El huésped

Libro de los pasajes | Por Diego Tatian

El huésped

El libro perteneció a José María Aricó, tras su muerte fue donado a la biblioteca que lleva su nombre en la UNC, está prologado por Rodolfo Aráoz Alfaro y por un Comité integrado, entre otros, por Deodoro Roca, Enrique Barros y Gregorio Bermann. Barros en compañía de Deodoro son como el cañón y la mecha. Gregorio Bermann la dinamita”, escribirá en ese libro su autor, el revolucionario boliviano Tristán Marof. En la portada se lee: Editorial Logos, Córdoba MCMXXXVI”. Muchos nombres no irrelevantes para esta ciudad convergen misteriosamente en un volumen olvidado, que lleva por título Habla un condenado a muerte”. ¿Quién fue Tristán Marof? ¿Qué hacía en Córdoba? ¿Por qué razón se formó en torno a él uno de los más importantes movimientos de solidaridad de los que la ciudad tenga memoria?

Fundador del Partido Comunista Boliviano, Gustavo Adolfo Navarro adoptó el seudónimo Tristán Marof para firmar sus primeros libros. Recorrió como exiliado muchos países de América y Europa, viajes en los que trabó amistad con Vicente Huidobro, César Vallejo, Manuel Ugarte, Diego Rivera, Julio Antonio Mella y muchos otros intelectuales y artistas de la izquierda latinoamericana. En 1928 se encontró con Mariátegui en Perú; ambos coincidieron en considerar la cultura indígena como el proletariado de la América Andina, y también en valorar la importancia continental Reforma Universitaria de 1918.

Escapando de la persecución política se radicó en la Argentina en 1930, donde se convirtió en una de las más importantes voces de denuncia de la Guerra del Chaco, inventada por la Standard Oil Company y la Royal Dutch Schell, que enfrentó a Bolivia y Paraguay. Luego de residir en Tucumán llegó en 1935 a Córdoba, donde fundó el Partido Obrero Revolucionario de Bolivia y la revista América Libre”. Vivió en Villa del Totoral. Finalmente fue deportado a Bolivia, pero la agitación del movimiento obrero boliviano, la acción internacional y en particular la intervención de un grupo de intelectuales cordobeses -que formaron el Comité Pro Amnistía de Exiliados Políticos y Sociales de América para evitar su extradición (con la que corría peligro su vida)-, lograron evitar su ajusticiamiento.

«Habla un condenado a muerte” fue escrito en la casona de Aráoz Alfaro, que aún existe en Villa del Totoral (donde también Rafael Alberti, León Felipe y Pablo Neruda vivieron durante un tiempo sus exilios). Escribo este libro en Totoral… En la casa de Rodolfo se han discutido todos los problemas actuales con pasión… Escribo este libro a los saltos, apresuradamente, sin biblioteca y sin ánimo de que perdure. Es un libro de recuerdos. Totoral, mayo 36”.

Tras un encuentro en Tucumán, Marof fue invitado a refugiarse en ese paraje del Norte cordobés por el crítico de arte Cayetano Policho” Córdova Iturburu y Carmen de la Serna -tía del Che-, donde aceptó venir tentado por la caza de gacelas y corzuelas, y la idea de estudiar un poco de marxismo”. Allí residió más de un año y medio sin ser molestado por la policía, a pesar de que hice declaraciones en los diarios, publiqué dos libros que se editaron en Buenos Aires, y hasta hablé en alguna oportunidad en público”. Raúl González Tuñón -en cuya revista Contra” Marof había colaborado- le dedicó un poema llamado El viejo soldado”, en el que recuerda las tertulias y las cacerías totoralenses. A su vez, en un artículo de América Libre” contra la guerra, el huésped boliviano escribe: Raúl y yo nos encontramos en Totoral. Pasamos un verano delicioso. Raúl era el de las polémicas apasionadas y nerviosas; por entonces componía su último libro, Juancito Caminador”.

Lo que en torno a la defensa del derecho de asilo y el antifascismo la historia de Marof encripta, es un intenso movimiento de fraternidad continental de la izquierda, que se extendía en todo el continente. En los años 30, Córdoba -tal vez uno de los efectos más entrañables de la Reforma- fue una ciudad protagónica de esa internacional intelectual y política. Durante su exilio mexicano, poco antes de llegar a la Argentina, Marof había participado en el movimiento de solidaridad internacional -intenso en la región entre 1928 y 1930- con el guerrillero nicaragüense César Augusto Sandino en su lucha armada contra la ocupación norteamericana. En el mismo momento, Deodoro Roca escribía su ensayo Sandino y el imperialismo”. En las primeras páginas de su libro cordobés, en tanto, Marof (también Aráoz Alfaro en su prólogo) pide por la libertad del comunista brasileño Luis Carlos Prestes (uno de los hombres más honrados e inteligentes del continente”), que acababa de ser apresado por Getúlio Vargas y condenado a 30 años de cárcel.

Acuñado por San Martín y Bolívar en las luchas por la independencia, el ideario de una fraternidad continental tuvo una estación fundamental en la cultura reformista, que se extendió hasta el antifascismo latinoamericano de los años 30 y alcanzará un fulgor reciente en las experiencias populares, a finales del siglo XX y comienzos del XXI –que, de manera coincidente, mancomunó la acción y la pasión de millones de personas en muchos países de la región.

Un libro olvidado (inhallable, a no ser en la biblioteca de un buscador de perlas como Pancho Aricó) atesora cenizas de una ciudad extinta.

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