La guerra fría en la literatura

Córdoba. Libro de los pasajes | Por Diego Tatián

La guerra fría en la literatura

En su edición del 12 de agosto de 1962, bajo las iniciales H. N. S., el diario Córdoba” publicaba una nota titulada Vallejo contra Vallejo. También la guerra fría en literatura”. Cinco años más tarde, en el volumen 3 de la revista Aula Vallejo”, su inventor, director y redactor, el republicano español Juan Larrea, refería en tercera persona a la mencionada nota periodística: su autor, un auxiliar docente de la Facultad de Filosofía y Humanidades… criticó de tal modo la naturaleza y calidad de la revista [Aula Vallejo], que su Director se creyó obligado a salir en su defensa… Ello dio lugar a una polémica bastante importante y encendida… Así el profesor Larrea puso de manifiesto que la crítica a Aula Vallejo no se apoyaba en datos ciertos, ni tenía base académicamente aceptable, sino que partía de un grupo ideológicamente adverso a una consideración libre y abierta a todas las dimensiones de la obra vallejiana… contestó con una carta que ponía fin rotundo a la polémica y que puntualizaba todos los errores descubriendo los nombres e identidad de quienes los difundían. La dirección del diario Córdoba no creyó oportuno dar a publicidad esta última participación del Director de Aula Vallejo. Una semana después dejaba de aparecer también la página dominical que había sido escenario de esta contienda”.  La guerra fría se libraba sobre la obra de Vallejo en la Facultad de Filosofía de Córdoba. Muchos años después, Héctor Naúm Schmucler (a quien correspondían las siglas H. N. S. que firmaba la nota periodística aludida) revisaba, no sin cierta contrición, su actuación y la de sus compañeros del Partido Comunista contra la tarea vallejiana que sostenía Juan Larrea, primero desde el Instituto del Nuevo Mundo y luego desde el Centro de Documentación e Investigación César Vallejo.

Amigo de Gerardo Diego, Pablo Picasso, Luis Buñuel, Juan Gris, Vicente Huidobro, Tristán Tzara, César Vallejo, y acérrimo enemigo de Pablo Neruda, Larrea llegó a Córdoba en agosto de 1956, invitado por el decano Víctor Massuh para desempeñarse como docente en la Facultad de Filosofía y Humanidades. Había nacido en el País Vasco en 1895, y tras la guerra civil transitaría el exilio por varias ciudades (París, México, Nueva York) antes de recalar en Córdoba. Previo a ello, en 1929 emprendió un viaje por el Perú andino, en el curso del cual (sobrecargada de símbolos”) nació su hija Lucienne en Arequipa. Durante ese viaje estudió la cultura incaica y formó una importante colección de piezas arqueológicas, de la que en la Oda a Juan Tarrea” -otro vestigio de guerra fría- dirá Neruda que las obtuvo saqueando las tumbas” y al indio andino”. Años más tarde Larrea donará su colección al pueblo de la república española” y serán origen del Museo de las Américas, en Madrid.

Además de la impresionante Aula Vallejo” (13 números en cinco extensos volúmenes -de los que su director escribía la mayoría de los textos- editados entre 1961 y 1974), Larrea publicó en Córdoba César Vallejo, o Hispamérica en la cruz de su razón” (1957); Corona incaica” (1960); Intensidad del canto errante” (1972) y varios artículos en la Revista de la UNC”; mientras en México aparecían Teleología de la cultura” (1965) y Del surrealismo a Machupicchu” (1967, reeditado en 2019 con un estudio de Eugenia Cabral).

Imaginemos las clases de Juan Larrea en algún aula desangelada de la Ciudad Universitaria, con poquísima concurrencia de estudiantes -cuyos intereses se hallaban muy lejos de las temáticas abordadas en los cursos, consideradas anacrónicas o directamente reaccionarias por la mayoría de ellos-. Por los programas que remitía puntualmente al decano Adelmo Montenegro, sabemos que en los años 59-63 los cursos tenían por objeto asuntos como Formación histórica del cristianismo a la luz de los descubrimientos recientes”, El Nuevo testamento. Su formación histórico-teológica y análisis de sus textos”, o el estudio del Apocalipsis: Las Escrituras Joaninas. Su formación o alcance”. En esas clases tan extrañas, tan descentradas del mainstream” político-académico de aquellos años, Larrea preparaba los materiales que desembocarían en su Teleología de la cultura”.

También sabemos por la Carta a un escritor chileno interesado por la Oda a Juan Tarrea de Pablo Neruda”, de 1964, que en la actualidad estoy dictando todo un cursillo de cuatrimestre sobre Trilce, mientras preparo un nuevo número de Aula Vallejo”. La cultura incaica, la poesía de César Vallejo y el Nuevo Testamento formaban el campo de estudios que, hasta su muerte sin repercusión ninguna el 9 de julio de 1980, Juan Larrea sostuvo con tenacidad en la biblioteca de su casa de Barrio Jardín, y en una Facultad que era indiferente si no abiertamente hostil hacia su trabajo. Pero el fondo de todo ello, el dolor que animaba la incansable y obsesiva labor de todos esos años, era la España extraviada” y su captura en el fascismo que, confiaba Larrea, la poética vallejiana y la cultura originaria de América permitían redimir.

Si se exhuman los archivos de la Facultad de Filosofía, es posible constatar la permanente dificultad burocrática y política que encontraba para desarrollar su actividad académica. En 1964 el Consejo Directivo dispone la no renovación de su designación docente y establece la clausura provisoria del Instituto del Nuevo Mundo, que retomará sus actividades en 1966, hasta su desaparición definitiva en 1976 con la cesantía final de su creador, por disposición del interventor militar de la Facultad.

Muchos de los días de Córdoba de don Juan Larrea habrán sido tristes. Pero ninguno como el 23 de noviembre de 1961, cuando recibió la noticia de que su hija Lucienne y su yerno Gilbert Guy habían muerto en un accidente aéreo, cerca de San Pablo. A los 66 años, el poeta bilbaíno quedaba a cargo de su nieto Vicente Federico Luy (sobre el que se acumulan todos los símbolos del Mundo Nuevo”), que había nacido seis meses antes, y que un día de febrero de 2012 se arrojó desde un séptimo piso. Entretanto, Vicente escribió siete libros de poemas. Uno de ellos lleva por título La vida en Córdoba”. Hacía ya mucho tiempo había terminado la guerra fría en la literatura.

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