Diez diapositivas en pandemia

Diez diapositivas en pandemia
  1. Últimamente escribo de madrugada, un rato antes de ir a dormir. Es como si regresara, escribiendo, sobre alguna de las cosas que pasaron en el día o como si me despojara de algunas cosas antes de quitarme la ropa y meterme entre las sábanas.

Si el día tuvo algo muy malo, difícilmente pueda escribir: voy directo a la cama y duermo profundo, casi sin sueños. Si el día tuvo algo muy bueno, a veces escribo, pero, mientras tanto, hablo con alguien, y luego me cuesta dormir: es como si siguiese charlando (o escribiendo).

Cuando no tengo nada que escribir, no escribo. Escucho: el ruido del calefón, el respirador de la heladera, la tos de un vecino.

Escribo fragmentos cortitos, trato de que empiecen y terminen para que queden, así, en la hoja, y pueda después decir: acá está eso, como si abriese un cajón, la cortina, la puerta de casa.

 

  1. Charlamos por videollamada con la hija de cinco años de una compañera. Me pregunta si me portaba bien cuando era chiquito. ¿Qué es portarse bien?, le pregunto. Hacer lo que te dicen, me contesta. Ah, entonces sí, le digo, creo que sí. Solo me portaba mal cuando corría, porque no podía escuchar lo que me gritaban. Se ríe. Me dice que ella es sonámbula. Y que una vez llevó el despertador a la cama de los padres: estaba soñando que era tarde y que ella era el camión del reloj”. El problema es que los sonámbulos no podemos escuchar cuando nos dicen que nos portemos bien, me dice.

 

  1. Un martes, a las siete treinta y siete de la mañana recibo un llamado. Son de Urgencias. Buscan a Juan. Equivocado, les digo

 

  1. Imagino una historia para una película. Es sobre un grupo de personas que se reúne luego de un largo tiempo sin verse. Son nueve, diez. Hablan de lo que hicieron, de lo que se enteraron, de una historia que conocen todos, pero de la que tienen versiones muy diferentes. Pero de lo que más hablan es de un sentimiento del que solo les queda la palabra, un sentimiento que se le perdió o se acabó de alguna manera. Entonces uno dice «me acuerdo que era así» y una dice «no, era distinto», y se ponen a discutir hasta quedarse atónitos, podría decirse callados (o incluso lo opuesto). En algún momento de la noche (hace frío, está por comenzar el otoño) uno de ellos dice «ya sé cómo explicarlo». Sale de la casa mientras los otros lo siguen y caminan hacia el río del pueblo. «Era así» dice antes de quitarse la ropa e ir hacia el río. Entonces camina sobre el agua. Pero cuando se da vuelta, los otros ya no están.

 

  1. Anoto esta frase: La nieve sigue cayendo como una repetición incesante del mismo error infinitesimalmente pequeño”. El contexto en que la leo no se la merece. El año en el que está tampoco. Entra olor a humo por las ventanas.

 

  1. Un miércoles, a las siete treinta y seis de la mañana, recibo un llamado. Buscan a Juan. Dicen que es positivo.

Acá no vive Juan, les digo. Ok, pero él es positivo, me dicen.

 

  1. Salgo a correr una vez a la semana. Siempre por la misma zona, un lugar que descubrí y donde apenas si pasa alguien. Es una esquina de pasto ralo cruzando una avenida, una esquina con una arboleda que da sombra y un tronco que, si lo mirás de lejos, parece una persona sentada. Al lado de la arboleda, a unos veinte metros, hay un alambrado que separa la esquina de una cancha de fútbol. Corro pegado al alambrado y luego corro paralelamente a la arboleda. Después voy hasta un poste y giro alrededor de él y me dirijo, de frente, hacía el tronco caído que se parece a una persona que se desentiende de lo que hago. Si fuese de noche, pensaría que es una persona envidiablemente calma. Si fuese de noche, no podría seguir corriendo, y me sentaría junto a ella. Sería raro ver a dos personas así, como si estuviesen escuchando música, o mirando una película o en un teatro.

 

  1. Me envío un mail a mí mismo. Solo dice esto: si estás tan seguro de que el mundo no seguirá siendo el mismo y que no soporta ni siquiera quince años más así: ¿Por qué seguís imaginando tu vida como si eso no fuera a pasar?

 

  1. Es jueves. Suena el teléfono. Es en el piso de arriba o en la casa de al lado. Sí, escucho que dice un chico, soy yo, es acá. Pero tengo veinte años, dice el chico. Voy a estar bien, ¿no? Después cierro los ojos. Se escucha otra sirena atravesando la calle.

 

  1. La escuela de artes marciales estuvo cerrada todo este tiempo. Ayer vi a un hombre vestido de blanco entrando al lugar. Se descalzó, se quitó el barbijo y se paró en medio del salón. Tiró un par de patadas. Era, un poco, como si se desperezara, y otro poco como si estuviese bailando, y otro poco como si finalmente pudiese tener una charla seria con su enemigo interior. Me quedé mirando, del otro lado de la puerta. Sentí, por unos momentos, un leve estremecimiento, algún tipo de alegría. Después dejó de moverse. Después cerró el lugar. Después se fue, sin haber dicho palabra, sin haber explicado la lección.
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