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50 años de la Revolución de los claveles

Entrevista con Violante Saramago Matos

Por Maximiliano Suarez

Opinión Por Opinión
2 de mayo de 2024
Entrevista con Violante Saramago Matos

El 25 de abril es una fecha importante, en el calendario Luso, por recordarse la Revolução dos Cravos [Revolución de los claveles], donde militares antifascistas le devuelven la democracia a Portugal, luego de estar sometidos a un régimen dictatorial que no llamaba a elecciones democráticas desde 1925.

Este año la fecha no pasó desapercibida ya que se conmemoraron 50 años de ese acontecimiento. En ese marco, desde la Cátedra Libre José Saramago, radicada en la Facultad de Lenguas de la UNC, quisimos honrar la memoria de aquel hecho que dio fin al Salazarismo y terminó por acabar con el régimen de colonias que este país poseía en África. La importancia de conmemorar esta fecha histórica radica en el legado de lucha por la libertad y la democracia que impulsó un profundo cambio en la sociedad portuguesa de ese momento.

Hoy, es relevante escuchar la voz de quienes vivieron de cerca -por distintos motivos- esos momentos, y reflexionar sobre su impacto en el presente. En esta oportunidad, es un honor entrevistar a la distancia a Violante Saramago Matos, hija del renombrado escritor, Premio Nobel de Literatura (1998), José Saramago, quien nos brindará a través de sus vivencias, una perspectiva sobre aquel periodo clave en la historia de Portugal.

¿Cómo describirías el vínculo que tenías con tu padre, José Saramago, y cómo influyó en tu vida y en tu desarrollo personal y profesional?

La relación con mi padre estaba hecha de complicidades y recuerdos, de silencios muy elocuentes. De mucho cariño, de mucho querer y de mucho amar. Y de mucho respeto, mutuo. Cualquiera que lea los diálogos entre Marta y Cipriano Algor, su padre, en «La Caverna» entenderá mejor a qué me refiero…

Mi padre era un hombre muy vertical, que nunca dejaba de decir lo que pensaba sobre cualquier tema porque “podría ser inconveniente”. Y esa verticalidad también existía en la relación conmigo y me marcó, ¡claro que sí! Tanto en la vida personal como en la profesional, no hay diferencia. Aprendí a intentar ser así, porque creo que es lo correcto.

Pero hay que agregar que llegué aquí, e ser quien soy y como soy, porque tuve el privilegio de tener dos apoyos esenciales: mi padre y mi madre, Ilda Reis, una excelente artista, dueña de una fuerte personalidad y una inmensa capacidad de ternura y amor, junto con una igual capacidad de resiliencia y determinación.

De ambos heredé mucho y algunos genes que pueden explicar mi gusto por la escritura y la pintura.

Siguiendo los pasos de tu padre como escritor, ¿cómo ha sido tu experiencia en el ámbito de la literatura y en tu vida profesional en general?

No “sigo” los pasos de mi padre. ¡Es diferente! Fue un enorme pensador y escritor, yo sólo trato de usar las palabras para darles forma textual a mis inquietudes y pensamientos. Sobre todo porque cuando las palabras se escriben nos comprometen mucho más que cuando simplemente se dicen. Pero obviamente aprendí mucho con él. Aprendí a leer (fue de él que recibí los primeros libros «en serio»: «A maravilhosa viagem de Nils Olgersson através da Suécia» [El maravilloso viaje de Nils Olgersson por Suecia] de Selma Lagerlöf y «Coração» [Corazón] de Edmundo de Amicis), a ser rigurosa, a no hablar de lo que no sé, a pensar. Sobre todo, tal vez, a pensar.

Pero lo que soy es una bióloga que quería ir más allá de lo que estudiaba –la vida– y que, en cierto modo, quería utilizar lo que estudiaba para comprender mejor los acontecimientos sociales y políticos y tratar de adoptar una postura sobre ellos.

El posicionamiento político-filosófico de tu padre fue fundamental en su obra y en su vida. ¿Cómo conjugaste tu propia militancia personal con la de él, desde una perspectiva algo diferente en la que se encontraban ambos?

Al principio no fue fácil ni sencillo. Éramos militantes de dos partidos diferentes, ambos contra la dictadura y el Estado Novo, pero dos partidos con muchas contradicciones (e incluso diferencias muy serias) entre ellos. Tanto es así que incluso nos enfadamos, en un momento en el que se juntaron muchas cosas: el divorcio de mis padres y toda la agitación político-social que sacudió al país en los años 70, especialmente después del 74. Crecí y maduré. Cuando nos acercamos de nuevo, tiempo después, al amor entre padre e hija se le sumó el respeto y la consideración.

La Cátedra Libre José Saramago, aquí en Córdoba, coordinada por el Dr. Miguel Koleff lleva más de veinte años difundiendo la literatura, el pensamiento y la voz de su padre en los lectores que se acercan año a año para conocerlo. ¿Qué significa para usted esto, teniendo en cuenta que esta Cátedra es la más antigua del mundo?

Significa sobre todo dos cosas: por un lado, casi al otro lado del mundo, existe desde hace más de veinte años una Cátedra que lleva su nombre, que lo lee, lo estudia, lo difunde, reflexiona sobre su pensamiento y su obra; por otro lado, que veinte años después el trabajo continúa, con las mismas ganas y el mismo compromiso.

En la actualidad, el tema de la democracia, los derechos humanos y la política está en constante debate. ¿Cuál es tu opinión al respecto y cómo crees que podemos seguir avanzando en la defensa de estos valores fundamentales?

El debate sobre estos temas me parece impostergable, sobre todo porque es cada vez más urgente. No hay sociedades ni relaciones sociales perfectas y sabemos que el mundo, cada vez más controlado por el mercado, tiende a socavar la democracia (reemplazándola por el poder del dinero) y sus valores (intercambiándolos al tasa de cambio más conveniente).

Entender la democracia como un sistema político en el que vale la pena vivir significa saber guiarnos por sus valores y asumir los compromisos correspondientes. La ética, la seriedad, la verticalidad y el respeto por los demás y sus derechos no se pueden negar a cada minuto.

La democracia y los derechos humanos deben estar en la cima de nuestras preocupaciones y deben convertirse en los principios guía de la vida, individual y colectiva.

¿Cuál es tu posición ante el avance de los partidos de derecha en el mundo y qué medidas consideras necesarias para salvaguardar los principios democráticos y los derechos humanos?

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Esta cuestión está estrechamente relacionada con la anterior: no hay salvaguardia de los principios democráticos sin salvaguardar los derechos humanos. Y este es el principio clave que debe crear condiciones para impedir la acción de la extrema derecha que, escudada por mucho dinero y miedo, se presenta, siempre disfrazada, dispuesta a sustituir la democracia por valores como el racismo, el totalitarismo, desprecio por los demás, xenofobia, odio y muchos, muchos miedos.

Corresponde a los gobiernos y a otras organizaciones, al Estado de derecho pero también a los ciudadanos, garantizar que los avances sociales, el conocimiento científico y tantas conferencias, debates, cumbres y proclamas sobre tantos temas contribuyan a mejorar las condiciones de vida, romper con el egoísmo y la indiferencia, velar por la ética y el comportamiento justo, reducir las desigualdades entre personas y pueblos, mitigar las diferencias entre nacer en un país rico o pobre, velar por los derechos de los niños y los ancianos, respetar las diferencias, velar por el Derecho nacional e internacional.

La intervención de cada uno por la democracia y los derechos humanos es fundamental, porque todos no podrán hacer lo que cada uno no haga.

Este año se conmemoran los 50 años de la revolución de los claveles en Portugal. ¿Cuál es la importancia de recordar este acontecimiento histórico y qué lecciones podemos extraer de él en la actualidad?

En las condiciones particulares en las que nos encontramos -en Portugal y en el mundo- la celebración de los 50 años de la “revolución de los claveles” no puede ser una manifestación nostálgica de lo que sabemos que fuimos capaces de hacer en ese momento y hasta ahora. En mi opinión, cumplir 50 años tiene que implicar pensar, reflexionar, atreverse, intentar saber qué hacer para continuar con lo hecho. Recordar no puede significar sentir nostalgia; recordar tiene que significar seguir luchando y trabajando.

¿Qué significa para ti el 25 de abril y cómo crees que su legado sigue vigente en la sociedad portuguesa y en el mundo?

El 25 de abril significó exactamente el fin de un régimen dictatorial, el Estado Novo, de Salazar y Caetano. También significó el fin de la guerra colonial, el comienzo de otro régimen donde era posible combatir el hambre en un país miserable, el analfabetismo en un país atrasado y muy ignorante, la falta total de derechos en un país sin libertad.

Por supuesto, hay legados que permanecen en la sociedad portuguesa. Pero también existe la ilusión de que todo lo conseguido está garantizado y es definitivo, que el camino tiene una sola dirección – ¡y no es así! Y se sabe, y se ve, que esa ilusión frena la vigilancia sobre los principios de la democracia y así se construye y crece la demagogia, el populismo y nuevas dictaduras con caras diferentes.

En términos de activismo político y cultural, ¿cómo crees que podemos seguir el ejemplo de tu padre, José Saramago, en la lucha por un mundo más justo y equitativo?

Lo cito, en el epígrafe de «Ensayo sobre la ceguera»: «Si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara.” que creo que está muy bien conseguido y es absoluto.

Mirar, ver y reparar son tres pasos fundamentales en el camino hacia un mundo más equitativo y justo. Más aún porque reparar tiene, en portugués, dos significados: reparar para ver mejor y reparar para corregir, arreglar.

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