Si algo caracteriza a la ficción argentina de las últimas décadas es la necesidad de volver a la historia reciente para recuperar interrogantes y claroscuros que persisten hasta la actualidad. La organización política de la juventud, la lucha obrera y el comienzo del terrorismo de estado son repensados a la luz de la vuelta de la democracia, del Juicio a las Juntas, del retorno de los exiliados. Y, al igual que los grandes temas del Siglo XX (como la guerra civil española o el nazismo), parece vital exhibir las contradicciones de la convulsionada década del 70 argentina, más en un contexto social, cultural y político como el presente, signado por el individualismo reaccionario y proclive a la estigmatización de cualquier tipo de militancia.
En Todo por volver a verte, la escritora y periodista Florencia Vercellone escarba en los conflictos que se abrieron en el país con la vuelta de Perón a la escena política e intenta capturar las ideas y los proyectos colectivos de la época. A través de una pareja de militantes de izquierda, en una Córdoba signada por los ecos del Cordobazo y la caída del gobierno de Obregón Cano, la novela recrea los calurosos debates políticos que se daban en el seno de esa juventud que aspiraba a la revolución.
Por medio de un movimiento narrativo que oscila entre el pasado y el presente, la novela se concentra en Ana, una exiliada que retorna al país después de 31 años. El reencuentro con Córdoba, con sus calles, sus aromas, con las voces de sus habitantes, la llevan a escarbar en la memoria. Y allí se encuentra como estudiante de Letras Clásicas, rebelándose contra su formación religiosa, contra el conservadurismo de su madre, contra las expectativas puestas en su condición de mujer joven de clase media.
La excusa de esa transformación parece ser, en principio, la fascinación que ejerce Juan, el Flaco, un militante al que conoce por intermedio de su prima Clara y su pareja, Miguel, ambos estudiantes de medicina. Pero ya antes de ese encuentro, que derivará en una historia de amor malograda por la virulencia del conflicto social, hay en la protagonista un interés manifiesto por la acción social, mediada en su caso por las actividades de la iglesia.
En distintos pasajes, Ana se cuestiona los motivos que la llevan a la lucha. ¿Es Juan y el amor que sienten lo que la ha alejado de su carrera universitaria, de su madre, de su vida tranquila? ¿Se trata de una rebeldía pasajera? En el diálogo con otros hombres y mujeres convencidos de la necesidad de cambiar la sociedad, la protagonista no encontrará una respuesta, pero afirmará su decisión:
“Elegía estar ahí, escuchando a esa mujer, escuchando a los compañeros de otras provincias pidiendo lo mismo que ella, esperando a que el Gringo Tosco hablara sobre la situación que se vivía en Córdoba. Era cierto que dudaba, a veces, de la forma en que se pensaba y hacían las cosas en el partido. Era cierto que discutía con Juan por el compromiso cada vez mayor que tomaba él dentro de la organización. Era cierto que temía una y mil veces por su vida; sin embargo, seguía eligiendo quedarse donde estaba.”
Con sutileza, Vercellone muestra en su novela no solo la discusión política en el seno de la clase obrera y estudiantil sino también aquel gran momento de expresión artística y cultural que se vivía en la ciudad. Menciona los viejos cines y las peñas que congregaban a la juventud, la provocadora movida teatral que se forjó en torno al Libre Teatro Libre, La Chispa y María Escudero. Este retrato de época, con sutiles detalles de la vida cotidiana, rememora el carácter disruptivo de una Córdoba a punto de cambiar.
“Fue muy importante lograr reconocer la voz de personajes anónimos que fueron testigos/protagonistas de la época”, nos cuenta Vercellone al hablar del trabajo documental realizado antes de la escritura de Todo por volver a verte. Lejos de centrarse en los grandes nombres del momento, el recorte se centró en “estudiantes universitarios, amas de casa, militantes de partidos de izquierda que se quedaron en Argentina y otros que se hayan exiliado, jóvenes que estudiaban pero no militaban, jóvenes que participaban de actividades religiosas, familiares.”
Los capítulos ambientados en el pasado se organizan en una cronología que termina poco antes del golpe de Estado y, si bien se expresa que durante la dictadura militar la situación se volvió brutal, permite dilucidar la violencia estatal inscripta en los años previos. Esa violencia, a su vez, se traslada a las relaciones personales y repercute en la percepción de los lazos más íntimos. Esto se lee en los dolorosos diálogos entre Ana y Juan, en los malentendidos, en las mentiras que son gestos de protección y cuidado, en las razones que enmarcan la decisión de huir del país.
Todo por volver a verte es una novela del desexilio, de la imposibilidad de salir de las coordenadas de un pasado que no puede ser subsanado. Al final, Vercellone incorpora una breve nota en la que cuenta su interés por la época, su extenso trabajo de investigación, pero también preocupaciones más cotidianas. “¿Cómo era enamorarse, conocerse con otros, estudiar, recibirse, tener hijos en aquella época en que todo parecía ser tan efímero?”. En ese sentido, la novela logra registrar los pormenores de la vida cotidiana sin romantizarla ni caer en una épica simplista.