El nombre de la aventura

Por Cezary Novek

El nombre de la aventura

Todos tenemos un tío o un amigo más grande que brilla en las reuniones o asados contando anécdotas. Pueden ser creíbles o no, difíciles de comprobar o tan exageradas que rozan la categoría de fábula. Pero da tanto gusto escucharlos, que nadie los interrumpe aunque sea la veinteava vez que narren la misma historia. Porque remiten a la forma más antigua de literatura: la narración oral frente al fuego después de una jornada de caza. Dicen que el primer escritor fue un hombre prehistórico que no logró cazar nada para aportar al grupo y tuvo que inventar una buena historia para justificar su ración de comida esa noche.

Entre todos los cuenteros de la historia de la humanidad hay uno que sobresale entre las dunas del tiempo: Karl Friedrich Hyeronimus, barón de Münchhausen (1720-1797). Fue un noble alemán que participó en muchísimas campañas militares de la época, primero como paje de Antonio Ulrico II, duque de Brunswick-Luneburgo, con quien se trasladó a Rusia. Tiempo después, fue nombrado corneta de la caballería rusa y en 1740 fue ascendido a teniente. Fue como parte del Ejército Ruso, estando destinado en Riga, que tomó parte de las dos campañas contra el Imperio Otomano, en 1740 y 1741. Después de retirarse en 1750, regresó a su hogar.

Habiéndose casado en 1744 con Jacobine von Dunten, regresó a su hogar después del retiro y convivió con su esposa hasta enviudar en 1790. El barón no tuvo descendencia y en sus años de retiro adquirió la curiosa costumbre de brindar tertulias nocturnas en las que narraba anécdotas de su vida en el campo de batalla. Eran tan insólitas y exageradas, que muy poco tiempo después adquirió una reputación singular: aunque fue conocido como un hombre recto y honesto, muy confiable para los negocios, su nombre quedó asociado para siempre a la imagen del fabulador. Cuatro años después de enviudar, se casó de nuevo, unión que terminó en un desastroso divorcio poco antes de su muerte a los 77 años.

Eran tan conocidas sus anécdotas en la época, que alguien se tomó el trabajo de escribirlas. Así nació la primera versión de Las aventuras del barón de Münchhausen, en donde se compilas las extravagantes aventuras que el público no se cansaba de escuchar: que viajó a la Luna y conoció a los selenitas, que una vez montó sobre una bala de cañón para acelerar un viaje, o la vez que se salvó de morir ahogado tirando hacia arriba de su coleta. La obra es una retahíla de escenas en las que todo el tiempo pasa algo extraordinario.

Rudolf Erich Raspe (1737-1794) fue un científico, bibliotecario y escritor alemán, autor de la primera versión firmada del libro. Se conoce un boceto anterior, anónimo, cuya autoría es probablemente del mismo Raspe. Ya en estas versiones hacen su aparición el singularísimo séquito personal del barón: Berthold, una especie de Flash que debía usar grilletes para caminar a velocidad normal; Albrecht, un hombre de fuerza colosal; Gustavus, que podía escuchar un pájaro piar desde el otro continente y Adolphus, cuya puntería le permitía cortar una manzana de un árbol a kilómetros de distancia.

Hay una segunda versión literaria, esta vez escrita por Gottfried August Bürger. Éste tradujo al alemán en 1786 la versión inglesa de Raspe (de 1785) y le agregó más episodios, algunos tomados del folklore europeo. Georges Méliès hizo la primera adaptación cinematográfica en 1911, a la que le siguió una versión animada rusa de 1929, dirigida por Daniil Cherkes. Hubo una película alemana de 1943, a color, basada en la versión de Raspe y dirigida por Josef von Báky. Una versión checa de 1961, dirigida por Karel Zeman y titulada “El barón fantástico”, que mezcló animación con actores reales, otra versión animada rusa de 1967, dirigida por Anatoli Karánovich. En los años 70 el animador francés Jean Image produjo dos partes animadas, tituladas “Las fabulosas aventuras del barón de Munchausen” (1979) y “El barón de Munchausen y el secreto de los selenitas” (1984).

La versión más recordada es la de Terry Gilliam de 1988. Además del impresionante despliegue visual que caracteriza toda la obra de Gilliam, la película está protagonizada por un elenco de lo más interesante: John Neville como el barón; Oliver Reed como Vulcano; Uma Thurman como Afrodita; Jonathan Pryce como La Muerte; Robin Williams como el monarca de los selenitas, etc. También actúa por primera vez Sarah Polley, con 8 años, como uno de los personajes principales. Esta película tiene un detalle agregado que enriquece mucho más la historia original: el barón es perseguido constantemente por un siniestro médico de lentes oscuros que no es otro que la Muerte disfrazada. Para escapar de ella, el barón se embarca permanentemente en todo tipo de aventuras que lo rejuvenecen y le devuelven el vigor. Si se queda mucho tiempo en un mismo lugar, comienza a envejecer deprisa, divaga, y aparece el lúgubre galeno.

Se cuenta que al verdadero barón de Münchhausen (el apellido se simplificó por Munchausen en las adaptaciones inglesa y española) no le hizo mucha gracia la fama que obtuvo involuntariamente en vida. Al poco tiempo de circular las primeras versiones escritas de sus aventuras, dejó de dar reuniones y se guardó muy bien sus anécdotas. Algo innecesario a esa altura, ya que para entonces se habían vuelto patrimonio de la Humanidad.

Menos gracia le causaría hoy saber que su apellido está asociado por la psicología a una patología llamada síndrome de Munchausen, que consiste en que el paciente finge diferentes tipos de síntomas con el objetivo de llamar la atención y buscar empatía por parte de su entorno. Hay una variante de esta patología, que es el síndrome de Munchausen por poder, que es cuando un paciente está al cuidado de una persona que sufre este mal. El cuidador mantiene al enfermo en el mismo estado ya que es quien le brinda un propósito y, a veces, la atención de los demás. Muchas veces el paciente es un niño, aunque no siempre es así. Películas como “Misery”, “Persona” o “Qué fue de Baby Jane?” También retratan esta variante del síndrome.

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