estar sentado a tu mesa. Ese plano con esa puesta en escena introduce también al espectador en la puesta, sacándolo de su lugar meramente de espectador, de contemplador.

 

HDC: ¿Cuál fue su estrategia de acercamiento y relacionamiento con Luis? ¿Cómo fue ese proceso? ¿Se les planteó algún dilema?

 

Luis tiene en principio, como dijimos, una impronta muy amable, por lo que acercarse a él fue muy fácil. Después del primer encuentro nos dimos cuenta que no sólo era amable, sino que se expresaba muy bien, era muy fácil hablar con él sobre cualquier cosa, desde lo trivial hasta lo profundo. Al poder comunicarnos tan fluidamente, desarrollamos una relación honesta, cada uno decía lo que realmente pensaba sobre cuestiones ideológicas y políticas, y también pudimos explicarle qué queríamos hacer con la película. Porque en principio Luis se imaginaba un documental más ortodoxo, más televisivo, y no un documental de creación. Por lo cual tuvimos que explicarle el sentido de filmar su vida privada más allá del anecdotario referido a los “años de plomo”. De este modo llegamos a un acuerdo y filmábamos. La estrategia fue ser claros y directos.

No se nos planteó un dilema durante el trabajo de campo que hicimos. Eso ocurrió más tarde, en el montaje, en donde tuvimos que decidir con precisión qué poner de su entrevista.

 

HDC: Ustedes hablaron de incomodar al espectador, ¿en qué sentido la película incomoda?

 

Creemos que uno no se plantea “Bueno, voy a hacer una película incómoda para los demás”, sino que se plantea un objetivo personal, en este caso, explorar un territorio filoso, puesto que nadie había retratado al hijo de un torturador, menos darle voz y menos darle voz sin bajarle línea de política correcta. Por lo que, en todo caso, si la película era incómoda era incómoda en primer lugar para nosotros.

Después, en la instancia de montaje sí el potencial público aparece como un factor que influye en las decisiones, no el único ni mucho menos, pero sí un factor que simboliza también el contexto. Para el público de Madrid no es una película provocadora. En todo caso, es nuestra exploración de un territorio poco visitado, y una exploración también de nuestros propios límites y de la voluntad de ampliarlos.

 

HDC: Ustedes dijeron alguna vez que buscaban capturar una imagen distinta del personaje a la que había construido el periodismo, ¿cómo es esto?

 

Simplemente porque el periodismo busca siempre la primicia, y en ese afán de impacto construye los retratos de sus personajes en pantalla de una manera unívoca y sin matices. El periodismo no trata de complejizar los personajes que aborda, sino que busca estereotiparlos, resumirlos en torno al sentido común, mientras que, en el cine, se puede romper con el sentido común y complejizar los retratos.

 

HDC: ¿Cómo tomaron las reacciones que genera la película en el público? ¿Esperaban tanta susceptibilidad?

 

Esperábamos susceptibilidad, pero nos sorprendió igual el nivel eufórico que provocó en Mar del Plata. Especulamos sobre lo que puede suceder ahí, pero son especulaciones. Por un lado, no creemos que la reacción violenta sea un problema del público, sino de cómo se presentan las películas como esta, en qué contexto se las programa y en qué espacio. El hijo del cazador es una película que va a sensibilizar de distinta manera a una sobreviviente de La Perla y a un familiar de un policía o de un militar. De hecho, en la proyección del último sábado en Córdoba parecía haber de las dos características: sobrevivientes de La Perla y también familiares de militares o policías. Los primeros dejaron en claro ese dato personal, los segundos no, aunque algunos declaraban a favor de Quijano y su calidad de víctima. Ante lo cual, terminamos el coloquio tratando de dejar en claro lo complejo que es construir el concepto de víctima.

 

Las reacciones son mecánicas, en el sentido de que son viscerales y simples. Quizás la reacción sea el resultado de una situación parecida a de leer el diario de la editorial contraria o ver los programas de televisión de la editorial contraria. Pocos leen distintos medios para contrastar las noticias, la mayoría de la gente lee el medio de comunicación acorde a sus ideas, evita el mal trago de leer las publicaciones contrarias a su propio pensamiento. Esa evasión se ve vulnerada en El hijo del cazador, porque Quijano dice cuestiones que en una sala de cine “independiente” nadie espera escuchar porque son de otra “editorial de programación”.

 

Hace una semana estuvimos en Río IV presentándola con Gastón Molayoli, y esa proyección también fue distinta. El público no era tan variado y era menos cantidad. Por lo cual la conversación se mantuvo en un plano más confesional que conceptual, y se remarcó, cosa que no se había hecho en otras proyecciones o reseñas periodísticas, el valor testimonial de la película: puesto que reafirma desde un punto de vista novedoso, por ejemplo, los hechos delictivos de robo de dinero, inmuebles y otros bienes de los secuestrados, para el enriquecimiento personal de los represores y sus familias.

 

DESTACADO: La película estará disponible hasta el domingo en la página https://www.margenes.org, en el apartado “Sección Oficial”

 

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