La máquina de pensar en Carlitos

Por Alejandro Jallaza

La máquina de pensar en Carlitos

 

I

Recuerdo cuando Busqued fastidió una de mis performances dramáticas. Yo vivía solo en la inmensa casa de mis abuelos, en Alta Córdoba y ese fin de mes no tenía un peso. El viernes elegí fumar a comer y compré un par de atados de 20. Eso era todo hasta el lunes. Para el sábado al mediodía estaba tirado en la cama casi esperando el destino. Lánguido y sin la menor intención de hacer algo por mí. Me sentía como el cactus del poema de Bandeira: bello, áspero, intratable”. Bueno, bello precisamente no. Sonó el teléfono fijo, era Busqued: Abrime boludo, estoy afuera. Me cansé de tocarte el timbre y no me atendés”.

Venía con la perra. Era negra, grandota, la había recogido de la calle. Nada más entrar a la cocina la perra empezó a lamer el suelo. Lo hacía siempre. Busqued decía que era por lo sucio y lleno de grasa que estaba todo, que al final le era nutritivo a la perra. Le conté de mi situación y bromeé que me estaba arruinando el drama. Me puteó a conciencia y salió a comprar fideos, tomates y otras cosas. Hizo una salsa bastante rudimentaria pero sabrosa, me puteo de nuevo por no tener una olla limpia, cocinó los fideos, dos paquetes, y hasta puso la mesa. Los comimos a las cuatro de la tarde. Me dejó un montón de fideos y salsa en la heladera. Solo le faltó distribuirlo en tuppers.

II

Nos conocimos todos en el taller literario de la UTN de Córdoba. Teníamos no más de 20 o 21 años, muchas lecturas encima, salvajes ganas de escribir y poca idea de cómo arrancar. Vivíamos en una función sinusoidal: por períodos nos considerábamos poseídos por el genio, por períodos ni nos atrevíamos a mostrar lo escrito. De ahí nació una especie de letanía que se le recitaba a quien iba a leer: estás perdonado”. Todos los números de Extramuros” están perdonados.

V

Una tarde fría, muy gris y que lloviznaba, Busqued propuso ir al SuperPark del parque Sarmiento. Éramos una panda de, pongamos, siete personas. Como era previsible no había nadie en los juegos, la mayoría estaban cerrados y el aire de tristeza era palpable. Sin embargo, empezamos a subir: a la sombrilla, a la Vuelta al Mundo, al Tren Fantasma. Todos menos Busqued. Al irnos nos informó con acritud que el propósito original era ir al SuperPark a deprimirse, no a pasarla bien. Ups.

VII

Mucho cuidado: en Bajo este sol tremendo” Duarte no muere, se supone que sí, pero no se puede constatar. Al final no hay rastro de él. Entonces… es posible que Duarte esté dando vueltas por ahí. Porque Duarte es uno de los pocos personajes vivos de toda la literatura argentina. No parece solo ajustarse al argumento pensado por Carlitos, si no que vive su vida, sin ser del todo consciente de la maldad que lo llena. Una vez le propuse que escribiera unos cuentos de Duarte, y muy educadamente me dijo que la idea no estaba mal, que daba para pensarlo. Estoy seguro que nunca lo hubiera hecho y hubiera sido un error. Creo hablar por todos cuando digo que queremos saber más de Duarte.

IX

Hace mucho tiempo lo visitamos con mi primer hijo, entonces un niño, en su departamento de San Cristóbal. Busqued le mostró y habló del ajolote (infructuosamente trató de hacerlo comer), le dejó blandir una katana y le regaló un soldadito alemán del Afrika Korps. Cuando salimos mi hijo me hizo saber: El Carlitos es el más divertido de tus amigos”. 

X

Otra tarde, esta de Domingo, también gris, fría; también lloviznaba. Teníamos un plan simple: acompañar a Zurita a su trabajo, esperarla y volver los tres a su casa, donde Zurita haría tortas fritas. Teníamos un par de horas hasta que Alejandra se desocupase, así que fuimos al zoológico. No había casi nadie. Caminamos muy lento de jaula en jaula. La visión del zoológico vacío era triste; pero una tristeza amable, lo que nos iba bien. Muchos animales no se dejaban ver. Los leones sí; verlos desde lo alto y oírlos rugir mientras la llovizna castigaba tuvo su emoción. Las tortas fritas fueron un lujo. Todo salió bien ese día.

XI

A Levrero lo conocí por Carlitos. En ese entonces no me gustó, hoy es parte de mi canon. Gandolfo, Oé, Carrere, Ballard, Sacks, Mishima; La Conjura de los Necios”, Corto Maltés. E incontable música.

XVII

Me lo imagino forzando el contacto con alguna médium para tener a quien dictarle nuevos y ardientes tweets.

XVIII

Leí hasta dos versiones de Magnetizado” antes de la definitiva. En cada una el libro se iba aguzando, afilando como una lanza. Con el montón de material poderoso que dejó fuera hasta se podría hacer no diré un Magnetizado II,” pero sí un Road to Magnetizado”. No creo que deje de putearlo por irse, pero si se lo piensa en frío, Magnetizado” es una buena forma de despedirse. Desde su programa de radio Vidas ejemplares” supimos y padecimos la obsesión de Busqued por los asesinos seriales. Al final, para él, como en las comedias románticas, la solución vino de la mano de una mujer. Su novia no solo le deparó amor, sino que le presentó un asesino (cuasi) serial.

XX

Como toda persona, tenía sus secretos. Uno del que se vanagloriaba era de la boleta del Quini 6, que jugaba puntualmente todas las semanas. Un secreto que, por cierto, siempre corría peligro. Solía guardar las boletas en medio de los libros y nos prestábamos libros todo el tiempo. Un chiste remanido, que siempre surtía efecto, era decirle Carlitos, en Naked Lunch -ponele- encontré la boleta del Quini. Me parece que si sale… ¡fifty fifty!”. Nunca lo tomaba a broma, nos puteaba copiosamente. Después tomó la costumbre de revisar los libros que prestaba; más de una vez estuve a centímetros de la dichosa boleta. Unos días después que murió, supimos los benditos números. Ufff. Quedamos que cada tanto alguno los va a jugar. ¿Y mirá si llegan a salir? Eso seguro que lo haría hervir mucho de odio, esté donde esté. Capaz que hasta vuelve y todo.

XXI

Sábado posterior a la muerte de Carlitos. Agarro un libro de Drummond de Andrade. La primera estrofa del segundo poema que leo al azar dice Amigo mío, vamos a sufrir/ vamos a beber, vamos a leer el diario/ vamos a decir que la vida es pésima/ amigo mío, vamos a sufrir”. Un programa a su medida. Empiezo a escribir esto.

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