Cerca del 60% de los libros que circulan en Argentina se publican, según datos oficiales, por editoriales radicadas en la ciudad de Buenos Aires. Allí también se encuentran las grandes y medianas distribuidoras, los medios culturales de mayor tirada, librerías que permanecen abiertas hasta la madrugada o que sostienen sitios web en los que se debaten voces renovadas de la crítica literaria. Como si fuera poco, la cantidad de espacios públicos y privados abiertos a charlas, lecturas, slams de poesía y talleres de escritura es inagotable.
Frente a esta concentración compleja, atravesada de contradicciones si se piensa en el carácter federal de nuestras letras, la migración de escritores y escritoras de todas las latitudes hacia la capital del país es una constante.
¿Qué pasa cuando se realiza el camino inverso? ¿Qué se gana y qué se pierde al salir del centro del ecosistema literario argentino?
En el marco de la Feria del Libro de Córdoba, Cecilia Azzolina, Francisco Moulia y Luis Mey participan de la mesa “¿Lejos de casa?” para repensar las posibilidades, pero también los riesgos, de tomar distancia del circuito cultural. Porque los tres han decidido dejar Buenos Aires y radicarse en el Valle de Traslasierra.
De centros y periferias
Francisco Moulia vive en Los Hornillos desde hace tres años. El final de una relación amorosa -eje de la novela Amor seco que acaba de publicarse-, fue el puntapié necesario para reorientar su vida. “Era el gran momento para tener la experiencia de vivir acá. Y a los dos minutos me di cuenta de que era definitivo, que me quedaba sí o sí.”
Moulia recuerda que la posibilidad de publicar su primera novela surgió gracias a la recomendación que Luis Mey le hizo al editor de Interzona. “Estábamos en su casa, escribiendo a las dos de la mañana. En un momento aparece Guido Indij en el chat y le pregunta si tenía a alguien con una novela terminada, como para que la viera. Entonces, se da vuelta, me dice ‘Che, boludo, ¿terminaste esa novela que estabas escribiendo?’. Y sí, así que se la pasé.”
Si bien reconoce que Buenos Aires es un centro neurálgico a nivel cultural, la experiencia de vivir “en el monte” representa un desafío personal y estilístico. “Te obliga a desarrollar ciertas habilidades con las que, en mi caso, no contaba. Y al dar talleres literarios acá, en el Valle, veo que cambia la naturaleza de los textos: las tramas, las historias, incluso los tonos de la gente que vive en la zona, ya sea venida de afuera o los oriundos, muestra una cosmovisión un poco más silvestre”.
El caso de Cecilia Azzolina es diferente. La escritora nacida en Paraná, apenas terminó la escuela secundaria, se trasladó a Buenos Aires para estudiar teatro. Poco antes de recibirse de profesora, empezó a incursionar en la escritura. “Publiqué una novela en una editorial independiente muy chiquita, pequeña, hace varios años”.
En 2022, Alacranes de madrugada fue finalista en el premio de novela de Futurock. “Eso me ayudó a poder dar los primeros pasos para publicar en una editorial independiente más armada, más importante, que es La crujía”.
La decisión de mudarse a Yacanto se debe a una búsqueda personal, en la que se combina un proyecto de pareja y el deseo de “sentirme cómoda también en relación a la escritura”. Al hablar de su paso por Buenos Aires, lo entiende como “un periodo en el cual tenía que aprovechar el tiempo para poder gestar otras cosas. La carrera fue una; el teatro, también; y conocer gente vinculada con la literatura”.
En esa necesidad de explorar diversas realidades, Azzolina coincide con Moulia en que migrar permite conocer otra forma de encarar la literatura. “Lo que hace interesante la escritura de otros autores, de diferentes provincias, es la manera que tienen de contar una historia, El tono, los modismos, las palabras, la lengua del lugar, la lengua propia, que va a hacer que haya otra diversidad de lenguas y que sea mucho más rico el lenguaje”.
Ambos reconocen que la capital del país tiene una oferta cultural inagotable, pero eso no significa que no sucedan cosas interesantes en otras regiones. “Es necesario vivir en el lugar para poder conocer cómo son esos movimientos” –dice la autora de Alacranes de madrugada.- “¿Qué eventos hay? ¿En qué fechas? ¿Qué tipo de ferias se hacen? Porque las ferias son muy importantes para pensar la literatura a nivel federal, ¿no? Muchos autores viajan a presentar sus libros, a hacer actividades, como es en el caso ahora de Córdoba”.
Mística y paz
“Elegí las sierras de Córdoba por puro misticismo” cuenta Luis Mey. “Después de tanto rechazo a bondadísimas ofertas de amigos para ir a pasar un fin de semana, una semana de vacaciones, una vez se dio. Y funcionó. ¿Qué funcionó? Lo que quiero que se mantenga en funcionamiento siempre, la lectura, la escritura, los días largos con ciertos silencios”.
Escritor prolífico e inclasificable, Mey experimenta el cambio de paisaje con entusiasmo, al tiempo que problematiza la idea de la centralidad porteña. “La dicotomía entre centro y periferia existe, pero siempre hay un nuevo centro. En Capital también se siente ser periferia de los que abogan por las supereditoriales, las supertraducciones, el estar en el premio de afuera, o ser invitados en espacios bastante más diplomáticos, con otros cachets”.
En este sentido, para el autor de Diario de un librero las sierras representan la posibilidad de encontrar “una paz real”, algo de lo que carece el “falso centro”. Así es que, recuperando la ironía de Aira, señala que un escritor suele publicar para renovar la licencia y así “asistir a muchos eventos, mucha noche, mucha lectura, mucha solemnidad. Pero no deja de ser el costado circense de la literatura. Después uno se las ve con lo más universal de la cosa, que es un tipo que se sienta a escribir y que sabe que sus obras en algún momento serán olvidadas, si acaso llegan, y que está perfecto así, y que hay que sonreírle a la cosa”.
Respecto a esta idea de la centralidad, verdadera o falsa, pero definitivamente enraizada en la historia de la literatura argentina, Moulia entiende que después de la pandemia se potenció la emigración de las ciudades con la conectividad a cuestas. “Creo que eso fue generando cierto nivel de desconcentración y mayor conexión con las periferias. Buenos Aires sigue teniendo cosas para ofrecer que solamente están ahí, pero si puedo ir una vez cada tres, cuatro meses, no la extraño. Y, en relación con los libros, de a poco se está dando una especie de mayor federalización de la cultura”.
Azzolina considera importante bancar los proyectos literarios locales, en pos de esa misma idea de federalización. “Hay que estar más atentos para que los escritores de diferentes provincias puedan ser reconocidos, y también me parece que es muy importante que se mantenga el espíritu de cada lugar”.
Mey revisa lo dicho hasta el momento, coincide con Moulia en la necesidad de la conversación larga y generosa, acaso mediada por algún brindis. “Y con Cecilia coincido en el amor, que es un poco también lo que nos lleva para allá”.
El cruce de miradas y la posibilidad de repensar las coordenadas de la literatura actual deja interrogantes para continuar la charla, en la Feria del Libro y, por qué no, camino a las sierras.