Morir donde no se ha sido niño

Por Diego Tatian

Morir donde no se ha sido niño

Aram Yerganian nació en una ciudad de la Anatolia llamada Erzerum (hoy Turquía), el 20 de mayo de 1900. Fue un revolucionario armenio que formó parte de la red clandestina Operación Némesis” (diosa griega de la venganza), que entre 1920 y 1922 persiguió a genocidas turcos para ajusticiarlos. El atentado más conocido de los realizados por estos vengadores (comando armado de la Federación Revolucionaria Armenia) fue el asesinato de Talaat Pashá, por Soghomon Tehlirian, en Berlín el 15 de marzo de 1921. Sometido a juicio, Tehlirian adujo como motivo la masacre de su familia, el genocidio de su pueblo, e invocó la antigua figura jurídica del derecho al tiranicidio. Resultó absuelto por los tribunales alemanes.

Tras el fin de la primera Guerra Mundial, los Jóvenes Turcos que llevaron adelante las deportaciones y asesinatos de más de un millón de armenios fueron condenados a muerte por la corte marcial de Constantinopla, pero lograron huir a distintas ciudades del mundo -muchos encontraron refugio en Alemania, aliada de Turquía en esa guerra-, donde vivían ocultos, aunque sin abandonar el proyecto panturquista.

Yerganian había combatido junto al General Tro en el Cáucaso, y participado de diversas acciones revolucionarias que lograron establecer la República de Armenia en 1918. En lo que se considera un preludio de la Operación Némesis, en 1919 fue enviado por el Partido Tashnag a Tiflis, capital de Georgia, con la misión de asesinar a un criminal azerí llamado Begov y a un espía infiltrado en los grupos políticos armenios. Sin amilanarse cumplió el cometido, tenía solo 19. En esa misma ciudad un año después ejecutó al máximo responsable de las masacres de Bakú”, Fathali Khan Khoiski. Inmediatamente después pasó a Constantinopla para alistarse en el grupo Mémesis, red ideológicamente concebida por intelectuales como Shahan Natalí o Krikor Merdjanov, y organizada por el embajador armenio en los EEUU, Armén Garó.

La operación más importante de Yergenian fue el ajusticiamiento de Djemal Azmi (el monstruo de Trebisonda”) y de Behaeddin Shakir (jefe de una brigada que masacró a miles de armenios) el 17 de abril de 1922 en Berlín. Tras el atentado, cuando su cacería era segura, Yerganian logró evitar ser capturado por la policía merced a un ardid muy simple: detuvo su carrera y se quedó tranquilamente sentado en los peldaños de una escalera. Los perseguidores pasaron junto a él sin suponer, debido a su actitud de curiosidad, que se trataba de uno de los autores de los asesinatos (el otro, Arshavir Shiraguian, había escapado en una dirección diferente).

En el verano de 1922, luego del ajusticiamiento en Tiflis de Djemal Pashá (el segundo miembro del triunvirato de los Jóvenes Turcos), la organización se disolvió. En tanto que Enver Pashá (tercero del triunvitato, junto a Djemal y Taalat), no fue ultimado por los vengadores de Némesis sino por una brigada de bolcheviques armenios en Tayikistán.

El periodista francés Jacques Derogy accedió a diversos archivos en Ereván, en el Instituto Zoryan de Boston, y otros lugares, cuyos documentos estudió durante años. En su libro Operación Némesis. Los vengadores armenios”, de 1986, reconstruye la trama -mantenida en estricto secreto por décadas- de estos asesinatos políticos, que no fueron realizados por acciones espontáneas de individuos aislados sino largamente planificados.

La historia añade que Yerganian pudo escapar de Berlín, primero a Viena y luego a Bucarest, hasta que se embarcó a Buenos Aires, donde llegó en abril de 1927. En la capital argentina trabajó como tipógrafo del diario Armenia, se casó con Zabel Baraghian en 1931 y tuvo con ella una hija, María, quien fue concertista de piano y falleció en El Chaltén en septiembre de 2020.

Tras contraer tuberculosis, a comienzos de 1932 Aram se trasladó a Córdoba, donde residía el más importante tisiólogo de la época: el doctor Gumersindo Sayago, uno de los principales referentes de la Reforma universitaria en 1918. Primero fue internado en una clínica de Ascochinga y luego, debido a costos imposibles de afrontar, en el hospital Tránsito Cáceres de Allende, donde Sayago trabajaba y acababa de crear el Instituto de Tisiología. Allí lo visitaban amigos y compañeros, con quienes compartía salidas esporádicas del hospital, según testimonian algunas fotografías de la época como las que acompañan esta nota, y que atesora amorosamente, como tanta información sobre Aram, su nieta Virginia Kavukian.

Luego de más de dos años de batallar contra la tisis, falleció en Córdoba el 2 de agosto de 1934, a la edad de 34 años. Sus restos fueron alojados en el cementerio armenio de San Jerónimo, hasta su traslado a un mausoleo en la sede de la Federación Revolucionaria Armenia de Córdoba (Club Antranik) en diciembre de 1959, donde permanecen hasta hoy.

La intensidad de una vida no es resultado de una decisión sino, tal vez, de una fatalidad. Como lo es el lugar que el destino reserva para morir. Quizá ese día de invierno en que sintió la inminencia de la muerte en una desangelada habitación de hospital muy lejana de la tierra por la que había combatido, Aram pensó en un árbol de la casa de infancia, recordó el perro con el que jugaba en los días felices, o tarareó despacio una nana que le cantaba su madre. Acaso el doctor Sayago estaba a su lado y pudo intercambiar con él algunas palabras de gratitud en su pobre castellano. O intentó hablarle de una calle de Erzerum por la que caminaba con su padre en los días de fiesta. Ese diálogo imaginario entre el vengador Aram Yerganian y el médico social Gumersindo Sayago en un hospital de la ciudad de Córdoba hace casi 90 años, produce un fulgor repentino que ilumina una perla efímera y la sustrae del tiempo.

Aram Yerganian es considerado héroe nacional por el pueblo armenio.

Salir de la versión móvil