Apuntes sobre política cultural

Apuntes sobre política cultural

La cultura, según el diccionario, es el conjunto de costumbres, formas de conducta, lenguaje, religión y sistema de creencias, por medio de los cuales una sociedad se expresa y manifiesta.

La política cultural, capítulo fundamental de las políticas públicas, contribuye de manera decisiva, a la configuración de conductas sociales y de relaciones de poder, a través de la valoración, preferencia, difusión y promoción de determinadas expresiones culturales en desmedro de otras.

Las decisiones políticas nunca son neutrales ideológicamente, por lo que siempre existirán diferentes modelos de política cultural. Podemos caracterizarlos según la diferente importancia que se concede a los conceptos de libertad, igualdad y autoridad.

En un modelo autoritario, la libertad y la igualdad están subordinadas al principio de la autoridad. En este modelo las limitaciones a las expresiones culturales heterodoxas y la censura en pos de la hegemonía de determinados valores, prácticamente no tiene límites. Son ejemplos de este modelo los padecidos por nuestros países latinoamericanos durante las dictaduras militares. El desarrollo cultural durante estos periodos se manifestó de forma abierta en el exterior, asociado a lo político. El lenguaje cultural en el exilio se vuelve contestatario y libertario.

El modelo liberal, en cambio, privilegia la libertad por sobre los principios de igualdad y autoridad. Se basa en la idea de la inexistencia de limitaciones para toda expresión cultural y se ancla en la tolerancia y el pluralismo. Rechaza la intromisión estatal oponiéndose a todo tipo de censura y solo reconoce como límites aceptables aquellos que lesionan ciertos derechos, por ejemplo, el derecho a la diferencia o a la diversidad”, el derecho a la vida privada” y, en general, todos aquellos que en las constituciones modernas consideramos como derechos fundamentales.

El modelo igualitario, sobre la base de considerar que los miembros de la sociedad no son iguales, privilegia la gestión de acceso a la cultura. Este modelo, en realidad, denuncia al liberal por esconder, según su criterio, un modelo autoritario en la medida que el Estado, al no garantizar la igualdad, solo tendrán verdadera libertad de expresión” aquellos que o bien ya hayan accedido a los bienes culturales, o bien pertenezcan a la cultura hegemónica.

Pensamos que una de política cultural democrática debe ser liberal en tanto garantice la igualdad y sostener explícitamente y ser coherente con principios que hacen, precisamente, al nervio democrático, a saber:

Transparencia: en general, la carencia de políticas culturales explícitas suele ser consecuencia de la no-profesionalización de este segmento de las políticas públicas. El descuido y la improvisación también son una manera –no explícita- de formular y configurar política cultural.

Inclusión y participación: las decisiones político-culturales no pueden excluir a ningún miembro de la sociedad y deben garantizar el derecho de todos a conocer y a expresarse, ya que las clases dominantes suelen disponer, casi sin excepciones, de los medios de comunicación para imponer, precisamente, la cultura dominante.

No moralizadora: el objetivo de la política cultural no es moldear la conciencia moral. Esto quiere decir que el Estado debe intervenir limitando la libertad cuando está en juego el daño social y no la aceptación de determinados valores.

Contrahegemónica: desde esta perspectiva, el Estado no debe subsidiar solo aquello que suponga perpetuar las ideas ortodoxas –o impedir que se expresen las ideas heterodoxas- por ofensivas que puedan resultar ciertas expresiones para quienes sostienen las ideas ortodoxas.

Una concepción democrática de política cultural, además, debe rechazar cualquier actitud elitista o aristocrática” de la cultura frente a la distancia que se da entre ciertas expresiones culturales y los sectores populares. Del otro lado, también debe rechazarse una política cultural populista que se expresa en lecturas apologéticas de lo que el pueblo hace”, otorgándosele a esa actividad un valor en sí misma.

En nuestra sociedad conviven diversas culturas: judía, católica, boliviana, venezolana, peruanas, etc. y aquellos a quienes la cultura dominante llama marginales”. En una especie de remake” del Martín Fierro de José Hernández, estos otros” deben esforzarse en demostrarle al resto de la sociedad que no son ni vagos, ni matreros y que quieren vivir bien y en paz. Y es ahí, precisamente, donde se juega una política cultural democrática: gestando accesos y no haciendo caridad cultural”.

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