David, hombre araña

David, hombre araña

Entre tanta frustración, el presente de David Lebón estimula: se puede compartir. Las entrevistas lo muestran sereno. Su música lo confirma entero.

Con 68 abriles, no alcanzó la valla de siete décadas que sus contemporáneos mayoritariamente han saltado vivos, muertos o desahuciados. Dice siempre: te podés ir en cualquier momento; escribió que el tiempo es veloz. Nos contó que él también estuvo lejos.

Con apenas 17 deslumbró en los primeros crisoles rockeros, especialmente la Manzana que regenteaba Billy Bond. De allí, a calzarse el bajo en Pappo’s Blues para debutar discográficamente (1971), ser parte de La Pesada del Rock and Roll, y participar del intento por resucitar a Los Gatos (sin Nebbia, con Pappo y Fogliatta) en España. De regreso en Buenos Aires, se acerca a la primera supernova del rock argento, la separación de Almendra. La rompe como baterista en primer disco de Color Humano (pero no la pasa bien con Molinari), y en 1972 reemplaza a Frascino como bajista de Pescado Rabioso, la banda de Spinetta, de quien será un entrañable compinche. Participa de dos simples (incorporados posteriormente a las reediciones del primer disco de la banda) y es puntal de Pescado 2.

En 1973 debuta como solista, destacándose como multi instrumentista, con el apoyo de amigos como el Carpo o García (ya colaboraba con él). Hombre de mala sangre”, 32 macetas”, Casa de arañas”, Copado por el diablo”, son parte de esa obra maestra. En 1974 intenta con Lila, luego con los sinfónicos Espíritu, y participa en la banda de apoyo de Sui Géneris, junto a Juan Rodríguez (batería) y su amigo Rinaldo Rafanelli (bajo), con los que seguirá trabajando al separarse el éxito dúo de Charly y Nito (1975). Era el tiempo de Polifemo.

Con poco más de 20 años, Lebón era un veterano. Su power trío convocaba público y las revistas de época señalan contundentes actuaciones, aunque también pasos en falso. En 1976 se suma Ciro Fogliatta. Graban dos discos (el primero -Polifemo, 1976- es el más difundido) y se disuelven en 1977.

La Dictadura ya se deja sentir. Lo sufre David, secuestrado por un comando parapolicial. En tanto, se afirma su misticismo (se acerca al Gurú Maharaji). Se embarca en Seleste, una propuesta prometedora según medios relevados; en paralelo se habla de una posible convocatoria, por Charly, a La Máquina de Hacer Pájaros. Cierto es que Lebón estaba en los planes del tecladista de bigote bicolor, pero para escribir un luminoso y diferente capítulo en la historia musical argentina.

No se banca más

Tras organizar el Festival del Amor (noviembre de 1977), junto a las diferentes bandas y músicos que integraban su nutrida constelación, Charly convence a Lebón de hacer las valijas e instalarse en Buzios, junto a sus familias. Trabajarán intensamente en el siguiente verano, produciendo el material grabado en San Pablo (marzo y abril de 1978), con la producción de Bond, junto al talentoso bajista Pedro Aznar y, tras los parches, el clásico Oscar Moro.

Charly y David alumbraron un concepto que será motivo de un tema, título de la placa y nombre del grupo: Serú Girán. Regresan a una Argentina helada, indispuesta frente a variantes estéticas o sonoras. El comienzo es duro y replantean estrategia: de menor a mayor, con más ironía en las letras. El segundo disco, La Grasa de las Capitales (1979) inicia una nueva etapa. Lebón se afirma en diferentes roles. Una colección de temas inolvidables son parte de aquella cosecha.

Al grabar su tercer disco (Bicicleta, 1980), Serú es la banda de rock más grande del país. Toca en festivales internacionales y conciertos insólitamente masivos. Llega Peperina (1981), y en el pico creativo de la banda, Aznar se une a la banda de Pat Metheny. Se despiden con el directo No llores por mí, Argentina (1982) donde Lebón se luce cantando grandes éxitos de la banda, algunos compuestos por él. Grabaciones encontradas posteriormente de aquellos vivos, demuestran que varios temas de futuras obras solistas, eran parte de un renovado repertorio de Serú (podrían haber integrado un gran álbum).

Creo que me suelto

Mientras García cranéa (en Brasil) sus futuros pasos, Lebón se retira al Este para pulir su segundo disco solista. Vuelve a tocar todos los instrumentos (solo lo acompaña Rapoort) en teclados. El tiempo es veloz (1982), lo ratifica como figura.

Comienza la difícil tarea de sostener un legado. Entrega puntualmente un disco por año. Lo vimos mucho en aquel tiempo. Del centro a la derecha de los escenarios, siempre parecía distante, reconcentrado, concediendo poco al pasado; dentro de aquella impostura, probablemente vibraba el alma de un hombre preocupado.

Confirma su talento con Siempre Estaré (1983) y obtiene repercusión con el ecléctico Desnuque: homenaje al rock and roll (1984). En ese año pone la viola y la voz en Aún sigo cantando”, hitazo de los ascendientes Enanitos Verdes. Lo rodean figuras como Colombres, Satragni, Castro, Gurevich, Cerviño, Kreimer, el mismísimo García. En 1985, ficha para CBS. Edita el parejo Si de algo sirve. En 1986, llegará 7×7, que lo lleva a un sendero cercano a la música que en EEUU hacían Robert Palmer o la misma Tina Turner. Pero el rock está cambiando, traccionado por los Smiths, Cure, Clash, Simple Minds, mientras en Argentina Virus, Sumo o Soda toman el control.

Durante 1987, aporta al techo artístico de García (Parte de la religión) dos solos impresionantes, publicando (sin la repercusión esperada) Nunca te puedo alcanzar. Un concierto en Badía lo muestra complicado. Pierde gravitación. Contactos (1989) y Nuevas mañanas (1991) son esfuerzos desapercibidos en un espectro renovado, protagonizado por la generación siguiente.

Que me traiga desde lejos (y me ponga en mi lugar)

Tras el tormentoso regreso de Serú en 1992, al que aporta composiciones como Mundo agradable” y Ese tren”, se retira de los primeros planos. Radicado en Mendoza (1995), editará dos discos de estudio (Yo lo soñé -2002- y Déja vu -2009-, dos directos (En vivo, en el Teatro Coliseo -1999- y el doble con Pedro Aznar -2007-). Seguirá girando, lo seguiremos acompañando. Siempre carismático, parece no obstante un hombre que ya lo dio todo.

Pero renace. Un Encuentro en el estudio” (2013) junto a Mir parece anticiparlo. La consciencia de ser el último referente. Un entorno renovado en el que sobresale su manager y pareja -Alejandra Oviedo- y una banda fresca, potente. La confianza de un sello (Sony) que le ofrece alternativas. Mágica confluencia, o Encuentro Supremo, como se llama su importante disco de 2016. De allí a este Lebón & Co (ocho nominaciones y el Gardel de Oro) a lo Santana” como anticipaba en reportajes. Aristimuño, Venegas, Bertoldi, Pedernera (también productor), Páez, Mollo, entre otras primeras figuras, contribuyen a ratificar en David su destino de señero animador.

Lebón, capaz de tejer su telaraña entre penetrantes claroscuros. Quizá por un deber autoimpuesto: Tengo que seguir / lo que yo empecé” como profetizaba en 1973.    Todavía cuenta con inspiración. Lo celebramos.

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