200 años de Baudelaire

Lecturas de viernes | Por Leandro Calle

200 años de Baudelaire

El pasado 9 de abril se cumplieron 200 años del natalicio de Charles Baudelaire, el gran poeta francés precursor de la modernidad, poeta maldito, dandy, conector entre el final del romanticismo y los comienzos del simbolismo, y muchas cosas más.

Culto y refinado, Baudelaire, sin embargo, sufrió los aprietes de la censura y los procesos judiciales, nada más y nada menos que acompañado por Gustave Flaubert. Lo que pasaba con este hombre es que realizaba poemas elogiosos a Satán, páginas con algunas lubricidades de tipo lésbico y, por sobre todo, mantenía una amante de raza negra, cosa inconcebible para alguien que pretende pernoctar en la Isla San Luis, ahí nomás donde las gárgolas de Notre Dame -hoy destruidas- vomitaban las aguas del cielo parisino. La negra (de origen creo que haitiano), gran inspiradora de varios poemas se llamaba Jeanne Duval. ¡Divino Baudelaire! Sos el señor magnífico que le encontró toda la luz a la oscuridad. El brillo tenue de la sombra. Un éclair… puis la nuit” (Un relámpago… luego la noche) dice en el soneto «A una que pasa», y en ese solo verso legitima la belleza en la fugacidad de la vida.

Recuerdo haber ido hasta el cementerio de Montparnasse para dejar una flor en su tumba. Una mujer arreglaba unos cacharros con agua, mientras me veía observando entre las lápidas. ¿Busca la tumba de Baudelaire?, me preguntó. Asentí. Ahí la tiene, me dijo la mujer, y no creo que se encuentre muy a gusto enterrado con su padrastro. Lo que decía la mujer era cierto: Baudelaire, está enterrado junto al General Aupick, segundo esposo de su madre, con quien el joven Charles tuvo furibundas agarradas y discusiones. (Algunos dicen que, durante los disturbios de 1848, Baudelaire se sumó a los levantados al grito: ¡Hay que fusilar al general Aupick!”).

De su poesía se podrían decir muchas cosas, pero necesitaríamos todas las Lecturas de los viernes” para entrar en la poesía de Las flores del mal”, considerado por muchos como uno de los libros claves de la poesía moderna. Allí puede verse, en el mismo libro, la transición del poeta de un tardo romanticismo, como el que se refleja en el poema El albatros”, hacia el simbolismo, que se plasma en Correspondencias”, uno de los poemas más celebrados y conocidos. Su obra siempre tuvo que ver con aquello que comienza, con lo novedoso, por eso también lo deslumbraron el pintor Eugène Delacroix y el músico alemán Richard Wagner. A ambos genios, les dedicó páginas memorables.

El caso de Wagner es llamativo. ¿Cuántas veces habrá podido Baudelaire, asistir a la ópera Garnier para escuchar Tannhäuser? ¿Una vez, dos, tres? No poseía, como nosotros hoy, la posibilidad de escuchar una y otra vez por internet o en CD o discos de pasta, sin embargo, con tan poca y compleja información, Baudelaire logra captar la esencia wagneriana. En una carta dirigida al mismísimo Wagner, fechada el viernes 17 de febrero de 1860, el poeta no oculta su admiración: Antes que nada, quiero decirle que le debo el más alto goce musical que jamás haya sentido”.

Otro de los logros importantes del poeta parisino fue la introducción de Edgar Allan Poe en el mundo francés. Fue su traductor, y funcionó a su vez como poeta inspirador. Incluso hay un dato llamativo: en uno de sus diarios íntimos, Baudelaire confiesa que le rezaba a Poe todas las mañanas: Hacer mi oración a Dios todas las mañanas, reservorio de fuerza y justicia, a mi padre, a Mariette y a Poe como intercesores”.

En El pintor de la vida moderna”, Baudelaire define la modernidad: es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable”. Este pensamiento tiene relación directa con el poema Correspondencias” que mencionamos más arriba. Allí, el poeta, cierra el soneto con dos tercetos célebres, que se destacan por sus llamativas sinestesias: Y así hay perfumes frescos como recién nacidos,/ Verdes como los prados, dulces como el oboe,/ Y hay otros triunfadores, densos y corrompidos,// Todos de una expansión infinita movidos,/ Como el almizcle, el ámbar, el incienso, el aloe,/ Que cantan los transportes del alma y los sentidos”. (Tomo la traducción de Raúl Gustavo Aguirre).

Sarcástico, mordaz, refinado, satánico y piadoso al mismo tiempo; decadente, lúbrico, iluminado (y un largo etcétera) podrían constituir los calificativos de su persona. No hay que olvidar que, como dandy, postulaba que uno mismo debía convertirse en una obra de arte. Sin embargo, y lejos de lo caricaturesco, lo anecdótico y banal, su obra es insoslayable. La precisión en los aspectos formales y los nuevos paradigmas semánticos, junto con las novedades de los poemas en prosa, dan una idea general del alcance y mérito de su obra.

Con Baudelaire comienza la despersonalización de la poesía moderna, dijo el crítico alemán Hugo Friedrich, y ponía desde el punto de vista de la crítica literaria un puente que lograba cruzar hacia nuevas latitudes, dejando atrás las atormentadas aguas del corazón romántico. Hoy, 200 años después de su nacimiento, Baudelaire sigue brillando.

Por la correspondencia entre su amigo íntimo, el escritor Charles Asselineau, y su editor, Poulet-Malassis, se sabe que por su enfermedad, quedó prácticamente afásico –qué ironía de la vida, el poeta de la modernidad sin poder hablar- y que los últimos días daba gritos por el dolor que le causaban las llagas. Madame Aupick, su madre, estuvo a su lado hasta el final. Oh muerte, vieja capitana, ha llegado la hora, levemos ancla” habrá pensado el poeta, recordando sus versos de El viaje”: Al fondo de lo desconocido, para encontrar lo nuevo”.

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