El Dios detrás del Dios

Un recreo de todo esto | Por Maximiliano Guzmán

El Dios detrás del Dios

El manuscrito fue encontrado entre las páginas del libro Enchiridion Militiis Christiani (Manual del Caballero Cristiano) de Erasmo de Róterdam , ejemplar perteneciente a Diego de Almagro, conquistador español del Perú durante la década de 1524 a 1535; su escritura errática nos permite deducir que fue escrito poco tiempo después de los hechos que allí se relatan y que no se han podido corroborar de forma fehaciente en investigaciones posteriores, otorgándole al relato una veracidad mínima, hija seguramente no deseada de la fiebre del conquistador en suelo incaico.
En las dos páginas que aún se conservan legibles, se puede apreciar, en el primer párrafo, cómo su autor intenta de manera amenazante advertirnos sobre un hecho de difícil explicación, que a continuación transcribo:

Aborreced a Dios, Aborreced al Rey y a la Humanidad. Nada aquí es vuestro, nada aquí os pertenece, ni siquiera vuestra alma”

El pesimismo del noble trasciende su importancia desde el contexto en que fue escrito… quizás la enfermedad y el temor a la muerte lo llevó por laberintos existenciales donde su propia vida se tornaba dudosa o falsa, recayendo en incitaciones a rebelarse a su sistema.

Después de aquel párrafo, Diego de Almagro escribe sobre la colonización en el Perú, su primera impresión sobre el Imperio Incaico y sus habitantes.

Hombres de negrura de Sol, mujeres que amamantan sobre tierra, niños de agilidades inconmensurables, animalillos salvajes de ojos obscuros: Vosotros sois dueños del Mundo, de vuestro su vasto Mundo, pero aquello que pretendéis tener, nadie lo tiene, ya que es de vuestro Dios… Ni vosotros que lo adoráis, ni vuestros ancestros que lo conocieron cuando la Humanidad apenas empezaba a nacer…”

En los párrafos siguientes, Diego de Almagro establece una conexión de índole supersticiosa entre los templos y el Dios adorado por los Incas:

Un Cristo elevado y brillante, en la arbitrariedad de la creencia, en la necesidad de la creencia que mueve a Europa, mientras en el bajo cielo de América, amorfos lagartos en oro develan lo monstruoso del Dios Primero. Vosotros, que queríais haber ser vistos como dioses ante los indios, sois simples mortales envenenados por el poder que se nos ha otorgado”.

En el manuscrito, dos de los párrafos de la primera página, fueron tachados con un trazo nervioso. Lo único que se pudo transcribir fue esto, que deriva del segundo párrafo:

Mortales vosotros, muerte vuestra y de los otros”.

La muerte persigue al conquistador… se pueden conjeturar escenas ficticias sobre dónde fue que el Conquistador escribió esto… la más probable podría ser en medio de una expedición, ante la mirada de sus coterráneos (miradas que posiblemente lo hayan llevado a tachar un cuarto de la página), hechos” sobre los cuales sólo se podrían hacer observaciones imprecisas que muestran los sucesos dolorosos que se vivieron en la Conquista.

El hedor que emanan los árboles… el cielo rojizo del atardecer… vuestros caballos descansan… el agua verdosa que bebéis. El pecho que respira la náusea de la tierra virgen. No hay indios cerca, solo vosotros. La España del Rey…”

Luego, Diego de Almagro se remonta al lugar de los hechos: muestra en primera persona una parte de la expedición:

(Cabe aclarar que el resto de los españoles que fueron parte de la expedición no dan fe ni dejaron registros de lo que cuenta en los párrafos siguientes el noble)

Y la noche, in crescendo, fue llegando…sigilosa y calma, mostrando su luna azul.

Las voces acallaron sobre las telas, el sueño profundo del Nuevo Mundo invadió a la tropa.

Yo, aún despierto, en la esperanzadora gracia de las estrellas, me vi envuelto en la curiosidad, en el saber, y entre pasos adivinatorios mi mente se fue turbando… una penumbra vieja del pasado…una luna ahora convertida en carnada para mis ojos, que se obnubilaron ante las luces fugaces que se desprendieron del risco…”

(Notablemente, Diego de Almagro nos sumerge en un ambiente de poético esplendor, dejando atrás a la tropa, yendo a tientas por una tierra sin hombres.)

Mis ojos se abrieron ante la brillantez que merodeaba la noche salvaje, mis pasos llevados por una inercia inexplicable me invitaron a un camino de terror y vida. Todo lo que me rodeaba era fértil, viejo y único. El templo nocturno guardaba un espectro divino en sus fauces…”

El noble conquistador, harto de maravilla, se dirige hacia uno de los templos incaicos: es difícil saber a cuál de ellos, pero su experiencia, reflejada en su prosa, nos remite a un entorno en donde se unen la espiritualidad y lo inexplicable, la fe y la incomprensión:

…del camino, un cumulo de piedras iluminadas por el astro celeste, un hedor amargo y el sonido vibratorio de los animales nocturnos que imploraban torcer mi caminata… los saberes del Mundo Nuevo sonaban en sus lamentos… detenerme, debía detenerme, pero la luminiscencia sobre las rocas erguidas, la luz por dentro y fuera del templo primitivo y yo, hijo ilegitimo de Juan de Montenegro, seguí…y vi enaltecerse ante mis ojos la figura imposible…”

En el siguiente párrafo final de la segunda página, las últimas palabras del noble en el manuscrito, son de una persona inestable ante el recuerdo: quizás su fragilidad surgió de ese momento, dándole una nueva y temerosa personalidad que lo precipitó desde la Gobernación de Nuevo Toledo hasta su descrédito social y posterior ejecución.

En lo que queda del manuscrito, Diego de Almagro entra en adjetivaciones y enumeraciones de difícil comprensión para los estudiosos del mismo.

Se consultaron varias fuentes para entender su trágico final, pero no se logró dar con ellas, ya que se cree que fue el mismísimo Diego de Almagro quien ocultó parte del manuscrito, que fue hallado en otro libro de propiedad del noble.

He aquí los últimos párrafos de un Diego de Almagro perdido, fuera de sí, que establece una relación profunda con su origen y el origen del mundo:

Belleza Dionisiaca, Imagen del Universo, Dios de Agua y Fuego, Dientes de Espadas, Mirar Eterno… lame mis heridas y las heridas que habéis dejado en los confines de mi existencia…

…Serpiente de Oro, Brisa Fantasma que contenéis la sabiduría del infinito, cada palabra de Tu Boca es Rey de mis Reyes: soy tu hijo, tu eres Padre de mis padres, Dios de mi Dios, dejadme morir en paz, descubrid tu Esencia”…Caí de rodillas… caí de rodillas sin mi arma, y me expuse a Su Benevolencia. ¡Oh Saturno, que no me has devorado, que Te habéis descubierto velando tu Manto de Eternidad! …soy sólo un hombre… somos sólo hombres… y Tu, en Tu fulgor de estrellas, respirad de mi aire y perdonad, perdonad: creo en Ti”…

…Y en Tu Mirada, en Tu Mirada de Luz, Viracocha, como aquí te llaman los indios, perdonad los pecados de la carne y del oro”…

Mis pensamientos brotaron en una llama helada, y aquel Dios desapareció… sentí Su desprecio… Me habéis sometido a Su Gloria, Gloria más allá de lo terrenal y la conquista continúa: continuad vosotros, yo estoy débil: no puedo confesar lo vivido. No puedo confesar que he sufrido Su asco; guardad el secreto en mis memorias, aquí, donde nadie pueda encontrarlo, donde la historia juzgue los actos y seguid, seguid proclamando que somos dioses, dioses poderosos y soberanos… ellos deben de creer en nuestra soberanía, los indios deben de creernos. Deben de creernos y creer en vuestro dios de piel, Jesucristo.”

Al final del manuscrito, sin firmas ni fechas, se lee:

Ille dolet vere qui sine teste dolet*

 

Notas

* Siente verdadero dolor el que lo sufre sin testigos. Marco Valerio Marcial. Epigramas I. 33.

Maximiliano Guzmán

(Recreo, Catamarca, 1991) Estudio Cine y Televisión (UNC). Ha publicado relatos en diversas revistas digitales como Gualicho (Córdoba), The Wax (Buenos Aires) y El Rompehielos (Tierra del Fuego), entre otras.

Autor prolífico como secreto, cuenta con media docena de novelas inéditas y varias colecciones de relatos. Los textos de Guzmán juegan con las reglas de la narrativa –más allá de cualquier género– para convidar al lector con una propuesta divertida y original, cuando no espeluznante. En la presente historia, una inquietante fuente bibliográfica sugiere espantosos pormenores en un episodio de la Conquista de América.

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