Una lectura sobre Veintisiete noches (Galerna, 2022), novela de no ficción de Natalia Zito.
Una anciana viuda de casi noventa años es internada abruptamente y en contra de su voluntad en un hospital psiquiátrico. No es una jubilada más de barrio, sino una conocida mecenas, artista plástica y escritora, conocida en los círculos culturales tanto por ser habitual anfitriona de reuniones, como por su enorme fortuna. Además, en contra de la superstición popular que niega la sexualidad en la tercera edad, Sarah Katz estaba viviendo un segundo despertar del deseo, cuando su tranquilidad cotidiana se vio invadida por la aparición de seis camilleros.
Sin tener idea de lo que estaba sucediendo, la señora Katz había sido diagnosticada –en ausencia y con el aval de sus hijas– de demencia frontotemporal. El certificado lo firma un neurólogo que luego sería conocido en otro ámbito, el de la política, y que en ningún momento se había entrevistado con su paciente. La disputa judicial, junto con el chisme mediático, se entrecruzan con la batalla cotidiana de esta mujer por escapar de un confinamiento impuesto por su propia descendencia.
La fortuna en juego, el apellido aristocrático y la cobertura de los medios en su momento –mediados de los 2000– le dieron a esta mujer la oportunidad que muchas otras personas en su situación no tuvieron: la de reivindicar su derecho a la libertad, y a disponer de sus recursos de la forma en que se le antoje.
La historia real volvió a las primeras planas este año, debido a la candidatura política del ya no tan joven pero aún ambicioso neurólogo, y a los procesos legales llevados a cabo por la mujer protagonista, quien, a los 103 años de edad, ha recompuesto sus vínculos familiares, pero no olvida el atropello.
Pero “Veintisiete noches” no es un libro de crónica –por más que abreve de técnicas de investigación periodística– sino una novela de no-ficción. De esta manera, la autora hace abstracción de la anécdota, las identidades reales (los nombres están cambiados) y el conventillo mediático para destacar los elementos universales que contiene la historia, las preguntas que nos deja respecto a la relación entre salud mental y jurisprudencia, al derecho al libre albedrío en cualquier etapa de la vida, a la posibilidad de hacer lo que uno quiera con su dinero o sus relaciones amorosas. Y, al final de todo, la pregunta esencial, quizás motor del trabajo de investigación: ¿Qué hace que decidamos contar una historia?
La pregunta parece sobrevolar todo el libro y es uno de los ejes principales, de dónde viene la pulsión por reconstruir en detalle algún hecho del pasado, tal vez ajeno, y comunicarlo por escrito a la posteridad, dejarlo sentado. Una de las posibles respuestas que se da la autora es: “Lo que hace que una historia sea escrita es el hallazgo de que ahí pueda haber algo para otro. Algo para otro. Una dimensión pequeña pero incalculable porque la literatura no habla de un nombre propio, sino de todos nosotros, no para demostrar nada al mundo sino, como diría Carlos Fuentes, para añadir algo”.
A esa pregunta original le siguen otras, como, por ejemplo, qué hubiera pasado si el personaje protagonista de la historia hubiera sido un anciano, en lugar de una anciana, si se hubieran cuestionado de la misma manera sus acciones, si se hubiera realizado el mismo tipo de intervención.
Las relaciones familiares y la tensión de estas con el dinero es otro de los disparadores de preguntas. “La ficción, basada en hechos reales o no, construye una verdad nueva que dialoga con la realidad (…) si conociera la verdad no tendría sentido escribir”, dice la autora. “Entonces, qué importa si es realidad o ficción, si lo que cuenta es el hallazgo del lector de algo cierto sobre sí mismo. Ahí, tal vez, resida la verdadera magia”.
Además de ser un notable ejercicio de la narrativa de no-ficción, “Veintisiete noches” dialoga intensamente con la novela anterior –de ficción– de Natalia Zito.
En el caso de “Rara”, la primera persona narradora vuelve sobre sus pasos para examinar con distancia casi científica –aunque no despojada de cierto rencor– las razones del fracaso de una pareja, de una familia que no fue. Ambos libros dialogan desde la ficción y la no-ficción, sobre la construcción de la identidad a través de los vínculos, la disolución de los mismos, la manera en que nos paramos ante lo efímero de nuestra existencia y los conflictos y mezquindades que nacen del deseo.
Natalia Zito
(Buenos Aires, 1977) Escritora y psicoanalista. En 2019 publicó la novela “Rara” (Emecé); en 2014, el libro de relatos “Agua del mismo caño”, que adaptó luego para teatro en la obra “El momento desnudo”, estrenada en 2019. En 2011 obtuvo el primer premio del Concurso de Microrrelato de la Editorial Outsider, en 2012 la mención especial del Concurso Itaú Digital, en 2013 el primer premio del concurso de crónica de la Revista Anfibia, y en 2018 fue finalista del concurso del Festival Basado en Hechos Reales. Publicó en numerosas antologías, así como también ha colaborado en medios como Clarín, Anfibia, Lamujerdemivida, Socompa, Paco, Hoy Día Córdoba y otros. Dirigió una escuela para jóvenes graduados en psicología durante dieciséis años. Tiene formación actoral y participó de la película “El cielo del centauro” (2015), dirigida por Hugo Santiago.