A las malas madres

A las malas madres

Cuerpo

Pensar en las mujeres desde su rol como madres no es cuestionar a las relaciones afectivas que se pueden tejer entre dos personas. Sucede que las mujeres en el sistema heteropatriarcal capitalista tienen mayor valor en su condición de madres: mujeres que parirán y aportarán trabajadores para el mercado, o nuevas paridoras.

La escritora Margaret Atwood retrató la condición de las mujeres como paridoras de la humanidad” en su libro El cuento de la criada”, adaptado como una serie altamente recomendada. ¿Qué sucede con las mujeres que deciden no ser madres? ¿Y cuando las maternidades son forzadas a raíz de embarazos adolescentes? ¿Qué pasa con las niñas que son obligadas a parir? ¿Por qué las mujeres deben sentirse realizadas” cuando son madres?

Pasó el Día de la Madre en Argentina, y -de nuevo- no se trata de poner en duda el afecto que puede surgir entre dos personas. Sin embargo, en las redes sociales abundaron mensajes de madres pidiendo disculpas por no ser perfectas. ¿Por qué piden perdón?

Uno de los textos que circuló es de la psicóloga María Soledad Bombara, a continuación algunos fragmentos: Ni perfecta. Ni la peor de todas. Soy la que puedo, la que me sale. La que ama incondicionalmente. La que pierde la paciencia. La que siente culpa. La que está dispuesta a aprender de ellos. La que escucha. La que exige. La que necesita de la soledad. La que se cansa de la demanda. La que intenta acompañar. La que elige estar presente. Soy la mamá que puedo ser. Pero lejos de conformarme con eso, intento ser mejor mamá cada día”.

Finaliza el texto: No nos castiguemos. Seamos más amorosas con nosotras mismas. Perdonémonos. Y siempre intentemos ser mejores para nuestros cachorros, porque bien vale la pena. Ellos no nos necesitan perfectas. Nos necesitan humanas”. Estas líneas dejan entrever que para las mujeres madres nunca es suficiente, ni el tiempo ni la calidad de los vínculos. Esta autoexigencia se vincula con el trabajo doméstico no remunerado que en todo el mundo es llevado a cabo por mujeres, sean madres o no. Esto implica en grandes términos la crianza, cuidado de menores y personas mayores; mantenimiento del hogar; entre otras tareas.

En Córdoba, según datos de la Dirección de Estadística y Censos de la Provincia, las mujeres dedican a estas tareas un promedio de seis horas frente a tres de los varones. Por día. Estos números corresponden al 2013, últimos datos disponibles en consonancia con las mediciones del INDEC. Si bien estamos en 2020, la situación no cambió y en tiempo de pandemia, las mujeres vivieron una exigencia y exacervación en sus roles como madres.

Entre la culpa y el placer

Parece que para las mujeres, la maternidad oscila entre la culpa y el placer. ¿Quién las castiga? ¿Quién las recompensa? Los estereotipos que las rodean, especialmente a las cismujeres, están bañados por un halo de sacralización. ¿A quién le sirve la idealización de la maternidad? La lúcida feminista Silvia Federici explica cómo la quema de brujas en Europa favoreció que las mujeres están confinadas al espacio privado, las casas, perdiendo la autonomía sobre sus cuerpos y sus vínculos en comunidad, mientras los varones salían a trabajar.

Decir quema de brujas” es igual a los miles de asesinatos, persecusiones y el terrorismo, el gobierno bajo el terror, instalado desde las instituciones como la iglesia y el incipiente Estado a las mujeres y disidencias.

La crianza puede ser compartida, maternar puede ser un trabajo comunal y responsabilidad estatal. Al confinar a las mujeres, madres y no madres al espacio privado y culpabilizándolas por no realizar las tareas de cuidado gratuitamente, hay un desligamiento por parte de las políticas públicas. ¿Qué pasa con los espacios de cuidado colectivos? ¿Qué pasa con las licencias de paternidad extendidas?

En otras latitudes del planeta, la crianza implica tanto a la mujer como al varón o compañere. En Islandia se otorgan 90 días, en Estados Unidos la misma cantidad que la madre (84) y en Argentina, si la suerte de formar parte del mercado formal acompaña, las licencias de paternidad son cinco días.

Estas desigualdades facilitan la aparición del techo de cristal, es decir, el tope hasta donde una mujer puede ascender ya que la carrera para llegar no es equitativa ni igualitaria.

Sacralizar la maternidad

Sacralizar o idealizar la maternidad empuja a la resignación de la propia vocación o aspiraciones personales. Una madre que sale al mercado laboral puede ser considerada una mala madre”. Un hombre no, para ellos es un deber impuesto por el sistema capitalista. Salir al mercado, y traer el pan.

Otro aspecto de la sacralización de la maternidad es cómo el mercado desde el marketing copó ideas como la lactancia o el colecho, olvidando la cuestión de clase. Pasados los seis meses de lactancia exclusiva, las mujeres con menos recursos amamantan porque no tienen otra opción. El hacinamiento empuja al colecho.

Las malas madres” que no practican la lactancia a demanda o el colecho estarían criando a futuros disconformes e infelices, dicen algunas defensoras de la sacralización. Estas afirmaciones olvidan que en el siglo XXI ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”, como explica el filósofo Byung-Chul Han y enfatiza en su libro La sociedad del cansancio”.

Entonces, ¿a quiénes tienen que pedir disculpas las madres? Indudablemente en la sacralización de la maternidad se absolutiza el bienestar de una niña o niño en relación al vínculo materno, olvidando la presión capitalista y el abandono que realizan muchos hombres al no estar incluidos en la crianza.

Como último, es necesario anclar en este 2020: tiempo en el cual las feministas argentinas vuelven a reclamar por la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) y su legislación, vale volver una vez: culturalmente, la condición de madre supera la de mujer. Cualquier evidencia contraria, produce un inmediato rechazo. La maternidad será deseada, o no será” reclaman las feministas.

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