Mujer, a 25 años de la Declaración de Pekín

Mujer, a 25 años de la Declaración de Pekín

3. Economía, pobreza, educación

La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Pekín en 1995 supuso un hito en el modo de abordar los derechos humanos de las mujeres. Continuamos con la serie de notas donde evaluamos las expectativas de la reunión de Pekín, confrontadas con las realizaciones.

En 2017, Humans Rigths Watch estimó que hasta 2,8 millones de mujeres podrían estar ejerciendo como sirvientas en todo Oriente Medio. Mujeres procedentes de lugares como Kenia, Filipinas, Bangladesh, Tanzania o Nepal. A pesar de que muchos de estos Estados de procedencia han establecido prohibiciones para evitar que sus mujeres emigren a los países de Oriente Medio como sirvientas, esas restricciones son fácilmente evitables. Ese sector genera beneficios tanto para los países receptores –trabajo en régimen de semiesclavitud denominado kafala”, aplicable también a los hombres– como para los países de origen, que reciben cientos de millones de euros al año en remesas. El documental Maid in Hell” de la BBC muestra cómo funciona esta industria, y recoge testimonios tanto de los dueños de una agencia de contratación de Beirut como de mujeres contratadas para el servicio doméstico a las que se les retira el pasaporte y han de cumplir con horarios de hasta 18 horas. En algunos casos, los maltratos físicos, incluidos abusos sexuales, han llegado a causar gravísimas heridas a las empleadas domésticas. Periódicamente, además, alguna de ellas es asesinada.

El gran desarrollo de la industria de la moda, con cadenas de suministro globales y producción hipertrofiada, ha sido posible, como muestra el documental The True Cost”, a costa de generar una gran contaminación y deforestación, y de ofrecer empleos mal pagados a países que se han especializado en confeccionar prendas de vestir. Es el caso de Bangladesh. En su capital, Dhaka, se derrumbó en 2013 un edificio, el Rana Plaza, en el que se fabricaba ropa para decenas de marcas internacionales. La mayoría de los trabajadores eran mujeres. Perdieron la vida más de 1.000 personas y resultaron heridas unas 2.000. El empleo masivo de mujeres en la industria de la moda es común a todos los países. Se estima que en torno a un 85% de los trabajadores de la industria internacional de la moda son féminas.

Las grandes cifras de la economía siguen excluyendo las millones de horas de tareas imprescindibles para que el sistema económico pueda seguir funcionando: cuidado de personas dependientes, de menores, o los trabajos del hogar. A ello hay que sumar las trabajadoras del hogar en todo el mundo que carecen de contrato y de derechos laborales y sanitarios –y, por supuesto, de pensiones dignas en un futuro–, asociados a un empleo formal en la mayoría de los países. Según Intermón Oxfam, el valor monetario de esos trabajos supondría 10,8 billones de dólares a escala mundial. Esta ONG realizó en 2019 una serie de documentales bajo el título de Tiempo Privado sobre esa economía de los cuidados en México, donde el éxito de la película Roma” ya había suscitado un debate sobre la posición social de las trabajadoras del hogar casi invisibles.

La exclusión económica de la mujer la condena a la pobreza y la precariedad, aumentando las posibilidades de sufrir vulneraciones de sus derechos humanos: desde un menor acceso a la educación hasta una mayor posibilidad de sufrir trata. Es también un estado transversal a casi todos los 12 obstáculos establecidos por la Plataforma de Pekín. Uno de los indicadores de desigualdad económica es la brecha salarial entre hombres y mujeres. En su último estudio sobre 70 países, la OIT cifró en un 19% la brecha salarial media. Ellas son, por tanto, un 20% más pobres. Además, según el Banco Mundial, esa pobreza se transmite más inter generacionalmente que en el caso de los niños varones. De los 2.000 millones de personas en todo el mundo que no disponen de una cuenta en una institución financiera formal –desde bancos hasta cooperativas de crédito–, 1.300 millones son mujeres. El 52% de las mujeres de América Latina no dispone de una cuenta.

La institución económica de la ONU concluyó en uno de sus análisis más amplios sobre la pobreza que las mujeres tienen más posibilidades de ser pobres que los hombres entre los 30 y los 34 años. Una de las causas es la maternidad, que sigue actuando en muchos países como un factor de exclusión del mercado laboral. Además, quedarse viuda o divorciarse y pasar a encabezar una familia monoparantal –ellas son más numerosas que los hombres en este rol– aumentan también las posibilidades de caer en la pobreza.

Es también el caso de Estados Unidos, donde, a pesar de un ligero descenso en la pobreza de estas familias en los últimos años, sigue concentrándose una alta tasa de precariedad en unidades familiares sustentadas por madres trabajadoras. En 2019, además, la brecha salarial hacía que por cada dólar ganado por un hombre, una mujer ganase tan solo 81 centavos. La película The Florida Project” cuenta la historia de una madre soltera de 22 años, Halley, y su hija, Monee. Las dos viven en un motel cercano a Disney World, que apenas pueden pagar con los ingresos que obtiene Halley con trabajos precarios en el sector turístico. Florida, con una alta concentración de servicios turísticos y de cuidados, sobre todo de personas en la tercera edad, es uno de los estados del país con más trabajadores pobres.

Huir de la pobreza es una de las principales motivaciones para que hombres y mujeres emprendan el camino de la emigración. En el caso de ellas, esa ruta migratoria suele enfrentar problemas añadidos a todas las dificultades enfrentadas por los compañeros migrantes. La directora salvadoreña Marcela Zamora recogió en el documental María en tierra de nadiealgunas historias de migrantes centroamericanas en su ruta hacia EEUU a través de México.

Las desigualdades en el trato hacia la mujer comienzan en la infancia. Tanto en la familia, asignando ciertas tareas sólo a las niñas, como en la escuela. Respecto a la educación, Unicef estima que 132 millones de niñas en todo el mundo no tienen acceso a una educación formal. Los principales problemas se concentran en los países en desarrollo (76% de las mujeres alfabetizadas frente al 85% de los hombres) y en los menos desarrollados (un 51% frente al 67%).

La ONG Girls Risign lleva promoviendo el acceso a la educación desde 2013, año en el que se estrenó un documental titulado Girls Rising”, que contaba las historias de nueve niñas de países en desarrollo y sus barreras y obstáculos para completar una educación escolar. Por ejemplo, solo el 23% de las niñas pobres del medio rural completan su educación primaria en África subsahariana. En el canal de youtube de la organización se han ido añadiendo mini documentales que recogen las vidas actuales de aquellas niñas de Camboya, Sierra Leona, Afganistán, India o Perú.

La paquistaní Malala Yousafzai se convirtió en una activista global a favor de los derechos educativos de las niñas tras sufrir un atentado talibán en 2012 que estuvo a punto de costarle la vida, por el simple hecho de acudir a la escuela. En el documental He named me Malala” se cuenta su historia y cómo se transformó en una representante de todas esas niñas que ven negado uno de los derechos básicos: el de formarse en iguales condiciones que los hombres.

La brecha de género también es amplia por lo que respecta al número de investigadoras científicas, incluidos los países más desarrollados. Según cifras de la Unesco (2016), las mujeres representan el 53% de las licenciadas y tituladas con máster, y un 43% de los doctorados, pero solo un 28% de los puestos de investigación. En el documental Picture a Scientist se repasan algunos de los obstáculos que han tenido que superar algunas destacadas científicas estadounidenses y cómo es el trabajo de jóvenes científicas, tanto en laboratorios como en trabajos de campo.

(Continuará en el próximo suplemento GÉNEROS)

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