Leila Guerriero: Me interesan las personas con una fuerte entrega

HOY DÍA CÓRDOBA conversó con la escritora que domina la mesa de novedades: en La otra guerra” (Anagrama) trama con venecitas el mural de una historia de manipulación y desencuentro. Al mismo tiempo, se han vuelto a editar Frutos Extraños” (Alfaguara), Los suicidas del fin del mundo” (Tusquets) y Teoría de la gravedad” (Libros del Asteroide)

Leila Guerriero: Me interesan las personas con una fuerte entrega

Por Franco Gatica

El coronel inglés Geoffrey Cardozo llega a las islas. Tiene 32 años. La guerra ha terminado. El gobierno lo envía para relevar el estado de situación, recorrer el paisaje después del horror. El ejército rival ha regresado al continente. Solo han quedado, en un tendal, desparramados, cuerpos muertos de soldados argentinos. 

Esos cadáveres, enterrados aún en el cementerio Darwin, son la única presencia argentina en las islas. Esta es la historia que reconstruye La otra guerra”.

El trabajo del coronel Cardozo ha sido central para identificar gran parte de los restos. Fue él quien exhumó cuerpos, dio las primeras coordenadas, dejó un registro prolijo. Luego, Julio Aro y familiares de caídos recorrieron los recovecos de la Argentina buscando material genético para identificar a los muertos. Aún quedan argentinos sin identificar.

El epitafio negro en las tumbas sin nombre: Soldado argentino solo conocido por Dios”.

Leila Guerriero (Junín, 1967) cuenta que un problema relevante de toda esta historia es de orden semántico. Las dificultades de lo real implican necesariamente un problema lingüístico. ¿Cómo nombrar la falla que estos cuerpos exponen? ¿Muertos? No. ¿Héroes? No, también hay entre ellos torturadores y represores. ¿Asesinados? No, técnicamente un soldado no puede ser asesinado. ¿Víctimas? 

Los antropólogos del Equipo Argentino de Antropología Forense saben antes que nadie todos los problemas que podés tener al usar la palabra equivocada”, dice la escritora.
Y continúa: La otra guerra es una especie de conglomerado de todas las tensiones políticas, ideológicas que atraviesan a la Argentina desde los años 70 para acá”.

Casi en coincidencia con la publicación, el gobierno nacional, a través de Daniel Filmus, comunicó que se logró restaurar cuatro identidades: Guillermo Nasif, Marciano Verón, Carlos Misael Pereyra y Juan Carlos Treppo. 

Entre el coro de los familiares de caídos, surgen voces como esta: ¿Cómo nadie nos dijo nada del trabajo que había hecho Cardozo?.

HDC: ¿Qué le impresionó especialmente de la historia de los soldados no identificados y la trama político-militar de cuatro décadas?

Leila Guerriero: Creo que me interesé profundamente cuando conocí, en parte, los entresijos de toda esta historia. Supe que la Asociación de familiares de caídos en Malvinas se había opuesto durante mucho tiempo a la identificación de los cuerpos. Eso me generó preguntas. ¿Por qué familiares de caídos, que no podían poner una flor en la tumba correcta, se oponían a la identificación? ¿Cuál era el motivo? Otra de las cosas que me llamó la atención fue el cúmulo de conexiones, azares, casualidades que tuvieron que ocurrir para que esto se pusiera en marcha. En los 80 no estaban disponibles las pruebas de ADN, pero sí se podría haber tipificado de alguna forma o usado ese informe de Geoffrey Cardozo para dar información a los familiares. Nada de todo eso se hizo. Me interesó ver las manipulaciones, malentendidos y tramas. Todo esto estaba dando vueltas de una manera densa y tenían un efecto profundo en lo concreto, en el hecho de que una familia en Corrientes o en Florencio Varela permaneciera todavía sin recibir una notificación oficial acerca de cómo había sido la muerte de su hijo, esposo, hermano.

HDC: ¿Qué es el periodismo para usted? Le pregunto esto porque sus textos, los perfiles, las crónicas, habitualmente dejan planteada, implícita, la cuestión sobre qué es, para qué sirve, con qué formas debería entrar en tensión, qué recursos priorizar.

LG: Rescato una definición que una vez escuché a Juan Cruz, periodista en El País, de España, que a su vez la escuchó del director del diario La Repubblica, dijo: periodista es quien le cuenta a la gente cosas que le pasan a la gente. Yo creo que en el fondo subyace la idea de la conexión. Estar conectado con la contemporaneidad, con la época. Narrar esa Historia con mayúsculas es un poco lo que uno quiere, desea. Trato de hacerlo sin reduccionismo, dando cuenta de una realidad compleja. En el caso de un perfil, dando cuenta de la complejidad de una vida. Para eso se necesita tiempo, espacio y también estar en el territorio. De ninguna manera podría pretender yo que esto se aplicará a todo el periodismo. La noticia tiene sus propias reglas, no necesariamente se tiene que pasar tres meses para hacer un buen texto. Como editora, me llegan textos trabajados durante mucho tiempo y no tienen la calidad que todo ese tiempo supondría. Al fin, depende mucho también de la mirada del periodista, del talento.

HDC: Es notable el interés por personajes obsesionados, personas de entrega extrema por algo, que en muchos casos cifran en ese rasgo la razón misma del atractivo. Pienso en Opus Gelber, o Una historia sencilla” (el extremo por el cuidado sobre la forma y la técnica). ¿La une una sintonía natural hacia este tipo de historias, personajes?

LG: Sí, creo que diste en el clavo. Lo que hay ahí es una curiosidad muy fuerte. Yo siento una conexión muy fuerte con mi vocación de contar, de narrar. Entonces, cuando veo alguien sumamente conectado con eso que quiere hacer y en lo cual pone una enorme carga de todo tipo (emocional, física) me intereso enormemente. Siento curiosidad hacia gente con saberes específicos y las formas en las cuales esas personas se refieren a esos saberes. Me interesan mucho esas esas vidas, a qué estuvieron dispuestas esas personas para llevar adelante esa vocación. Lo pienso en términos de singularidad. Aunque no me basta con que esa persona tenga una vocación fantástica por tal cosa sino, primero que nada, sea sublime en lo que hace y después, dentro de lo sublime, tenga una singularidad específica. Esto último le aporta la excusa periodística”, el motivo por el que puede considerarse de interés.

HDC: Supongo que la contratapa de El País ha sido toda una responsabilidad y un reconocimiento: la primera latinoamericana firmando el espacio, en pleno avance digital sobre lo impreso y cambios de todo tipo hacia dentro del periodismo. ¿Cómo fue adaptarse a esa extensión? ¿Surge de manera natural un tono íntimo?

LG: Al principio pensé que me iba a costar adaptarme a esa extensión. Con el tiempo creo que le encontré el tranco y llegó un momento en el que paraba de escribir justo un momento antes de llegar al límite. 21 líneas, 321 palabras. La verdad que me cuestan mucho los puntos intermedios: un artículo de 15.000 caracteres, por ejemplo, es una pesadilla, no sé cómo abordar eso que no es largo ni corto. Volviendo a las contratapas, el tono íntimo no surge necesariamente de la extensión. Pero es verdad que hacer una columna en tonalidad íntima en un espacio extenso tiene su complicación: no sé si tengo ganas de exponerme tanto. En este caso, la brevedad permite que lo íntimo sea como un chispazo, una ráfaga, donde el grado de exposición es mínimo. El punto es que este algo íntimo esté puesto al servicio de algo universal. A mí no me interesa la anécdota personal. Lo que yo quería hacer con esas columnas era conectar con algo que tuviera que ver con la condición humana. Desde que comencé en ese espacio supe que iba a tener esas dos vetas: algo coyuntural y algo íntimo, de la naturaleza de textos que me interesan como, por ejemplo, los de Clarice Lispector.

 

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