Desorden en el aula

Desorden en el aula

Hace tres años que hacemos un programa de radio con los chicos de la nocturna. El proyecto articula cuatro materias y pretende superar inhibiciones a la hora de tomar la palabra, al tiempo que pone en valor la voz de la juventud en los medios de comunicación.

En otras condiciones ya habríamos ido al estudio, habríamos charlado con la Colo o el Rasta -los operadores de la noche de Radio La Ranchada-, y el programa habría salido en vivo. Pero las limitaciones del contexto nos obligan a modificar el proceso de trabajo, y entonces hacemos una cadena de audios y editamos el guión con los recursos tecnológicos que tenemos. Porque los chicos quieren salir al aire, hablar de lo que les pasa.

Con la cuarentena yo perdí la noción del tiempo”, dice Verónica. Y yo estoy haciendo las tareas que nos mandan los profes, entrenando en casa y tratando de sacar algo bueno del tiempo con la familia” completa Agustín. Pero, así como perdimos algunas cosas”, cierra Tiziana, podemos conseguir otras, como la posibilidad de recuperar el diálogo con la familia y disfrutar de cada momento, por pequeño que sea.”

Hoy por hoy, la continuidad del proceso educativo abre varias posibilidades. Hay quienes replican los contenidos de sus programas en las plataformas digitales, que de pronto se llenan de recursos orientados a suplir la distancia. Plantillas de PowerPoint, Prezi y enlaces de YouTube sirven de complemento para los documentos de Word o PDF en los que se despliega la clase. Al final se piden actividades para cada tema, y se pautan fechas de entrega para los trabajos evaluables.

Esta dinámica de trabajo supone que la escuela es una isla, un espacio desvinculado de la realidad: lo que ocurre fuera de las fronteras escolares (fronteras reales o virtuales, no importa) no afecta al proceso educativo porque, en definitiva, a la escuela se va a aprender, ¿o no?
El problema de insistir con este orden tradicional y continuar como si nada, es que la realidad irrumpe, se impone más allá de la voluntad de un docente, un directivo o de cualquier ministro de educación. El horario de clases quedó entre paréntesis, la productividad del conocimiento está en suspenso, y por más que se adapten los contenidos, la vida misma de los estudiantes se alteró, del mismo modo en que se alteró el orden familiar, laboral, religioso.

Parece irrisorio que la escuela pretenda funcionar suplantado clases presenciales por virtuales o (en los contextos más vulnerables) con actividades impresas en papel, fotocopias que se entregan a los padres con los temas que, de acuerdo a las planificaciones, se deberían enseñar en este momento del año. Y esta nostalgia del orden resulta irrisoria porque el acceso a las herramientas digitales está marcado por la desigualdad, porque no todos tenemos la alfabetización tecnológica necesaria para que estos recursos sirvan al aprendizaje, y porque hay carencias estructurales que van más allá de tener o no tener un celular o una netbook.

Ninguna escuela va a ser mejor ni brindará una educación de calidad por el hecho de aferrarse a los tiempos y los contenidos previstos antes de la pandemia. Desconocer esta situación es un signo de torpeza, incluso de discriminación.

Hay otras alternativas para seguir el proceso educativo, por supuesto. La diversidad de dispositivos de comunicación permite mantener cierto contacto y, aunque ya no sea dentro del aula, cada encuentro puede servir para interpretar el presente con los recursos que manejamos.

Ejemplo: una profe de Lengua cuenta que acordó, con otros profes del área, escribir algo así como un Decamerón 2.0”. La mayoría de los estudiantes del colegio se dividió en grupo, se abrieron varios documentos compartidos y se inventaron historias. El objetivo es alcanzar 100 relatos, como los de aquellos florentinos imaginados por Boccaccio en tiempos de la peste bubónica, allá por los primeros años del Renacimiento

¿Estaba previsto en el programa de Lengua para el Ciclo 2020? ¿Contribuye al aprendizaje de la oración simple? ¿Y del Martín Fierro”? Cada grupo de chicos está inmerso en un proceso de escritura colectiva, los docentes guían, y se participa en el momento que se puede, a un ritmo desigual. Sin embargo, es probable que este colegio salga de la cuarentena con un libro original, que también será testimonio de una época. De esta época.

Otra experiencia: un profe de Educación Física discute con la dirección, porque se niega a mandar actividades evaluables. En vez de poner a los chicos a estudiar reglamentos de memoria u obligar a los padres a controlar cuántas abdominales y lagartijas hacen sus hijos, envía una secuencia de ejercicios de estiramiento y meditación para hacer en familia, en algún momento del día, con el objetivo armonizar el cuerpo y relajar tensiones.

Frente la falta de certezas acerca del porvenir, los docentes tienen la posibilidad de pensar con los estudiantes las distintas aristas de esta crisis. Algo tendrá que aportar la química, la física, la sociología, la historia…

No importa la materia, todos estamos involucrados. Juntos podemos abrir interrogantes y ensayar respuestas para profundizar qué nos sucede, cómo lo vivimos, y cómo resistimos.

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