Presencias y ausencias de las mujeres

Presencias y ausencias de las mujeres

La pandemia nos ha permitido mirar y recorrer la ciudad de otro modo. Su centro histórico, por momentos más silencioso, nos muestra las marcas profundas que ha dejado el orden colonial.
Es innegable que la identidad de la ciudad de Córdoba tiene como uno de sus pilares fundamentales el pasado colonial, ligado fundamentalmente a la presencia de la universidad, iglesias, conventos y monasterios que aún conserva. La declaración de la Manzana Jesuítica como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO ha reforzado la identidad de la Docta”. El pasado colonial presente en el imaginario cordobés -glorioso” por su vinculación con lo religioso” y lo culto”-, solo tuvo como protagonistas a varones de la élite, especialmente ligados a la vida religiosa o a la abogacía.

Algunos nombres de las calles céntricas así lo acreditan: Obispo Trejo, Deán Funes, Duarte Quirós, entre otras. Por ejemplo, si recorremos el edificio del Rectorado Antiguo de la Universidad, observamos que se privilegia la memoria masculina, androcéntrica -en especial la de los jesuitas y la de los abogados-, pero con apariencia de neutralidad”. Y cuando las mujeres aparecen en el discurso histórico más tradicional -que, lamentablemente muchas veces recogen los museos y los guías turísticos- están vinculadas a la élite fundadora (Luisa Martel de los Ríos, en el rol de esposa de Jerónimo Luis de Cabrera) o a la vida religiosa, como en el caso de los Tejeda. Y esto no es casual, ya que han quedado edificios que dan cuenta de la existencia de esta familia que impulsó la creación de dos monasterios de mujeres durante la primera mitad del siglo XVII: el de Santa Catalina de Siena (dominicas) y el de San José (carmelitas). De esta suerte, la cita de Leonor de Tejeda resulta ineludible.

Recordemos que fue en 1613 cuando esta mujer dio inicio en su casa al dictado de clases de primeras letras y labores, destinadas a niñas que eran descendientes de los compañeros del fundador de Córdoba. Cuando murió su marido, Leonor obtuvo licencia eclesiástica para convertir esta institución en un convento de clausura, que pasó a llamarse Convento de Santa Catalina de Siena y fue el primero en toda la gobernación del Tucumán. Por todo ello, no es casual que el pasaje que conduce de la Plaza San Martín a la Iglesia de Santa Catalina, se denomine Pasaje Santa Catalina; pero no el de su fundadora.

Este discurso hegemónico y patriarcal que sobrevuela al pasado colonial cordobés puede apreciarse en varios espacios culturales que no dan lugar a presencias disruptivas de los ideales modélicos” establecidos para las mujeres que debían proceder según el estado y la condición social a la que pertenecían. Los monasterios de las catalinas y las teresas continúan siendo rescatados como lugares de remanso”, tranquilidad” y devoción”, sin dar cuenta de las tensiones, los conflictos y las rupturas de las reglas que puertas adentro se producían.

La existencia del Colegio de Niñas Educandas también es mencionado como otro punto destacable de los recorridos turísticos, en el que se prioriza la cita del obispo fray Antonio de San Alberto, su fundador. Se trató de la institución más importante de la región que estaba destinada exclusivamente a la educación de las mujeres. Funcionó en el edificio del viejo colegio de Monserrat, en donde se le dio albergue y educación a las niñas huérfanas que debían probar limpieza de sangre”, aunque también fueron admitidas como internas algunas niñas pertenecientes a los estratos inferiores que eran destinadas al servicio de las otras, las pudientes. Poco y nada se dice sobre ellas, sus vidas y sus prolongados encierros que terminaban cuando se hacían novicias o se casaban.

Recientemente comenzó a mencionarse la numerosísima cantidad de mujeres esclavizadas que engrosaron el patrimonio de las órdenes religiosas, de monasterios de monjas y del clero secular cordobés, gracias a estudios realizados por investigadores locales, como también por la tarea de visibilización que lleva adelante la Ruta del Esclavo Córdoba.
El resto de las mujeres fue invisibilizado. Sobre todo las delincuentes”, las desobedientes”, las pobres, las trabajadoras, las esclavizadas, las que pertenecían a los grupos sociales inferiores del orden colonial.

Por lo tanto, resulta imprescindible abrir las puertas a la reflexión sobre la necesidad de visibilizar, recuperar, conceptualizar, registrar a partir de diferentes fuentes de información, los bienes culturales que componen el patrimonio cultural local y las presencias de las mujeres en una sociedad colonial que estuvo lejos de ser idílica, homogénea y devota.

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