Y no vivieron felices

Cuentos de verano | Por Sebastián de Zaldua

Y no vivieron felices

Jacobo y Guillermo llegaron a la escena cuando la policía apenas acordonaba el área. La noche estaba tranquila, con un poco de viento y el cielo despejado.

– Es una noche ideal para un pequeño caso -dijo uno.

– Si -afirmó el otro hermano- vaticino que va a ser simple.

– La última vez lo fue.

– Pero no siempre es así.

Se bajaron de la camioneta gris inspeccionando el lugar en silencio, paseando la vista por la casa y sus alrededores sin emitir sonido alguno. Luego bajaron algunas cosas de la caja de carga de la pick up y respiraron hondo.

Un policía intentó cerrarles el paso, pero ellos aclararon que eran los especialistas que llamaron. El policía confirmó esa información mediante el Handy y los dejó pasar. El joven uniformado, apenas salido de la academia, se dio cuenta que los pasos de esos gemelos iban al unísono.

Ingresaron a la vivienda y se pusieron guantes de látex y unos barbijos verdes. El gemelo más corpulento (aunque no tanto más que su contraparte idéntica) apoyó el bolso en el piso y sacó dos frascos pequeños y uno más grande.

– Buenas noches, muchachos.

– Al parecer habían muchos seres aquí…

-…en una reunión que fue interrumpida porque…

– … alguien ingresó a la fuerza.

– ¿Hola? Aquí el comisario Luis Bermejo.

Los miró pensando que le tomaban el pelo. Sabía por experiencias previas que los gemelos eran así, pero esa noche no tenía tanta paciencia como otras veces.

El gemelo más flaco (Aunque no más flaco que su contraparte idéntica) regresó unos pasos hacia la puerta de ingreso y señaló con dos dedos las bisagras levantadas con los tornillos sobresaliendo.

– Algo derribó la puerta para entrar -dijo con una voz suave, catedrática, mientras inspeccionaba el ingreso a la casa- entonces nos surge la siguiente pregunta…

– … ¿Quién o qué lo hizo? Y para eso preparo esta pócima…

– …que nos permitirá determinarlo.

El gemelo corpulento mezcló los dos contenidos en el tercer frasco, agitándolo en el aire. Al cabo de un par de segundos se tornó de un color caoba, muy parecido al de los muebles.

– Guillermo… -dijo el corpulento.

– Jacobo… -dijo el flaco.

Jacobo levantó el brazo e impactó el recipiente contra la puerta tirada en el piso. Luego de romperse en un estadillo de vidrios polifórmicos, el líquido comenzó a evaporarse en vetas de humo gris. Al terminar el proceso, aparecieron, brillando con el intenso color caoba, distintas marcas horizontales, verticales, diagonales.

-Mmm -dijo Jacobo.

– Al parecer es algo que escapa a lo humano…

– siendo más cercano a… -segundos en silencio.

-… pero no tendría sentido por su comportamiento…

-… a menos que…

– ¡Comisario! -dijeron al mismo tiempo- llévenos a la habitación donde encontraron los cadáveres.

La habitación estaba en el fondo de la casa y custodiada solo por un policía viejo con un barbijo azul. El comisario les contó que nadie quería entrar, que incluso el equipo forense se negó a volver a la escena.

El comisario se puso un barbijo blanco para ingresar y aún así, el olor penetrante de la sangre le escocía la nariz y le hacía llorar los ojos. Pero los gemelos entraron sin dudar, parándose en medio de la habitación, inspeccionando con la vista.

Dos camas grandes y una cama pequeña, destrozadas. Los cuadros familiares yacían tirados y despedazados. Al gigantesco armario de caoba le faltaban las puertas y la ropa estaba repartida por todo el lugar. También por el lugar se podía encontrar a los dueños de casa.

– Las cuentas no me cierran para la cantidad de seres que ocupaban esas camas…

– … y que tampoco eran todos humanos…

– … porque tiene la sobrecapa de cartílago que les ayuda a camuflarse a voluntad.

El comisario, que había regresado al umbral de la puerta, miraba a los gemelos tratando de entender alguna palabra de lo que decían, pero sin ningún éxito.

– Mmm… silencio -dijo Guillermo.

Durante los siguientes minutos, los dos comenzaron a inspeccionar de cerca la escena, revisando los miembros cercenados, colocando otros en bolsitas, tomando muestras esparcidas en pisos, techos, muebles y paredes.

– ¿Saben qué pasó acá o no? -preguntó comisario.

– Es muy pronto para saberlo con exactitud pero…

-… es posible que tres Bären le estuvieran dando refugio a una mujer…

– … de cabellos rubios, para huir de un perseguidor…

-… que a final de cuentas los encontró aquí y este…

-… es el resultado.

El comisario guardó silencio durante un largo rato, tiempo en que los gemelos se limitaron a mirarlo y respirar.

– No sé qué carajo es un Bären ni cómo pueden saber que había una gringa acá. -espetó- los llamé para que aclararan las cosas, no para que me confundieran más con palabras raras, carajo

– Es fácil comisario… -Jacobo tomó una de las cabezas.

– La puta madre -dijo el comisario.

– Uno de los mechones, a pesar de estar cubierto de sangre…

– … vislumbra un color amarillo parecido al oro…

– … sobre todo en la base misma del cráneo.

Con mucho cuidado, Jacobo dejó la cabeza sobre la cama.

– Y Bären, comisario, es el plural para Oso en alemán.

– Por lo que nos quedaría una zona por revisar antes de dar la conclusión, el cual es…

-… el lugar de escape.

El trayecto hasta el patio fue igual de silencioso, con los gemelos deteniéndose en la salida que daba al exterior, revisando el marco y la puerta en sí, de la misma manera con que lo hicieron en la entrada de la casa.

Una vez en el patio, repitieron el proceso que llevaran a cabo en la habitación, anotada por Guillermo como Habitación roja”, por obvias razones.

La mesa de madera estaba partida y las sillas caídas en dirección al fondo. Los gemelos se dieron cuenta del patrón apenas inspeccionaron el patio con la mirada. Volvieron a meter evidencia en bolsitas, tiraron más líquidos de diversos colores en algunas partes del patio, como la cerámica marcada o el paredón del fondo. El hallazgo más importante lo hizo Jacobo.

– Guillermo, mira esto.

Levantó un pedazo de tela azul, veteado con manchas de sangre ya oscurecida.

– Esto solo significa una cosa y es que…

-… la criatura que buscamos es peligrosa.

Acto seguido, sacaron dos objetos del bolso que no parecía tener fin. Ante los ojos del comisario, los gemelos armaron dos ballestas con tanta rapidez que sus manos parecían borrones en el aire mientras ejecutaban la operación.

– No les puedo permitir andar con eso -dijo el comisario llevándose la mano al arma reglamentaria – esas armas están prohibidas.

– Eso lo sabemos, comisario…

-… pero si quiere salir vivo de esta casa…

-… será mejor que no desenfunde…

-… porque un Rumpelstiltskin sigue en la escena del crimen.

– ¿Rumpelqué?

– Rumpelstiltskin, también llamado…

-… El enano saltarín”, que gusta de mujeres jóvenes, bellas y rubias para aparearse y…

-… sus impulsos no le permiten ningún tipo de contención.

Los gemelos regresaron sobre sus pasos, seguidos por el comisario que continuaba con la mano en el arma, listo para desenfundar cual pistolero del viejo oeste.

Recorrieron los pasillos, la habitación roja (cuyo custodio había desaparecido), y el ingreso a la casa.

– Como me temía…

-… el custodio es un Rumpelstiltskin, por lo que…

-… el joven policía de la entrada está muerto o desmayado de una golpiza y…

-… oculto para que no lo veamos.

El primer ataque vino desde el techo, desarmando a Jacobo al instante. Su hermano disparó la ballesta en cuanto tuvo al enano saltarín en la mira, dándole en un hombro. El comisario, a pesar de haber desenfundado, no podía disparar. Aquella cosa herida y que gritaba al punto que hacía doler los tímpanos, llevaba el uniforme de policía pero su aspecto ahora era escamoso y sucio, con un color apergaminado en su piel, casi gris. La criatura se lanzó contra él, que comenzó a disparar sin éxito, pues las balas rebotaban.

Vio que uno de los gemelos recargaba la ballesta, mientras que el otro apuntaba desde el suelo hacia su atacante. La segunda flecha le dio en la pierna izquierda, obligándole a cesar su ataque, volviéndose contra los gemelos. La tercera flecha le dio en la pierna derecha, haciéndole caer de rodillas. En el ínterin, Guillemo sacó un reluciente machete de color negro y de un solo golpe rebanó la cabeza del Rumpelstiltskin, que rodó por el piso hasta los pies del comisario.

– ¿Qué mierda fue eso? -preguntó apuntándoles con el arma, tratando de respirar con normalidad.

– Una cacería normal…

-… en una noche de trabajo.

Los gemelos acomodaron el cuerpo del Rumpelstiltskin hacia el medio de la habitación y se quedaron mirándolo durante largo rato, a pesar de que el comisario exigía respuestas a punta de pistola.

– Esto fue lo que pasó -anunció Jacobo.

– Al fin respuestas -el comisario comenzó a bajar el arma, pero no la guardia.

-La chica del cabello dorado era acosada por este Rumpelstiltskin…

-… y seguro no era la primera vez que le pasaba. Seguramente esta familia de Bären era amiga suya…

-… tanto la madre, como el padre, como el hijo. Por lo que le ofrecieron refugio en su casa y una cena caliente para que pudiera relajarse. Esto…

-… enojó al Rumpelstiltskin, quien atacó la vivienda con toda su furia pero aún consiente de intentar cubrir su rastro, por lo que…

-… rasgó puertas y marcos de ventanas para culpar a un Otsoa…

-… hombre lobo en Euskera. Que tienen fama de salvajes cuando en realidad solo son seres que defienden su manada y territorio…

-… rara vez atacan viviendas ajenas. Y se quedó en la escena del crimen para comerse a la chica…

-… pero la policía llegó demasiado pronto alertada por los vecinos, por lo que…

-… tuvo que matar a uno de los oficiales y hacerse pasar por él. En el momento que se percató que nos dimos cuenta…

-… fue el momento en el que atacó.

Sin decir más comenzaron a envolver el cuerpo del Rumpelstiltskin con sábanas que Guillermo trajo de uno de los armarios rotos.

– Vendrán unos amigos a limpiar el desastre que ha quedado…

-… antes del amanecer parecerá un robo que salió mal…

-… o una fuga de gas que explotó la casa…

-… o un accidente tan trágico que mató a toda la familia de una forma horrible.

– ¿Y yo qué hago mientras tanto? -preguntó el comisario.

– Nada, comisario -contestó Guillermo- no le conviene intervenir…

-… porque esto excede a su jurisdicción…

-… siendo más de nuestra labor.

Una vez cargado el Rumpelstiltskin en la parte trasera de la camioneta, los gemelos subieron a la cabina. Desde allí vieron al joven policía siendo ayudado por el Comisario para poder caminar y acercarse a la camioneta. Pasaría muchos días en el hospital antes de volver a custodiar escenas del crimen.

– Tienes suerte de estar vivo -dijo Jacobo al verlo.

– La verdad que… -dijo el comisario- No sé si quiero saberlo pero… no, tengo que saberlo. Ya sé que ustedes se llaman Guillermo y Jacobo, aunque me cuesta diferenciarlos. Y sé que se dedican a casos raros” o especiales”. Siempre estamos haciendo apuestas y eso con la gente de la comisaria y no sabemos bien quiénes son ustedes aunque los llaman para estas cosas y siempre solo por los nombres y… perdón, ya estoy hablando mucho. Solo quería saber, porque nadie lo sabe en realidad, ¿Cuál es su apellido?

Mientras arrancaban la camioneta, para alejarse a quién sabrá dónde, los gemelos respondieron al unísono:

– Grimm.

 

Sebastián de Zaldua

(Morón, Buenos Aires, 1988) Vive en Villa Mercedes, San Luis. Licenciado en Trabajo Social y docente de Antropología Social y Cultural y Estructura Social Argentina en la Facultad de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales de la UNSL. Miembro del grupo narrativo Umbrales de la noche”. Ha publicado tres libros de cuentos, Un saco de cuentos” (2017 con Editorial El Tabaquillo), El paso de los Furia” (2013), y Al borde del amanecer” (2020) y un libro de poesía Lírica de la oscuridad” (2020) con Editorial Rorschach. Condujo el programa Radial Rockiratura y Algo más (2013-2016) dedicado a la literatura y el rock (Mejor programa literario Premios Carolina Tobar García 2017”)
Su página web es elescritordenegro.wordpress.com, donde publica reseñas, cuentos y poesías.

Una de las voces más interesantes de la escena contemporánea de San Luis, De Zaldua es conocido por cultivar una narrativa oscura, tributaria de Poe y el romanticismo alemán. Para la presente selección, nos sorprende con un relato de atmósfera extraña, un delicioso cóctel a medio camino entre el policial nórdico y el cuento maravilloso.

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