Este 16 de noviembre se cumplen 100 años del nacimiento de José Saramago. Por iniciativa de la Fundación que lleva su nombre, en el año 2022 hubo una nutrida agenda de homenajes al escritor constituida de encuentros, ferias, conferencias y eventos académicos en las que se revisitó su obra y se analizó su papel como ciudadano comprometido. Y esto, no sólo en Portugal, en donde era dable de esperar por su origen, sino en gran parte del mundo Occidental. En Argentina, tuvieron lugar dos importantes acciones entre abril y mayo, una en el Malba y otra en la Feria del Libro de Buenos Aires. Córdoba no se hizo rogar y además de la conferencia oficial pensada para el día del onomástico, la Cátedra Libre José Saramago radicada en la Facultad de Lenguas (UNC) organizó su programa anual en torno de las «mujeres saramaguianas», dictó un Curso de Posgrado sobre el «trabajo digno» en el seno de Adiuc y condujo un Ciclo de Cine-Debate sobre aquellos textos del autor que fueron llevados a la pantalla grande.
Entre los eventos más encumbrados del año hay que destacar la exposición de la Biblioteca Nacional de Portugal iniciada en junio de este año bajo la curaduría de Carlos Reis y Sara Grünhagen, que reveló material inédito de alto fuste y que le dio fuerza y vitalidad a la muestra permanente de la Fundación en la ciudad de Lisboa. Construido en una secuencia cronológica, a partir de paneles informativos organizados de manera circular, el visitante no sólo se adentra en fechas y circunstancias ligadas a uno u otro dominio histórico sino que va asistiendo a la composición ideológica de ese autor que alguna vez se autodenominó «comunista hormonal» aproximando su intelección teórica a algunos sucesos que lo tuvieron como figura destacada. Esta intervención tuvo elementos de relevancia que seguramente no pasaron desapercibidos a quienes tuvieron la posibilidad de acceder a él, sea por vía de la proximidad física o por el acceso material o virtual al catálogo: documentos, originales, cartas, listados bibliográficos, textos inéditos etc. Obsérvese como addenda que esta puesta en escena sirvió también para emprolijar la biografía del autor propinándole exactitud temporal a ciertos rasgos de su trayectoria que hasta entonces titubeaban en el fragor de determinadas décadas.
Así como ésta que fue célebre en Lisboa, algunas otras realizadas en diferentes partes del mundo cumplieron el mismo objetivo con los pocos elementos disponibles: sistematizar la vida y obra de un hombre que ha contribuido a hacer de nuestra humanidad un mejor lugar para todos. Hablo de las virtudes pero también puedo hablar también de las limitaciones de estas experiencias porque al estar acondicionadas a un tiempo (una extensión) y a un espacio (el que regula el mobiliario existente) los momentos de una historia personal y/o colectiva se hilvanan tanto que pueden resultar estereotipados. Un caso paradigmático es el de su vocación marxista a la que siempre se recurre para contornar a José como un escritor revolucionario, cuando su evocación testimonial es de una hondura sin titubeos. Se trata -con certeza- de una de las marcas más visibles de su militancia pero que –desarticulada de sus referencias específicas- lo estandariza sin necesidad porque no le añade méritos y por el contrario, acota su alcance.
La «museificación» tiene ese defecto. Este término tan difícil de pronunciar y semánticamente tan esdrújulo refiere a una particular forma de construcción y legitimación de la memoria que pasa por su ubicuidad en una superficie determinada y que es producto de una acción política que se organiza en torno de un objeto o de un conjunto de objetos (aunque incluye, también, una persona o un grupo de personas) separándolo/s de sus referencias contextuales para convertirlos «en reminiscencias exóticas del pasado» . La museificación implica un proceso de «petrificación» («momificación») de aquello que se quiere resguardar y proteger. Y si bien este proceso es genuino a la hora de ponderar o clasificar materialidades (originales o textos inéditos) resulta dubitativo cuando a través suyo se enfatizan ciertos mecanismos consagratorios como los que enaltecen o canonizan a un autor. Pasa que para los «saramaguianos» de todos los tiempos, hay algo que se sustrae a la museificación y es el pensamiento vivo que alienta las prácticas éticas y políticas cotidianas. Saramago es un compañero de ruta y por eso no puede ser reducido u homologado a sus restos, es importante decirlo una y mil veces. Es cierto que ha ocurrido con él lo que sucede con cualquiera de las personas que hemos querido y que ya no están en nuestro mundo: lamentamos la desaparición de su cuerpo físico pero nos refugiamos en la experiencia compartida. Y en el caso de José, en esa escritura que sigue más viva que nunca y que resucita en cada nuevo lector que se suma a la convocatoria.
Walter Benjamin hace una incisiva reflexión a este respecto cuando nos recuerda en la tesis XVI de su concepto de historia que mientras «el historicismo levanta la imagen eterna del pasado, el materialista histórico [potencia] una experiencia única del mismo, que se mantiene en su singularidad» [Tesis XVI] . El texto es de una agudeza sin límites. En primer lugar, avisa que el historicismo nos instala en un pasado finiquitado y nos hace creer que la finitud temporal se corresponde con la finitud ideológica, que si un autor ha muerto, ha dejado de ser pregnante y queda disponible para el archivo; en segundo lugar, nos hace imaginar al pasado como si estuviera resguardado en una caja de cristal a la que sólo vamos en busca de imágenes diluidas. En esa perspectiva, como queda claro, la caducidad inmortaliza lo que ha tenido lugar y lo condena al ostracismo. El historiador materialista no ve las cosas de este modo, y tampoco se permite una hipótesis semejante. Según su punto de vista, lo más importante de todo es la memoria y por eso, «hace saltar el continuum de la historia» dejando que pasado y presente se interpenetren y fecunden de manera conjunta.
Un saramaguiano de pura cepa nunca se encontrará satisfecho en el Museo Saramaguiano. Se valerá de él, claro está, para servirse de todos aquellos elementos de los que precisa para construir su saber y su intelección (datos, fechas, detalles, registros etc.) pero buscará siempre trascenderlo y darle entidad a aquello que permanece: el pensamiento vivo y revigorizado que desasosiega nuestra experiencia y que nos impele a comprometernos con nuestro tiempo.