Por siempre Tita, la Merello

Por Sofía Jalil

Por siempre Tita, la Merello

Un 24 de diciembre de 2002 dejaba este mundo Laura Ana Merello. Casi nadie la reconoce por Laura o Ana, sino por su apodo consagratorio: “Tita”, que fue transformándose -como quien cambia de piel pero nunca la esencia- en la Merello, la Morocha Argentina, la Arrabalera y la Tita de Buenos Aires.

Con tanta impronta forjó su identidad que con solo decir su apodo aparece una imagen de rea arrabalera, con la boca fruncida y los pómulos tersos. La mirada a un costado, casi en una actitud de defensa y precaución constante. Y cómo no, si su vida estuvo marcada por heridas de las que dejan costras.

Nació en un conventillo, en San Telmo. Tenía pocos meses de vida cuando su padre murió. A sus cinco años, su madre la dejó en un asilo ya que no podía cuidarla. Trabajó desde niña, principalmente en un campo a donde llegó por un erróneo diagnóstico de tuberculosis. No fue al colegio y hasta su adultez solo podría diferenciar la letra “a” de la “o”.

Más allá de los desafíos del destino, la “Tita” Merello aprendió a sobreponerse. Fue una persona excepcional. Cantante y actriz de pura cepa. El tango fue su forma de expresión. Un poco rea, capaz se interprete, en esa manera de salir a la vida cual boxeadora en un ring. Sin embargo, bajo ese manto de rudeza anidaba una mujer sensible y cariñosa.

“Yo me revestí. He vivido toda la vida añorando la ternura que es el mejor de los sentimientos porque comprende al amor y a la pasión. Si me tratan bien, consiguen de mí cualquier cosa. La vanidad, la estupidez y la prepotencia no sirven para nada”, supo decir Merello sobre su manera de ser y vincularse.

Yo soy así

La Merello comenzó su carrera en los cabarets de Buenos Aires, allá por los años 20. Fue parte del Teatro Bataclán, donde rápidamente aprendió la dureza del mundo y cuán rápido te puede engullir si no hay amor. Por una misma y los demás.

Después de sus apariciones en los boliches de la época, llegó su momento de actriz y cantante en la primera época del cine nacional. Formó parte del elenco que protagonizó la primera película sonora argentina, llamada ¡Tango! Estrenada en 1933, contó con la participación de Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Luis Sandrini y Pepe Arias. Un testimonio del movimiento tanguero de los 30. De ahí en adelante, Tita no paró hasta protagonizar más de 30 películas.

“Se dice que vivió más de 100 años”, comenta a HOY DÍA CÓRDOBA la presidenta de la Academia Nacional del Tango filial Córdoba, Chabela. Antes se acostumbraba a anotar a las y los niños cuando ya tenían dos o tres años. En el caso de Tita, como fecha de su nacimiento figura el 11 de octubre de 1904.

Haya nacido en 1904 o antes quizás, Tita Merello vivió casi 100 años. Lo cual la convierte en una testigo privilegiada de las diferentes épocas del país, que de alguna manera quedaron reflejadas en su carrera artística. Volvamos al comienzo y pensemos en los años 20, en los cabarets del bajo fondo para luego lograr incursionar en la incipiente industria cinematográfica nacional desde la década del 30 hasta mediados de los 50. Dos décadas de incesantes producciones locales.

Si bien nunca se presentó abiertamente como peronista, tras el derrocamiento del General Perón en 1955 el trabajo empezó a escasear. Al igual que otras artistas, se exilió en México donde obtuvo diversos papeles hasta regresar definitivamente al país en 1958 ya con Arturo Frondizi como presidente.

Desde la década del 60, la cultura tanguera comenzó a trastabillar ante las nuevas modas como el rock. Sus participaciones fueron menguando. Al último de su carrera ya no quiso figurar, ni que la filmen ni dar entrevistas.

No obstante, hay una película del tipo biográfico documental sobre sus últimos días. Se llama “Merello x Carreras”.

Está dirigida por Victoria Carreras, hija de quien fue el director predilecto de la Merello: Enrique Carreras. Si bien la Tita se rehusaba a ser filmada, un día le dijo a Victoria: “Vení, filmame”. Así, la directora captó en grabaciones caseras a una Merello anciana, con su cuerpo de nueve décadas sin perder una pizca de lucidez con humor perspicaz y ácido.

Volviendo a su carrera como actriz, dice Chabela: “Era excepcional”. Sobre su papel más destacado, recomienda ver “Gaucho” de Lucas Demare. También “Los Isleros” y “Mercado de Abasto”. Además de “La Morocha” donde actúa junto a Alfredo Alcón. Estos y más títulos están disponibles en la plataforma de cine argentino CineAr. Es libre y gratuito.

“Fue una feminista adelantada” dice Chabela y recuerda su famosa frase: «Muchacha, hacete el papanicolau». “Los europeos tenían a Anna Magnani y nosotros a la Tita Merello”, agrega.

Del barro

En su trayectoria como cantante, Chabela siguió más la carrera de Libertad Lamarque. Otra mujer que también incursionó en la música y el teatro, llegando a ser reconocida en todo el continente.

Lamarque y Merello son dos tipos de mujeres muy distintas en cuanto a su estilo. Una soprano y famosa por su afinación. La otra nunca había tomado clases de canto y era más intérprete que cantante. Sin embargo, las dos han sido y serán reconocidas como “luchadoras” en su carrera artística.

Sobre la Tita, Chabela reflexiona: “Tenía barro, que es un estilo de tango profundo y dramático”.

Similar es el punto de vista de la cantante cordobesa Verónica Bie: “Tenía barro, como dice Chabela, y no solo barro. Tenía además conciencia social, barrio y empatía. Lo que la construyó como una gran artista”.

“Tenía su propio juego con el drama y el humor, desde la picardía. Me gusta su gracia, su parte lúdica de la interpretación. Era una artista innata. Eso, para las intérpretes del tango, ha sido inspirador. No hay una mujer que no haya querido ser como la Tita”, dice Bie quien forma parte del conjunto de tango Milonga sin Corte.

Sobre su influencia dice que no fue una búsqueda consciente, sino que se le aparecía porque la Tita dejó un legado inevitable. “Ella es el pueblo, representó lo que las mujeres callaban en ese momento”, describe.

“Es una diva de barrio. Tenía una parada muy imponente, pero nunca perdió su esencia de barrio, de mujer común y de ser contestataria ante cualquiera sin importar su clase social”, concluye Bie y recuerda a su madre quien es una gran seguidora de la Merello, y la ha alentado a interpretar sus tangos.

Chabela también recuerda a su madre, quien era cantante y de quien aprendió de manera natural el arte de la voz. En contraposición, la Merello nunca fue madre. Tampoco se casó.

Si bien tuvo muchos amores, solo un hombre ocupó su corazón y ante el engaño -con Luis Sandrini- a la soledad le apostó. Tita fue armando su familia con la gran Argentina. “A todos los argentinos les pido que no se olviden de mí. Gracias por creer que fui algo más de lo que soy”, se la escuchó decir.

Pasó su último año de vida en la Fundación Favaloro y una Nochebuena, tras cerrar sus ojos, en leyenda se convirtió.

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